La solicitud y desvelos del papa Francisco en favor del diálogo y la paz en América Latina, así como la atención y la caridad hacia los pobres y más pobres del subcontinente americano, es tema permanente en el papa Francisco.
El Papa es consciente que si Dios -por medio de los cardenales que eligieron- lo puso al frente de la Iglesia católica fue, entre otras cosas, por su condición de cardenal de Argentina y por extensión de América Latina.
A diario las oraciones del Papa van por aquellas gentes deseosas de escuchar la Palabra de Dios a través de su representante en la Tierra, una palabra de alivio, de paz forjada en el diálogo entre todas las gentes.
Se trata de un diálogo que no puede encubrir ni ocultar la injusticia, la libertad, los derechos humanos y la atención hacia los más pobres y necesitados. El Papa ha mantenido fuertes críticas contra las oligarquías del dinero, de la droga, de la explotación del hombre y ha condenado con dureza la corrupción.
Francisco busca cualquier pretexto para conversar con aquellas gentes, con sus gobernantes, con las familias de los más menesterosos, y al mismo tiempo proclamar a los cuatro vientos la necesidad de un mayor entendimiento entre los pueblos, la erradicación de la violencia, de la corrupción y del uso de la fuerza, construyendo puentes para un diálogo fecundo, sincero y eficaz.
Sus viajes a los países americanos son testigos de esta prodigalidad hacia los pueblos americanos. Francisco ha visitado Brasil, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Estados Unidos, México y Cuba.
Recibe en audiencias públicas o en encuentros ocasionales a numerosos grupos de familias o instituciones de aquellos países, así como autoridades que van a Roma procedentes de América Latina.
Es cierto que el Papa no ha visitado todos los países latinoamericanos. Faltan Perú –que dijo que visitaría en 2016, junto con Panamá, y países centroamericanos, aunque no está confirmado– y especialmente Argentina, Uruguay, Chile y Venezuela.
El papa Francisco ha contribuido a dar a los conflictos de los países americanos un mayor relieve e interés internacional, por su personal solicitud y cercanía hacia estos países.
Ahí están los conflictos de la guerrilla en Colombia, la sucesión de los Castro en Cuba y las relaciones con los Estados Unidos, la crisis profunda de Venezuela que vive con una carestía muy difícil de soportar, la crisis del Brasil un país que vive en medio de la corrupción y de la inestabilidad institucional, la crisis del kirchnerismo y post kirchnerismo en Argentina, la crisis de las mafias de la droga en distintos países, especialmente en México, la corrupción generalizada en muchos países que no hace más que alentar la pobreza, y un largo etcétera.
Estos días, el corazón y el pensamiento del Papa se dirigen a Venezuela y al Brasil, donde se está viviendo un momento muy complicando por su fuerte crisis institucional (el “impeachment” de la presidenta Dilma Rousseff) junto con la fuerte crisis económica que siempre revierte en contra de los que menos tienen, de los pobres.
El papa Francisco no toma posiciones políticas de partido, pues quiere ser el Papa de todos, y tal vez por eso muchos no entienden que reciba a personas o grupos de todas las posiciones para “escucharlos”, pero escuchar no es compartir.
En las audiencias de los miércoles en Roma, en su trabajo de cada día, en sus oraciones personales y públicas, el Papa vela por América Latina. Esto se palpa desde Roma con mucha nitidez. Está convencido que la violencia, las crisis políticas y sociales, la justicia, el diálogo y la paz, vendrán de la mano de Dios y también de la mano de María, la madre de Jesús, que intercede siempre por aquellos pueblos, desde México (la Virgen de Guadalupe), Brasil (la Virgen de la Aparecida), y hasta Argentina (la Virgen de Luján) a las que tanta devoción tiene el Papa a todas ellas, pues ha puesto bajo su intercesión y protección los problemas de toda América y del mundo.
¿Conseguirá el Francisco el diálogo, la paz y la concordia entre los pueblos latinoamericanos? Solo Dios lo sabe.
El Papa pone todos los medios, espirituales y materiales, para que así sea, a fin de que la Misericordia Divina, especialmente en este Año Santo, interceda a favor de los pueblos americanos. El primer Papa de América Latina bien merece que se avance por los caminos de la paz y el diálogo en el continente.
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