La crisis del Partido
Socialista (PSOE) tiene múltiples causas que han ido fraguándose en los dos
últimos años. Pero sin duda cuando un partido político entra en crisis, aquí y
en todo el mundo, es cuando pierde las elecciones: los líderes una vez encumbrados
y vitoreados antes de las elecciones cuando pierden son de paja, sus políticas erróneas, sus resultados malos y
lo que hay que hacer es cambiar de líder, de políticas y prepararse para otra
etapa.
Es lo que ha pasado en el
PSOE. España, tras dos elecciones generales sin poder construir un gobierno con
mayoría parlamentaria, y después de un año de impasse, se aboca a unas terceras
elecciones, porque el día 31 de octubre si no hay gobierno se disolverán de
nuevo las cámaras (Congreso y Senado).
A eso iba abocada la
decisión de Pedro Sánchez, pues no había ninguna posibilidad de gobierno
alternativo al del PP-Ciudadanos ni por parte del PSOE ni por parte de los
supuestamente partidos aliados al PSOE. En el País Vasco, el escaño que acaba
de perder el PNV complica más las cosas, pues ya no puede hacer gobierno con el
PSOE. En definitiva, no suman.
¿Qué sería del PSOE en
unas terceras elecciones? A Nadie se le escapa que seguiría perdiendo apoyos
electorales y probablemente dejaría a Podemos la hegemonía de la izquierda. No
se sabe. Los líderes son siempre vitoreados cuando ganan y abatidos cuando
pierden.
Sánchez en estos dos años
no ha sido capaz de recoger en torno al PSOE la confianza mínima de los
electores para hacerle un partido de gobierno, apto para gobernar. El PP de Mariano Rajoy hizo un
mal trabajo en su mayoría absoluta, pues no escuchó a nadie y ahí salieron los
problemas de Catalunya y el “no es no” de los hombres de Sánchez.
Tampoco Sánchez ha hecho
mucho para crearse amigos entre los militantes y dirigentes de las autonomías, y a medida que pasaban los
meses iba perdiendo apoyos internos, empezando por la presidenta andaluza,
Susana Díaz. Solo consiguió los apoyos de Catalunya (el PSC sigue siendo un
partido “hermano”, pero distinto al PSOE), de Baleares y de los socialistas
gallegos y vascos, porque los impuso el equipo de Sánchez.
En el PSOE, además,
Sánchez ha desatado en la crisis un ruidoso apoyo de incondicionales y apasionados, que
muchos lo ven peligroso, pues los partidos para tener poder deben ganar las
elecciones, y si están en caída libre quiere decir que las cosas se han hecho
mal y hay que hacer como mínimo una autocrítica. Que se lo digan al partido de
la ex Convergència, que sabe mucho de perder y más perder, siendo hoy el cuarto
partido catalán, si aguanta Ciudadanos de Inés Arrimadas.
El PSOE, al menos desde
la recuperación de la democracia, ha sido un partido pactista y reformista. Es
una socialdemocracia a la europea. Sin embargo, ya desde la época de Rodríguez
Zapatero se inició una política de descalificación democrática de la derecha
parlamentaria, lo que en la época de Pedro Sánchez se ha agudizado. Otra vez el
país partido entre derechas e izquierdas, como en la época de la segunda
República. Estimular una especie de populismo de izquierdas, tal vez para quitarle el puesto a Podemos, no
parece haber ganado el favor de los electores.
Otro aspecto negativo de
esta crisis: el partido es de los militantes, dicen, al tiempo que califican de
fascistas y golpistas a personas como Felipe González. Los militantes de los
partidos suelen ser ciudadanos muy ideologizados, mientras que los votantes del
partido son más pragmáticos.
¿Hay crisis ideológica?
La socialdemocracia en Europa, sufre una crisis de identidad. Las políticas
reformistas de antaño las ha aplicado la derecha, y hoy la diferencia entre los
partidos de centro-derecha y los de centro-izquierda (socialdemócratas) tienen
cada vez menos diferencias ideológicas, y además se han instalado en muchas
ocasiones en una partidocracia, donde la adhesión al jefe es superior a la
meritocracia.
Por último, hay que
destacar la ruptura interna del partido, es espectáculo esperpéntico que ha
dado públicamente a raíz de la crisis. Si Pedro Sánchez hubiera dimitido el 20 de diciembre pasado, al
sacar los peores resultados de la historia, hoy tal vez el partido socialista
estaría en mejores condiciones de ocupar un relevo al PP en el gobierno de
España.
La primera derrota
electoral del PSOE de Pedro Sánchez ya fue en las elecciones autonómicas y
municipales del 2015, aunque se camufló por los pactos con Podemos donde el
partido socialista ocupó más cuotas de poder de las que tenía antes. Ya
entonces Sánchez rechazó cualquier pacto con el Partido Popular, a nivel municipal
y autonómico, dando mucho poder a Podemos, con la esperanza de atraerlos hacia
sus posiciones. No ha sido así, como se ha visto al cabo de un año y medio. Y
este pacto, con Podemos, ha atado al PSOE que en estos momentos tiene mucha
menos libertad de movimientos.
En definitivas, las siete causas que han llevado a la caída
de Pedro Sánchez, han sido:
1)
La mayoría absoluta del PP que gestionó de modo
muy autoritario Rajoy;
2)
La continuada pérdida de votos del PSOE,
especialmente en favor de Podemos;
3)
Incitar al castigo y hasta odio a la derecha;
4)
Enrocarse en el poder tras sacar cada vez los
peores resultados electorales desde mayo de 2015;
5)
No haber presentado políticas y alternativas, más
que el “no” al PP;
6)
Haber hecho seguidismo de Podemos y mantener una
política ambigua en relación a los independentismos,
7)
Desoír la voz de los votantes en favor
exclusivamente de los militantes, considerados únicos propietarios del partido.
En 40
años de democracia no hemos sabido superar la dicotomía derecha-izquierda
presentándose como amigos-enemigos. No aprendemos nada.
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