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España necesita de una regeneración política

 Por Salvador Aragonés

España se encuentra cada vez más al borde de un ataque de nervios y al borde de un precipicio ético. España y Catalunya. Ahora vienen tres elecciones: las catalanas, las vascas y las europeas.

Y no pocos electores están desorientados completamente. Volverán las promesas electorales, promesas que se quedarán en saco roto una vez acabadas las elecciones. Se dirá que gracias a los pactos, lo que dije digo, digo Diego.

Después de lo que hemos visto y oído, quién se creerá las promesas. Es una pena muy grande que la política, las promesas políticas, hayan perdido la credibilidad que sí tenía hace años. Y no es que se hayan desviado de la coherencia, sino que se hace todo lo contrario de lo que se había prometido.

El poder no lo vale todo, ni mucho menos. Un poder sin ética es un poder corrupto o corrompido, y no es una democracia. Es caso de Rusia. ¿Por qué ganó Vladimir Putin? Porque eliminó a quien podía hacerle la más mínima sombra.

Recuerdo ahora al general español Ramón María Narváez, quien presidió el gobierno de la España isabelina en siete ocasiones. Cuando en el lecho de muerte (1868), el sacerdote que lo asistía le pidió que perdonara a sus enemigos, Narváez levantó ligeramente la vista al cielo y contestó hastiado: «No tengo enemigos, los he fusilado a todos».

Está claro que no estamos en el siglo XIX, pero entonces como ahora, no hay juego limpio en la política, y, en algunos casos, hay que sumar unas ganas de enriquecimiento personal.

La política es, en casi todos los casos, un oficio efímero, o debería serlo, pero no todos lo ven así y se agarran al poder. Por eso, cuando se habla de políticos poco realistas se dice que no puede tocar de pies al suelo, cuando se han pasado toda la vida en coche oficial. Es la protesta de los agricultores que claman contra la PAC.

Si la corrupción era antes en pequeñas dosis, ahora lo es a manos llenas, y la mentira campa por sus fueros, sin importar mucho que lo que se dice hoy mañana puede hacerse lo contrario. Sin parpadear. No se miente, dicen, se cambia de criterio. Mal andamos.

Ni la gobernanza de un municipio, ni de Catalunya, ni la de España puede funcionar así. Y luego, ¿se extraña de que vengan los extremismos de derecha e izquierda a conquistar el poder? ¿Por qué nos alarmamos? Los hemos aupado entre todos. De aquellos polvos, tales lodos.

Por eso, creo que hace falta de modo urgente una regeneración del ejercicio de la política, que debería ser un ejercicio para todos, y no actuar como una manada de grillos donde el que más grita y más miente tiene las de ganar. ¡Pobres de nosotros!

 

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