(Aleteia)
Un piropo es una galantería, un cumplido, un halago, una lisonja que va
dirigido a una mujer para exaltar su persona, su belleza. ¿A qué mujer no le
gusta que se le diga que está muy guapa? Lo que ocurre es que la
mujer está siendo peor valorada en la sociedad actual y solo es contemplada por
una buena parte de los hombres como objeto de deseo. ¿Tendrá que ver con ello
la ideología de género? Ese ya es otro tema.
No confundir los piropos, con las
expresiones groseras, bastas, soeces, bajas, en definitiva maleducadas, molestas
y desagradables, que hieren la intimidad de la mujer. Prohibir o “erradicar”
los piropos me parece una solemne tontería, cuando estos son galantes,
delicados e ingeniosos. Sí que podrían rechazarse socialmente (no penalmente)
las expresiones desagradables que ofenden a la mujer, como apunta Ángeles
Carmona, presidenta del Observatorio de la Violencia Doméstica y de Género
español, dependiente del Consejo General del Poder Judicial (¿influida por la
ideología de género?).
Y no solo en España. En América
Latina se usa y hasta “se abusa” del piropo, que provoca más rechazo que
aprecio. Según Soledad Cutuli, antropóloga e investigadora argentina del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), no existe
lado “positivo” en el piropo.
El piropo es una lisonja, un
requiebro, dice la Real Academia. ¿De qué hay que tener miedo? Una mujer que
pasa por la calle y nadie la mira, ni siquiera otras mujeres, es una
frustración. No son creíbles aquellas mujeres que dicen (en las webs
feministas) vestirse de una manera “porque así me gusto más” y no para que
“los/las otros se fijen en mí”. Una mujer se viste para las dos cosas, para ir
a gusto y para que los demás se fijen en ellas. Si no ¿qué significado tiene
presumir? Es tener un cierto atractivo. El piropo utiliza, además, un lenguaje
creativo, metafórico, enriquece al lenguaje.
La palabra piropo viene del
griego “pyropus” que significa “fuego rojo”, y aparece ya en el libro
del Cantar de los Cantares. Se popularizó mucho en la época de los trovadores y
después, en la Edad Moderna y en los siglos XIX y XX, si bien en la segunda
mitad del S. XX empezó a estropearse la elegancia, el buen sentido para
deslizarse hacia las insoportables frases horteras y de mal gusto.
Vivimos
en una época en que el léxico, las palabras, están siendo manipuladas
concediendo significados nuevos que no están admitidos por las academias, y su
uso solo está admitido por las alegorías, metáforas y leyendas a la moda, o son
palabras o frases que tienen un doble sentido y un sobre entendimiento.
Si
tomamos las palabras en su exacto sentido, un piropo es una galantería y por lo
tanto es algo agradable a quien lo escucha. A una mujer le gusta que le realcen
su belleza o su persona: “¡Qué guapa y joven estás!”. ¿Vamos a decir que esto
es delito? No. Un piropo dicho con salero y gracia no puede ser delito. El “delito”
entre comillas es cuando compañeros de trabajo o de la escuela o universidad, o bien hombres de la calle, hacen alarde de
insinuaciones o palabras hieren la intimidad de la mujer como persona viéndola
como un simple objeto sexual.
Tradicionalmente
no se han considerado “piropos” –las mujeres no los consideran tales-- los que
lanzan desde el andamio los albañiles a las chicas que pasan por la calle.
Tampoco son piropos los que dicen los chicos zafios, malhablados y maleducados
que nunca han entendido lo que realmente es una mujer y cuyo lenguaje resulta
molesto. Los buenos modales hay que apoyarlos públicamente, especialmente por
parte de los medios de comunicación, las series de las teles y las radios, la
publicidad que solo utiliza la mujer como objeto, los cines y las escuelas, y
de modo muy especial en las familias.
¿A
quién molestará, pues, un piropo elegante y fino? Para erradicar el lenguaje
soez y barriobajero no será nunca válido el Código Penal; la solución será cuidar
el lenguaje en las familias, en las escuelas, en el trabajo y en las reuniones.
Las ideologías de género se han comido bastante los buenos modales entre sexos
y en parte la elegancia, la distinción y la caballerosidad.
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