El ciberbullying es una variedad del bulling, pero basado en
el uso de las nuevas tecnologías. El bulling no es una cosa nueva, sino muy vieja,
Sin embargo, el ciberbullying es reciente.
Muchos padres están
desorientados sobre qué hacer en estos casos. Y no pocos profesores ante la
complejidad del problema prefieren abstenerse: “que lo resuelvan ellos”, dicen.
No tienen en cuenta que en su colegio, en su clase, puede haber o hay uno o más
ciberagresores y uno o más ciberagredidos vía whatsapp, facebook, snapchat, Instagram, Youtube, mails y videojuegos
que facilitan la participación en fórums abiertos.
Estas redes sociales son
buenos instrumentos para mantener relaciones sociales si se usan en positivo,
pero también son un factor de riesgo para los adolescentes, que pueden verse
afectados en cualquier ambiente y en cualquier colegio en el que estén. En numerosos
países se han producido incluso casos de lastimar la vida de adolescentes
ciberacosados o incluso llegar al suicidio.
La responsabilidad sobre el ciberbullying descansa
no solo no solo en quienes lo practican, los acosadores, sino también en el
entorno de quienes lo practican:
profesores, amigos, padres, parientes, etc., en mayor o menos grado.
Un caso típico de ciberbullying
se da en los enamoramientos. Si hay
dos chicas enamoradas del mismo chico, o viceversa, es un típico caso de riesgo
para el acoso. Se debe resolver con el diálogo y no con una paliza que propina
al acosador el hermano mayor o el padre.
Por eso es tan importante
–mucho más importante de lo que muchos creen--
que padres y profesores informen
bien de los beneficios y de los riesgos que comporta el uso de las nuevas
tecnologías. Sobre todo, informar que no se puede “aceptar” cualquier
“solicitud de amistad” de desconocidos: ¿Sabes quién está detrás de aquella
petición? ¿Un pederasta? ¿Un acosador?
Un caso ocurrido en
Barcelona (España), entre tantos otros, es el
de una chica que salía con un chico de su clase. Ella estaba enamorada del
chico el cual la convenció hacerse una
foto desnuda “como una prueba de amor”. Pero la foto fue compartida por
toda la clase, al principio, por varios amigos después. Ella cuando va por la
calle y hay chicos que se la miran piensa si la habrán visto desnuda. No puede
soportar cuando ve cuchicheos de chicas o chicos.
¿Cuál es la causa? La escasa
información de que eso le podía pasar si accedía a ciertos deseos del chico
al que amaba. ¿Y quién le debe informar?
Los padres y los profesores, pues ni
unos ni otros deben desentenderse hoy de informar de los beneficios y los
peligros que encierran las redes sociales e internet.
La protección al
ciberacosado (que es la víctima) no reduce la obligación de informar y formar al
ciberacosador, el cual muchas veces desconoce las consecuencias graves de sus
actos, y si una vez informado continúa, entonces el castigo. Según diversos
estudios internacionales sobre el ciberbullying, el acosador deja de acosar si
recibe un castigo en la escuela y en casa. Lástima que muchas veces los padres
son más protectores que formadores de sus hijos.
El ciberacosador tiene
unos motivos, unas causas, por las que comete sus actos. Uno de ellos es que
necesita reafirmar su superioridad dentro del grupo; otras que supone que a él
o ella nada le va a pasar, pues cuenta que sus amigos no le van a delatar; otra,
que no sabe bien que está cometiendo un delito que puede perjudicarle mucho, en
el ámbito escolar y personal. Los padres han de estar atentos si tienen un hijo
ciberacosador, que es un problema, no solo para él, sino sobre todo para sus
víctimas. Lo mismo para los compañeros: son responsables en parte de lo que
ocurre a las víctimas y al mismo acosador, por su silencio cómplice.
Un objetivo de la escuela es obligar a que el
ciberacosador pida perdón a quien ha acosado y reparar el daño hecho y prohibirle
temporalmente el uso del celular. El ciberacoso puede producir ansiedad, depresión, intranquilidad...
También la escuela debe procurar que los alumnos sean una parte mucho más
activa en la denuncia y prevención de casos de ciberbullying, defendiendo a las
víctimas y conseguir que los alumnos abandonen esta pasividad como diciendo “a
mí no me va”. El acosador debe sentirse
acosado por todos, sin que nadie les ría sus pesadas e incluso delictivas
acciones.
El ciberbullying no son “bromas” que gastan los chicos, sino que pueden ser delitos que generan víctimas muchas veces
desprotegidas.
En un estudio sobre
escuela y familia recogiendo material elaborado en Estados Unidos y varios
países europeos, basado en el malogrado Dr. Paulino Castells (Víctimas y matones Ceac, 2007), llegan a las siguientes diez conclusiones:
1.- La primera solución
es tener el ordenador en un espacio compartido, no en la habitación donde el
adolescente se puede encerrar y ser víctima o verdugo.
2.- Dar confianza al
acosado: nadie merece ser maltratado.
3.- Disminuir la
frecuencia del uso de internet y si es oportuno privar temporalmente del uso del
celular.
4.- Cambiar las claves y
la contraseña del correo electrónico, cambiar de número de teléfono y bloquear los números de teléfono molestos.
5.- Nunca desentenderse
de un hijo o alumno que pide ayuda por estos casos.
6.- Cuando la situación
es muy grave, recoger pruebas (mensajes de Facebook, Instagram, Youtube…) para
denunciarlo a la autoridad.
7.- Cuidado con amenazar
retirar el celular al hijo o alumno, pues perderá su confianza. Esta será una
decisión pensada conjuntamente.
8.- Animar al hijo a que
denuncie su situación al tutor, que no es de cobardes, sino para resolver el
problema.
9.- Ante una situación de
ciberbullying, no se puede mantener una actitud neutral.
10.- Conviene valorar la
posibilidad de recibir ayuda psicológica que le ayude a resolver la situación.
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