El barco del futuro de Convergència Democràtica de
Catalunya, cuyo timonel quiere ser Artur Mas, navega en alta mar entre
ventiscas, tifones y huracanes. La refundación del partido, cuyo congreso se
celebra este fin de semana, carece de rumbo, de ideología. Es muy difícil que
el discípulo más aventajado de Jordi Pujol pueda conducir un partido nuevo que quiere hacer olvidar el
pujolismo.
Lo primero a destacar es que el nombre del partido
(MesCatalunya y Catalans Corvergents) propuesto por la dirección que preside
Artur Mas (que se guardó secreto para destaparlo con sorpresa el primer día
del congreso) ni siquiera fue puesto a votación ante el alud de críticas que
tuvo, incluso la de Xavier Trias, a quien correspondió la penosa obligación de
enterrar a la vieja Convergència fundada por Jordi Pujol, hace 41 años en
Montserrat. ¡Qué fácil sería poner el nombre de Partit Nacionalista de
Catalunya! Pero desde el "procés", en CDC todo es muy complicado.
Nuevamente Artur Mas se ha equivocado, no solo al proponer
los nombres, sino en querer que se vote una dirección con los nombres cerrados
(es “poco democrático” dijeron los congresistas que piden el voto sobre cada
miembro de la nueva dirección).
Además, establece la incompatibilidad entre los cargos en el
partido y los cargos institucionales, lo que ha levantado ampollas, pues
Convergència es cada vez más un partido de cuadros, que el 26-J que perdió
85.000 votantes desde diciembre. También está cuestionada la nueva estructura
del partido.
Artur Mas planteó el nuevo partido, en su discurso
inaugural, como independentista, que camina para conseguir que Catalunya sea un
estado independiente dentro de Europa.
“Zarpa –dijo-- un nuevo barco rumbo a Ítaca en una travesía
agotadora”, pero que llegará a un “puerto de aguas tranquilas, libres y
prometedoras de un gran futuro”.
El viaje a Ítaca, me recuerda al poeta griego Konstantinos
Kavafis, quien a principios del siglo pasado escribió su “Viaje a Ítaca”: “Cuando
emprendas tu viaje a Ítaca/pide que el camino sea largo/ lleno de aventuras,
lleno de experiencias/ no temas a los lestrigones n o a los cícloples/ ni al
colérico Poseidón…”. (Los lestrigones en la mitología griega son gigantes
antropófagos). El problema es que Ítaca hoy es una pequeña isla griega del mar
Egeo, además de un lugar mitológico narrado por Homero en la Ilíada y la
Odisea.
Mitología aparte –también es mitológico el paradisíaco puerto
de Ítaca—lo cierto es que zarpa un barco con rumbo desconocido, mitológico,
virtual, sin tocar de pies al suelo y con una caída permanente de sus apoyos
electorales.
Muchos votantes catalanes, y nacionalistas, hoy están
huérfanos porque el centro catalán que representaba Convergència i Unió, ha
desaparecido, porque Artur Más lo ha liquidado y ha huido hacia el
independentismo romántico.
En el congreso que empezó el viernes, frente a Artur Mas --
que forma tándem con su principal devota política, Neus Munté, actual portavoz
del gobierno de Puigdemont-- se presentan, o quieren presentarse dos
candidaturas, una también independentista encabezada por Josep Rull, y otra más
integradora de fuerzas no independentistas, encabezada por el ex conseller de Justicia
implicado en una presunta conspiración para sustituir a Mas, Germà Gordó.
Carles Puigdemont se queda en la presidencia de la Generalitat, sin optar a
cargos en el partido, que de otra parte no podría si se aceptan las incompatibilidades.
Convergència era un partido en el que prácticamente no había
críticas internas, mientras la sombra de Pujol planeaba sobre el partido. Pujol
era el padre, el ejecutor, el amo del partido, y ejercía un liderazgo
indiscutible e indiscutible e indiscutido. Artur Mas carece de este liderazgo y
ha situado el partido en pérdida permanente de vitos. Ahora ya es el cuarto
partido de Catalunya en votos, a solo 20.000 votos del PP. Eso hace que las
aguas del congreso de refundación estén tan revueltas.
Hay un punto no aclarado: ¿y si “aconsejan” a Artur Mas que
se vaya? Mas ya no controla Catalunya, pero tampoco su partido.
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