
En definitiva la CUP ha
dicho hoy, tal vez más claro pero no más alto, que no quieren a Artur Mas, y
que si Junts pel Sí quiere un acuerdo que pongan a otro candidato. Y Mas dijo
hace pocos días que la CUP “no tenía fuerza suficiente para cambiar un
presidente”. Se equivocó. Pero Artur Mas ya lo ha dicho todo y lo contrario de
todo. Es un caballo perdedor. Es doloroso, pero es así: situado al frente de la
política no ha hecho más que retroceder en apoyos y dividir lo que tocaba.
Artur Mas ha sido un obstáculo en el proceso más que la solución, como se ha
visto. ¿Qué nos espera ahora? Nuevas elecciones en las que las encuestas dicen
que ganará Podemos, o mejor dicho el Podemos de Ada Colau, como las ganó el
20-D.
La decisión de la CUP ha
demostrado claramente el fracaso de la formación de Junts pel Sí, la coalición entre Esquerra Republica y Convergència
Democràtica para construir la independencia de Catalunya. No solo no consiguió
ganar el plebiscito, sino que la coalición ha sido incapaz de elegir un
presidente. El cabeza de lista de la CUP, Antonio Baños, un intelectual
independiente, ha anunciado ya que dimitirá. Él esperaba hacer la independencia
en esta legislatura. Se equivocó.
Un dato de interés es la
actitud tranquila de Esquerra Republicana durante todo el proceso de
negociación con la CUP. Oriol Junqueras veía clarísimo que Artur Mas estaba
cada vez más quemado y se reducían sus posibilidades. Ahora ha dicho que “no
nos rendiremos”. ¿Qué papel se habrá reservado?
El “no” de la CUP a Artur
Mas pone de manifiesto, según los socialistas, que el “procés” hacia la
independencia era más un proceso a hacer president a Artur Mas y mantener en el
poder a lo que ha sido el pujolismo. Y toda la oposición, incluidos Ciudadanos
y PP, además del PSC, apunta a Artur Mas como principal, si no único,
responsable de lo que ha ocurrido. Lluís Rabell, de “Catalunya Sí que es Pot” ha dicho que la
CUP ha mantenido la palabra dada y “es necesario formar una mayoría de progreso
que haga posible el rescate ciudadano, el proceso constituyente y el
referéndum”.
Por parte del independentismo se observa
una gran decepción, una “tristeza” dicen muchos en las redes sociales, al no
haber conseguido su objetivo a pesar de tener “una mayoría parlamentaria
independentista”, y de haber abrigado muchas ilusiones y una enorme confianza
en el resultado de las urnas del 27-S.
Con especial tristeza estaba la
presidenta del Parlament, Carme Forcadell, la otrora líder indiscutible de la
Assemblea Nacional de Catalunya y por lo tanto del independentismo catalán. La
que enardecía a las masas. Es probable que pase a la historia como la
presidenta de un Parlament que no supo ni pudo elegir a un presidente. Y por lo
tanto un gobierno de la Generalitat. Un único caso en la historia. En Catalunya
los hitos históricos se marcan a velocidad de vértigo desde hace tres años.
Al conocer el “no” de la CUP, Carme
Forcadell ha escrito en su twitter que esperaba que “la CUP al final nos
ayudaría” y ha sentenciado: “Me equivoqué y de
mucho”. De no proponer otro candidato, el Parlament quedará disuelto
automáticamente el 10 de enero próximo. Dentro de una semana. Los
independentistas deberían cuidar poner a políticos al frente de sus
candidaturas, y no idealistas, ilusionistas e ilusionados.
Artur Mas ha terminado su carrera
política. Dijo que para alcanzar la independencia no sería él
personalmente ningún problema, no tenía
ambiciones personales. Pues bien, él ha sido el problema. Catalunya lleva ya
cinco meses sin Gobierno, contando desde el día de la disolución del Parlament
a primeros de agosto.
Y si en Catalunya se inicia un proceso
electoral, se paralizaría otro que pudiera tener lugar en España en caso que
los pactos no fueran posibles.
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