Hoy voy a contar una anécdota que la sé desde hace muchos,
muchos años. Diría más de 30 años. Me la contó el propio protagonista, pero yo
no la quise escribir porque no me parecía oportuno y porque durante muchos años
consideré que Jordi Pujol fue un gran político –y lo fue-- y dio un empujón muy
importante a Catalunya.
Al pasar los años, y tras su confesión pública sobre
evasiones fiscales, además de los problemas de sus hijos, he visto las cosas de
otra manera. ¿Cuál es el legado de Jordi Pujol? Hoy, con lo revuelto que está
todo en Catalunya, y viendo lo que han hecho sus sucesores de su misma cuerda
política, este legado está muy ensombrecido. Catalunya, institucionalmente
hablando, está patas arriba.
Pero volvamos a los hechos, motivo de este pequeño artículo.
Cuando se celebraron las elecciones catalanas de 1980, las primeras
autonómicas, nadie daba un duro para Jordi Pujol. Él sí estaba esperanzado “si
el voto útil se inclinaba” hacia su coalición y su persona. O al menos eso me
dijo –muy afónico-- en una entrevista que tuve la tarde-noche del día 18 (las
elecciones fueron el día 20) de marzo de aquel año. Los socialistas de Joan
Reventós habían colocado en su programa económico la autogestión, algo parecido
a lo que Josip Broz, Tito, implantó en Yugoeslavia.
Celebrados los comicios, el entonces President, Josep
Tarradellas, se reunió con su gobierno o Consell Executiu del que formaban
parte, entre otros, los líderes de los partidos políticos que habían apoyado el
retorno de Tarradellas y la recuperación de la autonomía para Catalunya. O sea,
todos.
Narcís Serra, en lugar de esperar los resultados fue a un concierto en
el Palau de la Música. Por la mañana, en la votación, en la calle Muntaner de
Barcelona, Narcís Serra dio por supuesta la victoria socialista. Yo estaba a
pie de urna.
Jordi Arandes, director-gerente de RTVE en Barcelona,
recibió la temprana notificación de que Jordi Pujol había ganado las elecciones
catalanas. Eran hacia las 22:30. Quiso hablar con el president Tarradellas,
pero le dijeron que estaba reunido con el Consell. Por esta cortesía que se
practicaba entonces, Arandes fue al Palau de la Generalitat y dijo que quería
hablar con el president Tarradellas. Esperó delante de la puerta donde estaba
reunido el Govern.
Unos minutos después, se abre la puerta y sale Jordi Pujol.
Como entonces no había teléfonos móviles ni inalámbricos, nadie sabía nada. Muy
poco después sale el president Tarradellas. Jordi Arandes le dijo: “President,
éste que acaba de salir es el nuevo President de la Generalitat”. Tarradellas
se quedó quieto, se puso las manos a la cabeza, y comentó: “¿Pujol President?
¡¡Quin desastre per Catalunya!!”.
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