Ha fallecido el doctor Joaquín Navarro-Valls, ex portavoz de
la Santa Sede. Ha fallecido un maestro, un amigo, un hombre de Dios. Sirvió,
primero, a san Josemaría Escrivá, fundador de la prelatura del Opus Dei, a la
que pertenecía el doctor Navarro-Valls, y después al gran Papa del siglo XX,
san Juan Pablo II.
Fue un laico, que
vino a revolucionar la comunicación en la Iglesia. Y lo consiguió a pesar del
secretismo y las estructuras añejas de la Curia Romana. Conocí al
profesional y al amigo en Roma cuando informaba del Vaticano. Destacaría tres
cosas:
1) su
profesionalidad, es decir que era una fuente de fiar;
2) su carácter laical,
es decir, un hombre de la calle, a
pesar de sus 22 años trabajando profesionalmente en la Curia Romana;
3) la conjunción
entre su vocación de médico psiquiatra, su profesión de comunicador y sus
conocimientos de la antropología.
Si una información no la podía confirmar, lo decía
claramente, y se esforzaba en encontrar información de primera mano. Recuerdo
el día en que cedió a los periodistas de la RAI, la radiografía donde aparecía
la prótesis de la cabeza de fémur del Papa, para anular los rumores que
surgieron. Para él no existía el “no
comment”, ni el “off the record”.
Desdeñaba los favoritismos.
Navarro-Valls era una fuente “creíble”, porque recibía
información de primera mano de lo que ocurría, recibía información del mismo
Papa. Ser una fuente oficial, como lo fue el doctor Navarro-Valls, implica,
además, una gran profesionalidad, pues no puede defraudar a los periodistas o dar
informaciones difíciles de entender, poco claras, mentir o dejar lagunas y
espacios informativos por cubrir, porque estos huecos informativos serán
rápidamente cubiertos por los rumores.
Él sabía que un portavoz si habla con fuentes de segunda o
tercera mano, deja retazos de credibilidad y dudas que el periodista detecta y
es el origen de los rumores. El portavoz debe asumir personalmente la
responsabilidad de lo que dice y no de lo que le dicen otros que diga. No hay
otro modo de hablar con autoridad.
¿Cómo fue que
Navarro-Valls pasó de ser corresponsal en Italia y presidente de la Asociación
de la Prensa Extranjera a ser portavoz del Papa? Lo ha contado él en varias
ocasiones y yo se lo he oído. En su despacho de corresponsal recibió una
llamada del Vaticano diciendo que el Papa quería almorzar con él. Hablaron de
la comunicación en la Iglesia. Al cabo de un tiempo recibió otra llamada del
Vaticano, diciendo que el Papa le había nombrado director de la Sala de Prensa
de la Santa Sede. “Me costó mucho aceptar, pues tenía otros planes. Pregunté si
podía decir que no. La respuesta fue: “a un Papa no se le puede decir que no”.
Y aceptó.
Ser portavoz de una institución, y más todavía si ésta es
internacional, requiere cuatro premisas principales, visto desde la praxis
profesional.
·
Primera,
tener la total confianza de la Institución que representa, en este caso, del
Papa.
·
Segunda,
tener acceso a la información básica y de fondo.
·
Tercera,
tener claro el mensaje y su contexto, y además ser portavoz de un Papa que
tenía un conocimiento del hombre, una inteligencia y una vida espiritual muy
fuera de lo común. El doctor Navarro-Valls debía estar a la altura.
·
Cuarta,
no solo conocer bien las principales lenguas, sino saber conjugar el cuándo y
el cómo de la comunicación: es decir ser oportuno y decir lo realmente
necesario, y no más de lo necesario.
En estas cuatro
líneas de actuación, el doctor Joaquín Navarro-Valls fue un maestro.
Con el papa Wojtyla no le unía solo una relación
profesional, sino también una profunda amistad. Por eso a nadie extrañó que se
emocionara cuando anunció el fallecimiento del Papa, aquel 2 de abril de 2005.
Trataba a los periodistas llamados “vaticanistas” con
humanidad, se preocupaba por su situación, por su familia. Por eso reinó un muy
buen ambiente en la Sala de Prensa del Vaticano, que luego supo continuar y
dejarlo muy alto el jesuita padre Lombardi.
El doctor Navarro-Valls no fue solamente un portavoz del
Papa, sino que la confianza que le otorgó el papa Wojtyla fue más allá y le
envió a delicadas misiones diplomáticas, como la preparación de su visita a Cuba, con varias entrevistas con el
Comandante Fidel Castro, la cumbre de El Cairo sobre la Población, el ser
miembro de la Delegación de la Santa Sede en las conferencias internacionales
de Copenhague, Pekín e Estambul.
En sus años de portavoz de la Santa Sede el doctor
Navarro-Valls conversó muchas veces con santa Teresa de Calcuta, conoció a Sor
Lucía, la vidente de Fátima, y tantas personas y circunstancias que guarda en
su mente y en sus apuntes, hoy inéditos.
El doctor Navarro-Valls trabajó intensamente junto a dos
santos, como hemos dicho, ambos grandes conocedores de los hombres de su tiempo
caminaban firmes y sin titubeos al paso de Dios. Ha fallecido un maestro, un
amigo y un hombre de Dios.
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