Las elecciones catalanas
han dado a Esquerra Republicana la llave para la formación de un gobierno.
Ningún gobierno se puede hacer en Catalunya hacer sin pasar por ERC, por Oriol
Junqueras i Pere Aragonès.
Aunque Salvador Illa haya
anunciado que se presentará a la investidura (lo que no hizo Inés Arrimadas en
la pasada legislatura) sus posibilidades de presidir la Generalitat son
prácticamente nulas. Sólo podría ser President si lo vota o se abstiene ERC, lo
que este partido no va a hacer, según las declaraciones de Junqueras y
Aragonès.
El segundo dato que
destacamos es la muy elevada abstención, la más elevada de la historia de
Catalunya, y donde más se ha notado ha sido en las grandes ciudades, y entre
estas las del cinturón de Barcelona --tradicionalmente un voto inmigrante y no
independentista-- donde la participación no ha superado el 50 por 100. Tener
una participación del 53 por 100 (el 79 por 100 en 2017) no deslegitima unas
elecciones, ni mucho menos, pero ya sea por miedo al coronavirus o porque llovía
o por el desinterés, da para una importante reflexión: bajar 26 puntos en la
participación es muy serio. Esta vez se han quedado en casa un millón y medio
de catalanes con relación a las anteriores elecciones autonómicas.
Del resultado electoral
se pueden sacar muchas conclusiones. En primer lugar, el gran avance socialista
que coincide con la caída en picado de Ciudadanos. Si Inés Arrimadas fue el
voto útil en 2017, ahora lo ha sido Salvador Illa, que casi duplica los
escaños. Salvador Illa se apoya en un partido de solera, tanto en Catalunya
como en España. El PSC ha tenido bastantes devaneos con el nacionalismo
catalán, primero, y con el independentismo, después. Por eso Illa ha sido
claro: pasar página. Pero no pocos decían ¿lo dice él o el PSC?
Otro aspecto muy
interesante de estas elecciones ha sido el “sorpasso” de Esquerra a JxCat, el
“sorpasso” de Junqueras a Puigdemont, aunque con una diferencia de votos muy
pequeña, lo que da a los de Puigdemont alas cara al futuro. El “sorpasso” ha
sidio posible por la división en JxCat en algunos partidos de fidelidad más
convergente, como el PDECat, que no ha sacado ningún escaño. Si añadimos a la
CUP vemos que, en conjunto, los independentistas han ganado tres escaños. En la
práctica, el equilibrio electoral entre las fuerzas independentistas no ha
cambiado.
El mantra de superar el
50 por ciento (son el 50,8 por 100) los votos independentistas sobre los no
independentistas, sirve para la galería, pero con un 53 por 100 de
participación nadie creerá que la mayoría de los catalanes sea independentista.
Sin embargo, hay que
reconocer que el mundo independentista, más pegado al terreno, ha llevado una
campaña, como todas las suyas, que sabe sumar muchas voluntades. Son campañas
bien hechas, que tocan la fibra de muchos catalanes de pura cepa.
Los dos partidos
derrotados, o más derrotados, en esta campaña han sido Ciudadanos (que ha
bajado 30 diputados, un auténtico descalabro) i el Partido Popular, que ha
perdido 70.000 votos, y lo ha dejado en la última posición. Si el PP quiere
gobernar España debe contar con el voto de los catalanes y, como ha dicho Feijóo,
hay que hacer una profunda reflexión. El PP nunca ha tenido un voto importante,
pero hoy está casi desaparecido. No puede ni formar grupo parlamentario.
¿Y Vox? Sus votos los ha
conseguido de Ciudadanos y algunos del PP… a pedradas.
Los resultados de las
elecciones catalanas tienen sin duda un efecto en el gobierno de España y en
los pactos parlamentarios. Por una parte, Pedro Sánchez resulta triunfador,
pero necesita los votos de Esquerra para su gobierno. Si Esquerra le da la
espalda a Salvador Illa, puede haber problemas si no es fino.
Sin duda, Esquerra
Republicana llegó a acuerdos con el gobierno central en la aprobación de los
presupuestos, acuerdos nada despreciables. Por eso, aquello de que ahora podrán
hacer un referéndum y arrancar la amnistía al gobierno central, y crear la
república catalana, es fácil decirlo, pero Catalunya lleva ya 10 años
encasillada en estos temas.
Lo primero que debe hacer
el gobierno catalán es preocuparse de la pandemia que sigue ahí, aunque bajando
en contagios y fallecimientos. Lo segundo es encontrar la vía nada fácil de la
recuperación económica, con tanta gente en el paro, con tantas empresas
cerradas, y con la necesidad de gestionar los fondos europeos. Esto exigirá no
buscar enfrentamientos inútiles con el gobierno de Madrid. Lo tercero es bajar
el techo de los símbolos y la palabrería independentista, y gobernar para todos
los catalanes, si quieren terminar con la división en dos bloques del país.
De momento, saldrá
adelante un gobierno independentista, pero ¿durará toda la legislatura, vistos
los enfrentamientos que han existido entre ERC y Junts? ¿Durará toda una
legislatura un gobierno donde la CUP, es decir los anticapitalistas y
anarcoides, tienen la llave de vuelta? Lo dudo.
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