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El embrollo del Bréxit: los responables del Bréxit abandonan el barco


El Bréxit ha conseguido dos cosas: primero aparcar el referéndum como método porque no es lo democrático que se creía para resolver problemas internacionales (por ejemplo salir o no de la UE, declarar un secesionismo unilateral, etc.), pues las pasiones nacionalistas pasan encima de las razones y donde las grandes mentiras son más creídas que las verdades.

Segundo, un referéndum para una decisión tan compleja requiere tener un “plan B” bien articulado, para salir de la Unión Europea.

No hubo nada de eso. Es más, en Gran Bretaña, los líderes del Bréxit, una vez ganado el referéndum, se han ido a su casa: es el caso de Boris Johnson y de Nigel Farage, ambos demagogos y embusteros. ¿Había un pan B? No. Y David Cameron  ta,biénm abandona el barco siendo el gran responsable por prometer un referéndum prometiendo a los europeos que lo ganaría. ¿Quién sacará ahora a Gran Bretaña de la UE? “Yo no”, han dicho los tres líderes que han dimitido de sus cargos. Han dejado la patata caliente para otros. Para sus sucesores.

Lo nunca visto: Johnson y Farage ganan un referéndum y abandonan la primera línea de la política: “Ya lo arreglarán otros”. Y habría que preguntarse: ¿Quiénes? ¿Tal vez muchos de los que no quieren ni creen en el Bréxit? ¡Cuánta irresponsabilidad y cuánta incompetencia!
Los ganadores del referéndum han dejado a Gran Bretaña al albur de gente hoy desconocida. Lo mismo pasa en el partido Laborista. Su líder no es querido por su grupo parlamentario por “tibio” en el referéndum.

He podido hablar con algunos que viven en Londres o que están mitad en Londres y mitad en Barcelona. “Estamos desconcertados”, dicen todos. Nadie sabe cómo enfocar la “desconexión” de Europa.

De momento, las bolsas de Londres y Frankfurt  se van a fusionar (la City pierde su glamour financiero), las instituciones comunitarias que se encuentran en el Reino Unido se las rifan los estados miembros, entre ellas la Agencia Europea del Medicamento, que ya tenía que haber ido a Barcelona desde el principio. Miles de británicos trabajan en las instituciones europeas y que tal vez engrosen las cifras de paro del Reino Unido. La decadencia inglesa sigue su curso.

Y los autores de esta pifia, de este embrollo, dicen: “que lo arreglen otros, los que vendrán detrás”. ¡Qué mal lo ha hecho Cameron! ¡Qué pena me daba su esposa cuando entró en Downing Street, 10, después que su marido anunciara su retirada! Tuve la sensación de que si hubiera escuchado a su mujer, Cameron a lo mejor no convoca el referéndum.

Según informó la BBC, dos días después del referéndum, un 7 por 100 de los partidarios del Brexit decían que se habían equivocado. Otros quisieron sumar firmas (casi tres millones) para convocar otro referéndum (imposible, no se pueden hacer referéndums cada dos meses). La suerte estaba echada.

Y Nigel Farage calificó de “error”, y por tanto de falsa, la cifra de los 350 millones de libras esterlinas que iban todas las semanas de Londres a Bruselas para pagar los despilfarros e ineficiencia de la UE. Él es eurodiputado y lo sabía, pero el eje de su campaña era ese. Se retractó en el programa Good Morning Britain de la ITV. No sé cuál puede ser su epitafio el día que Dios se lo lleve a la otra vida.

Pero es más: Escocia se quiere ir del Reino Unido, lo mismo que Irlanda del Norte. Escocia necesitaría un referéndum que Londres no se lo va a conceder, e Irlanda del Norte debería unirse a Irlanda, que ya es miembro de la Unión Europa, recomponiendo de este modo la territorialidad de la isla. Esto puede ser muy problemático para Londres. “Estamos desorientados”, dicen mis amigos de Londres.

Que los referéndums están de baja en Europa –especialmente los secesionistas—lo puso de relieve en discurso de Manuel Valls, presidente del Gobierno francés, ante el parlamento de Córcega: “En Francia solo hay y habrá una lengua, el francés”, dijo. Además, nada de liberar los presos políticos corsos; nada de reconocimiento de una mayor autonomía para Córcega, y ningún paso para que la isla de Córcega figure en el texto de la Constitución francesa. ¡Vaya, pues, con el catalán afrancesado!


¿Y el Bréxit catalán, bautizado como Catéxit? Pues cada vez con mayor desencanto. Los independentistas --que en absoluto han dejado de serlo-- ven cada vez más lejana su independencia, al menos la pactada. La no pactada (antes se llamaba DUI y ahora RUI, y dentro de dos meses vaya a saber cómo) existe solo sobre el papel. No está en la realidad política. Una cosa es cierta: el actual presidente Puigdemont habla con todo el mundo e intenta buscar acuerdos, algo que no sucedía con Artur Mas que hablaba solo con los suyos, los independentistas. 

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