Me piden que escriba sobre la situación política española
cuando han corrido ya ríos de tinta sobre el tema. Por lo menos, la mayoría
de análisis han sido destinados más a hacer política que a analizar la
cuestión, porque hay comentaristas a los que no les interesa informar, sino
influir en la opinión.
Vamos al grano. El eje central sobre el que ha girado toda
la política en esta legislatura de 110 días –porque así lo quisieron los
electores del 20-D – ha sido el Partido Socialista, el PSOE. Es imposible hacer
un gobierno en España sin el PSOE, si contamos los escaños del Congreso de los
Diputados, del mismo modo que es imposible hacer una reforma constitucional sin
contar con el Partido Popular, que además tiene mayoría absoluta en el Senado.
El problema del PSOE es que ha perdido muchos votos hacia su
izquierda, en favor de Podemos, y no quiere dejar a este partido con el
monopolio de la oposición. Gobernar comporta un desgaste, y más cuando se
comparte gobierno con la derecha. Las utopías de Podemos se pondrían todas en
pie ante medidas necesariamente impopulares que deberá tomar el próximo
gobierno, como la reducción del déficit presupuestario. Con las cifras se hace
mucha demagogia, porque la opinión pública no conoce con suficiencia las leyes
y los números.
A Pedro Sánchez, con independencia de sus fobias personales hacia
Mariano Rajoy, no le quedaba otra salida que negociar con Podemos, y si había
que esquivar o aparcar a los independentistas, necesitaba de Ciudadanos. Ahora
Podemos le ha dado un portazo y todo parece indicar, como ya se indicaba cuando
fracasó Pedro Sánchez en su investidura, que no hay más remedio que volver a
llamar a las urnas, el 26 de junio.
A Sánchez y al PSOE no interesa por lo tanto el pacto a
tres, o la “gran coalición”, que también propone Albert Rivera aunque sin Rajoy
(dijo en el pleno de investidura de Sánchez). No se entienda que se pueda pedir
el cambio de líder en un partido, sea el que sea, de la noche a la mañana, sin
celebrar congresos, y sobre todo actuando al servicio de lo que pide el cuarto
partido que sacó 40 diputados sobre 350. Eso es de aprendices.
Y ahora, ¿se acercarán PP y PSOE? Ya no se puede marear más
la perdiz. Si Sánchez ha dicho “no” tres, cuatro y cinco veces al Partido
Popular, no puede decir ahora, con una pizca de coherencia, que quiere negociar
un gobierno presidido por Mariano Rajoy. Sería como la cuadratura del círculo.
De momento, Pedro Sánchez ha conseguido desgastar un poco a
Podemos, partido demasiado nuevo e internamente demasiado problemático –es la
suma de muchos partidos, siglas y partidillos—hasta el punto que está sufriendo
divisiones y crisis de liderazgo territorial en toda España.
Quedan por delante dos meses y medio de campaña electoral.
¿Servirá para una mayor madurez política de los españoles? No lo creemos,
porque la madurez llega con los años y no se alcanza con una campaña electoral,
y menos después de haber vivido ya tres campañas el año pasado. Los españoles,
como todos los electorados, deberían saber que los gobiernos no pueden dar
duros a cuatro pesetas, y gobierne quien gobierne, al final tendrá que batir el
cobre con los números que le marcarán desde la Unión Europea, desde Bruselas.
¿Y el déficit? Recortar 25.000 millones de euros no va a ser
nada fácil. Ahora todos se han escandalizado de que el déficit público cargara
sobre las autonomías. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en un año, como
el 2015, con elecciones autonómicas y municipales, además de generales, las autonomías
y los municipios gastaron más, como lo hizo también el gobierno central.
Lo que pasa es que Bruselas aprieta, y con un gobierno en
funciones poco se puede hacer. Menos mal que en 2015 se aprobaron los
Presupuestos Generales del Estado para 2016 (fue un acierto, sin duda, que ha
permitido vivir esta interinidad con presupuestos aprobados). La máquina del
Estado no se ha parado.
Sin duda, para las próximas elecciones habrá que contar con
una mayor abstención, porque el papel que han hecho los partidos y sus líderes
ha sido un poco penoso, viendo cómo cada uno guarda su parcela como el perro
del hortelano, sin importarle demasiado el bien de los españoles. Esto ha provocado
cansancio, que es la causa de que los electores (algunos) también se cansen de ir a votar.
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