En Catalunya ha empezado lo que muchos tenían anotado durante la campaña electoral: el nacimiento de la socio-vergencia, es decir un gobierno de la Generalitat surgido de un pacto entre CiU y PSC. Sin más preámbulos me atrevo a calificar de error grave, por parte de CiU, la firma de un documento entre Mas y Nadal que se le denomina un pacto para “de investidura”, pero que en realidad es un pacto de “legislatura”.
Tras las elecciones del 28-N, todos dijeron que había un claro vencedor, Convergència i Unió, y dos claros perdedores, el PSC y Esquerra Republicana, destrozada ésta y sin rumbo ni liderazgo, hasta el punto que puede terminar la legislatura incluso con otros nombres. El PSC de Nadal e Iceta (el incombustible Iceta que está en todas las ensaladeras, ya sea de Felipe González, de Borrell, de Zapatero, de Maragall, de Montilla y de los que vendrán) ha salvado sus muebles, y de ser un partido derrotado y deprimido, ahora aparece con un potente triunfo en la manga, con un pacto en el que mantiene sus esencias ideológicas (sanidad, educación, municipalismo, etc.). Mi amigo Jordi Barbeta –que escribió su crónica de La Vanguardia muy tarde—se equivoca cuando dice que “básicamente el documento (entre CiU y PSC) es una declaración de buenas intenciones… para impulsar los asuntos de país”. No es así. El documento habla de preservar las políticas sociales y de familia, de impulsar la política económica (reforzar el Institut Català de Finances, es decir dar créditos a quienes convenga), "preservar" los modelos del tripartito en Sanidad y Educación, más o menos, promover una ley de financiación de los ayuntamientos (algunos de ellos en quiebra), poner en marcha el área metropolitana, y “asegurar” la presencia del PSC (dice de la Oposición) en los mecanismos de negociación entre el Estado y la Generalitat. Esto significa que será el PSC quien pactará los presupuestos de la Generalitat durante la legislatura, o sea será el PSC quien mantendrá la estabilidad del gobierrno de la Generalitat.
Esto es un programa de legislatura, en el que CiU, y Artur Mas en cabeza, ha rechazado pactar con Esquerra Republicana –se entiende porque este partido está ahora en una fase de ebullición interna con un final impredecible—y también con el PP, porque tal vez sigue vigente el acta notarial de no pactar con este partido y porque además es un partido que representa todo lo contrario que CiU en el tema identitario.
Se puede entender que CiU no pacte ni con Esquerra, ni con el PP, pero la pregunta es ¿era necesario un pacto por escrito “de legislatura” con el PSC, del mismo modo que hizo CiU con el PP en el Majestic? La estabilidad de CiU depende ahora del PSC. Es evidente que el PSC es “la alternativa”, pero no es menos evidente que este partido debe pasar por una profunda transformación, en el plano ideológico, de las personas, y con un horizonte en las elecciones municipales poco halagüeño, y con una probable derrota en las generales. Por todo ello ¿era necesario este pacto por escrito?. Además, muchos pensarán, ¿dónde está la letra pequeña, el pacto no escrito, lo que hay debajo del mantel? Nadie creerá que no hay nada, pero por lo menos hay un pacto de “no agresión” en algunos disparates económicos del tripartito, pues no conviene olvidar que quienes han firmado el pacto han sido hombres de Montilla.
En fin, que va a empezar de nuevo el debate. Repito: ¿era necesario un pacto por escrito? Era necesario, casi vital, para el PSC, pero CiU bien podría gobernar en solitario con pactos puntuales: tenía la fuerza electoral, la autoridad moral, la capacidad parlamentaria. ¿A qué tenía o tiene miedo Artur Mas? ¿A quedarse solo en Madrid? ¿No habrá cometido el mismo error que el tripartito con el Pacto del Tinell?
La legislatura empieza ahora, y quienes perdieron las elecciones, el PSC –los mismos que negaron el gobierno a Artur Mas en las dos legislaturas anteriores— ahora el nuevo President les sirve con bandeja de plata un acuerdo tras su fuerte derrota, que les dará oxígeno para las municipales y para las generales. En política casi nunca he visto tanta generosidad.
Salvador Aragonés
Tras las elecciones del 28-N, todos dijeron que había un claro vencedor, Convergència i Unió, y dos claros perdedores, el PSC y Esquerra Republicana, destrozada ésta y sin rumbo ni liderazgo, hasta el punto que puede terminar la legislatura incluso con otros nombres. El PSC de Nadal e Iceta (el incombustible Iceta que está en todas las ensaladeras, ya sea de Felipe González, de Borrell, de Zapatero, de Maragall, de Montilla y de los que vendrán) ha salvado sus muebles, y de ser un partido derrotado y deprimido, ahora aparece con un potente triunfo en la manga, con un pacto en el que mantiene sus esencias ideológicas (sanidad, educación, municipalismo, etc.). Mi amigo Jordi Barbeta –que escribió su crónica de La Vanguardia muy tarde—se equivoca cuando dice que “básicamente el documento (entre CiU y PSC) es una declaración de buenas intenciones… para impulsar los asuntos de país”. No es así. El documento habla de preservar las políticas sociales y de familia, de impulsar la política económica (reforzar el Institut Català de Finances, es decir dar créditos a quienes convenga), "preservar" los modelos del tripartito en Sanidad y Educación, más o menos, promover una ley de financiación de los ayuntamientos (algunos de ellos en quiebra), poner en marcha el área metropolitana, y “asegurar” la presencia del PSC (dice de la Oposición) en los mecanismos de negociación entre el Estado y la Generalitat. Esto significa que será el PSC quien pactará los presupuestos de la Generalitat durante la legislatura, o sea será el PSC quien mantendrá la estabilidad del gobierrno de la Generalitat.
Esto es un programa de legislatura, en el que CiU, y Artur Mas en cabeza, ha rechazado pactar con Esquerra Republicana –se entiende porque este partido está ahora en una fase de ebullición interna con un final impredecible—y también con el PP, porque tal vez sigue vigente el acta notarial de no pactar con este partido y porque además es un partido que representa todo lo contrario que CiU en el tema identitario.
Se puede entender que CiU no pacte ni con Esquerra, ni con el PP, pero la pregunta es ¿era necesario un pacto por escrito “de legislatura” con el PSC, del mismo modo que hizo CiU con el PP en el Majestic? La estabilidad de CiU depende ahora del PSC. Es evidente que el PSC es “la alternativa”, pero no es menos evidente que este partido debe pasar por una profunda transformación, en el plano ideológico, de las personas, y con un horizonte en las elecciones municipales poco halagüeño, y con una probable derrota en las generales. Por todo ello ¿era necesario este pacto por escrito?. Además, muchos pensarán, ¿dónde está la letra pequeña, el pacto no escrito, lo que hay debajo del mantel? Nadie creerá que no hay nada, pero por lo menos hay un pacto de “no agresión” en algunos disparates económicos del tripartito, pues no conviene olvidar que quienes han firmado el pacto han sido hombres de Montilla.
En fin, que va a empezar de nuevo el debate. Repito: ¿era necesario un pacto por escrito? Era necesario, casi vital, para el PSC, pero CiU bien podría gobernar en solitario con pactos puntuales: tenía la fuerza electoral, la autoridad moral, la capacidad parlamentaria. ¿A qué tenía o tiene miedo Artur Mas? ¿A quedarse solo en Madrid? ¿No habrá cometido el mismo error que el tripartito con el Pacto del Tinell?
La legislatura empieza ahora, y quienes perdieron las elecciones, el PSC –los mismos que negaron el gobierno a Artur Mas en las dos legislaturas anteriores— ahora el nuevo President les sirve con bandeja de plata un acuerdo tras su fuerte derrota, que les dará oxígeno para las municipales y para las generales. En política casi nunca he visto tanta generosidad.
Salvador Aragonés
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