
El problema para la formación de un nuevo gobierno en España
está siendo enrevesado, obstaculizado, zigzagueado, vetado, y no sé cuántas
cosas más. Si la política es el arte de lo posible, y no hay política en serio
(democrática) sin diálogo, lo que ocurre en España empieza a ser kafkiano.
Poniendo las cartas sobre la mesa, resulta que no es posible
un gobierno reformista sin la concurrencia del PSOE ni del Partido Popular. Si
somos serios, entenderemos, más allá de la palabrería de Sus Señorías, que no
es posible –por aritmética parlamentaria-- un gobierno con reformas (y entre
ellas la reforma constitucional) sin el consenso entre los dos grandes partidos
PP y PSOE. Pero son partidos que perdieron muchos votos, porque el pueblo
español decidió que los gobiernos, al menos en esta legislatura, se hicieran
con pactos, con acuerdos, con consensos.
¿Por qué no es así? Desde el primer momento Pedro Sánchez
dijo que no pactaría con Mariano Rajoy ni con el Partido Popular, y al mismo
tiempo admitió que no es posible hacer un gobierno de izquierdas con Podemos,
porque “no salen los números”, pues no quiere pactos con los independentistas.
Entonces, ¿con quién quiere hacer gobierno?
La aportación de Sánchez es su acuerdo con Ciudadanos, que
le ha venido muy bien a Albert Rivera, para situarse en el centro político y
quitarse un poco la etiqueta de ser la “longa manus” o el “alter ego” del PP. También
a Sánchez le vino bien, parapetándose detrás del acuerdo con Ciudadanos para no
pactar con Podemos y salvarse en el próximo congreso del PSOE en mayo. Un pacto
con los independentistas catalanes hubiera roto al PSOE.
A Albert Rivera le llaman el señor del Ibex-35, porque
–dicen—representa los intereses de las grandes empresas que cotizan en la Bolsa
española. Albert Rivera también ha dicho que no pactará con Mariano Rajoy,
aunque sí con el Partido Popular. Y pidió que Rajoy abandonara. Lo dijo en mal
momento, pues el PP ha cerrado filas con Rajoy. Si Rivera quiere echar a Rajoy
lo peor es decirlo en la tribuna del Congreso de los Diputados.
Así tenemos que, por una parte, no puede hacer gobierno el
PP, presidido por Rajoy, porque no lo quiere el PSOE ni Ciudadanos. Los poderes
fácticos –la banca, el Ibex-35 entre otros poderes—tampoco quieren a Rajoy de
presidente. Lo han dicho por activa y por pasiva. Además, a Rajoy, por si no se
había enterado, le metieron debajo de la mesa la bomba de la corrupción de
Valencia y de Madrid, en plena formación de Gobierno en España. ¡Cuesta apearse
del poder!
¿Y el Rey? ¿Alguien sabe lo que quiere el Rey? “Yo sé bien
lo que he jurado”, dijo Felipe VI. El Rey no se va a salir ni una línea de la
Constitución en su actuación pública, pero esto no quiere decir que no lance
mensajes a nivel personal y privado. La manera tan segura con que Sánchez y
Rivera afirman que “Rajoy no”, es que deben tener alguna inspiración áulica. No
jugarían tan fuerte.
El Rey ha recibido ahora un “aviso”, con los mails
intercambiados con su amigo de la infancia Javier López Madrid, imputado
(investigado) por las tarjetas black
de Bankia. El Rey ha roto con López Madrid, yerno de Juan Miguel Villar Mir, tras
conocerse el SMS de la reina Letizia. En el chat filtrado del 14 de octubre de
2014, doña Letizia expresa al empresario, y en aquel momento amigo, su apoyo y
su cariño tras conocerse que éste estaba implicado en el escándalo de las
tarjetas black.
Estas filtraciones no ocurren por casualidad. Rajoy no se
fía del Rey. Primero, el Rey ofreció a Rajoy la Investidura, pero este vio que
era un dardo envenenado porque fracasaría al no tener los votos requeridos.
Después, fracasado Sánchez en sus dos intentos, Rajoy esperaba que fuera
llamado por el Rey para que formara gobierno, pero no ha sido así. El Rey --desde
nuestro punto de vista con criterio-- ha preferido esperar hasta después de
Semana Santa a que los partidos se pongan de acuerdo.
Hoy, Mariano Rajoy está con la cuerda muy floja, a pesar de
lo mal que lo han hecho Sánchez y Rivera de quererlo echar por la borda a las
bravas. Hay que ser más delicados, Señorías, y las cirugías delicadas requieren
bisturís muy finos. Ahora Rajoy tiene el apoyo del partido --de momento-- gracias
a la falta de oficio –no diría estultez-- de sus dos jóvenes contrincantes.
Y preguntamos ¿el Rey piensa en Rajoy? Por todo lo dicho
antes no parece que Felipe VI abrigue simpatías por Rajoy, pues, aun desde el
punto de vista generacional, le convendría un cambio en la jefatura del
Ejecutivo, como hizo su padre, el rey Juan Carlos cuando nombró a Adolfo Suárez.
Arias Navarro tampoco duró mucho de presidente del Gobierno con dos “reyes” o
jefes de Estado. El Rey no volverá a proponer a Rajoy a menos que se avenga el
PSOE. Muy difícil. Rajoy tiene un calvario por delante.
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