La remodelación del gobierno catalán, realizado por el
presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont del PDeCAT, y su vicepresidente
Oriol Junqueras líder de Esquerra Republicana, evidencia una corriente de
malestar de fondo en el independentismo catalán, sobre todo en las filas del
PDeCAT.
Puigdemont y Junqueras han querido reforzar la línea dura
independentista. Ya se cesó al conseller Jordi Baiget (PDeCAT) hace una semana
y ahora tres más, nada menos que Interior, Enseñanza y Portavoz. El cese
fulminante de Baget --tras declarar que no veía claro el referéndum unilateral
y que expondría su persona, pero no su hacienda-- provocó airadas críticas en
el PDeCAT.
En Interior ha ido Joaquim Forn, un independentista duro,
mano derecha de Xavier Trías en el Ayuntamiento de Barcelona. Sustituye a Jordi
Jané que tenía poco claro el referéndum unilateral, pensando en las responsabilidades
de la policía y otros órganos de su departamento.
En Enseñanza va una independentista de hierro, Clara
Ponsatí, que fue expulsada por el ministerio de Asuntos Exteriores (con
García-Margallo) porque desde sus cargos docentes en Estados Unidos hacía
proselitismo en favor del independentismo catalán. Sustituye a Meritxell Ruiz,
una mujer procedente de la Unió de Duran Lleida, pasada al independentismo,
pero sin demasiada convicción.
Y finalmente, el nombramiento de Jordi Turull, un duro, hasta
ahora presidente del Grupo Parlamentario de Junts pel Sí (ERC más PDeCAT), buen
parlamentario y polemista, que será la cara pública de Puigdemont y Junqueras.
Sustituye a Neus Munté, que a pesar de su independentismo, carece de la fuerza
que impondrá Turull en el referéndum y en el relato independentista.
En definitiva, se han aparcado los blandos para poner a los
duros. Ahora Catalunya tiene un gobierno más radical todavía. Artur Mas, que
gobierna a la sombra de Puigdemont, ve “normal” el cambio de gobierno a dos
meses y medio del referéndum. Aquí ya se habla de un gobierno de “talibanes”
--como se suele llamar en los medios a los independentistas duros—no solo de
cara al referéndum del 1-0 (que no
significa uno a cero), sino qué pasará a partir del 2-0.
El nerviosismo es evidente en las filas de los partidos
independentistas, especialmente en el PDeCAT, partido sucesor del pujolismo,
que funciona sin relato político aparte del independentismo, y que no acaba de
cuajar en la sociedad catalana que en cada encuesta se le atribuyen menos
apoyos. La presión a que el Estado somete al independentismo es también
notoria, como la investigación del acto en que se presentó la ley del
referéndum, en un teatro y que costó más de 17.000 euros. Sigue todos los
gastos del referéndum y ver quién los paga para, si es el caso, exigir la
devolución del dinero y las responsabilidades penales.
En el PDeCAT dicen, y con razón, que en el grupo
parlamentario Junts pel Sí hasta ahora solo ha pagado ante la justicia su
partido (“sólo pringamos nosotros”), pero ninguno de Esquerra Republicana ha
sido castigado. En primer lugar Oriol Junqueras que ni firma ni se expone
demasiado. Ahora le ha encargado coordinar el referéndum y comprar las urnas,
pero irá acompañado por el “Ministro de Exteriores” catalán –así se presenta en
el extranjero—Raül Romeva, un ex comunista. Y Junqueras quiere que todo lo que
se haga en el referéndum sea “compartido” por todo el gobierno catalán.
A medida que nos acercamos a la fecha del referéndum, el
patio político catalán se va poniendo al rojo vivo, con decisiones y anuncios
de leyes sin publicar, leyes sin debatirlas en el Parlament y tensiones por
todas partes. Ya no es “el independentismo de las sonrisas”. La oposición
(Podemos y los Comunes, socialistas del PSC. Ciudadanos y PP) observan cómo el
gobierno va camino de un precipicio por elegir una vía sin salida. Ciudadanos
(Inés Arrimadas) asegura que estamos en los últimos estertores del gobierno
catalán. También señala Arrimadas la íntima relación existente entre Jordi
Turull y el condenado Oriol Pujol Ferusola.
Quedan dos meses y medio para la celebración del referéndum
unilateral e ilegal del 1-0. De momento hay muchas palabras, pero poco hechos.
Y hoy, 14 de julio, no solo es la Fiesta Nacional de Francia, sino que otras
cosas han ocurrido en nuestros territorios, como el intento del PSOE de frenar
el independentismo mediante un diálogo sobre puntos que presentaron Artur Mas y
Carles Puigdemont, pero eso se hará sin Mas y sin Puigdemont y sin referédnums
en el horizonte.
Encima, por si hubiera pocas noticias, se ha conocido que
Oriol Pujol sale condenado y que ha aceptado hoy la rebaja de pena ofrecida por
el fiscal a dos años y medio de cárcel. La sombra de Pujol es muy alargada.
Barcelona vivió un “viernes frenético”, en ese 14 de julio.
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