Se ha
roto el consenso soberanista y Mas se apoya ahora en ANC (Assemblea Nacional de
Catalunya) para conseguir forzar a Esquerra ir juntos. Y a este ir juntos ERC y
CDC (sin Unió de Duran Lleida) se le llama en Catalunya elecciones
plebiscitarias, que no lo son. La manifestación del domingo día 19 en la Plaza
de Catalunya de Barcelona pidiendo “unidad” (de ERC y de CDC) no fue ni mucho
menos masiva, a pesar de la multiplicación de panes y peces que hace el
Ayuntamiento de Barcelona (gobernado por CiU) hablando de 100.000 personas.
En esta manifestación ANC y Òmnium Cultural pidieron
“elecciones plebiscitarias” antes de tres meses, para conseguir más del 50 por
ciento de los votos o de los diputados e ir hacia la independencia. La ANC, la
Assemblea Nacional de Catalunya, la preside Carme Forcadell, mujer que ha sabido poner a la calle tres años consecutivos a centenares de
miles de catalanes. El pasado 11 de septiembre gritó de “¡Votarem!, ¡votarem el
dia 9!, ¡votarem i guanyarem!”. De momento el 9-N no se vota o se vota en falso
(sin censo y con voluntarios). Artur Mas tiene la alternativa –que no va a
utilizar-- de aprobar los presupuestos de 2015 con el partido socialista (PSC),
de Miquel Iceta, deseoso de no adelantar las elecciones para no darse un
batacazo electoral.
En
cualquier caso muchos preguntan qué pasará con el adelanto electoral, es decir
si resolverá la inestabilidad política catalana o Catalunya será ingobernable
dada la dispersión de votos y de
partidos y se registrará una sopa de letras en el Parlament. Elecciones
plebiscitarias es una carta que se ha sacado Artur Mas para liderar la futura
legislatura con su camino hacia la independencia, pues solo no lo conseguiría
ya que ERC le superaría en votos. Ahora Mas ya no cuenta con Unió Democràtica
de Duran Lleida, pero sí cuenta con el aparato funcionarial y de altos cargos de
la Generalitat cuya vida política, y hasta profesional, depende en estos
momento solo de Artur Mas.
Según Mas, el enemigo no es ya
Mariano Rajoy o Tribunal Constitucional, es el Estado español, con todas sus
instituciones, empezando por las Cortes que han manifestaron su oposición a que
Catalunya celebre una consulta en la que se hablara de independentismo (el
“Si-Si”). Oriol Junqueras, al igual que Artur Mas, creían que si contaban con
el mundo de la cultura a favor, la prensa, la masa social de la calle y con parte
de las pequeñas empresas, la independencia caería como pera madura.
No es así. La política es más compleja
y hacer un órdago al Estado (que así es en estos momentos) no puede acabar bien
para nadie. Además, las encuestas dicen que la independencia no consigue la
mayoría del 50 por ciento de los ciudadanos. Es tropezar dos veces con la misma
piedra, como Companys en el 1934. Y lo saben, y lo sabían. Nadie les apoya en
el exterior y la prensa internacional ya ve que los deseos independentistas tenían
una hoja de ruta sin los pies al suelo. Ahora se juega todo a una carta. Los
independentistas (ERC y CDC) han de formar gobierno solos, porque son sumandos
que no suman con otras formaciones no independentistas.
Después del 9-N no hay nada escrito. Si hay
elecciones anticipadas, que serían para finales de enero o primeros de febrero,
de los cuatro partidos pro-consulta, tres pierden votos y no pocos:
Convergència i Unió, ICV-Verds y la CUP
(el PSC y la CUP pierden votos hacia Esquerra y “Podemos” (Podem) o su marca blanca “Guanyem” (Ganemos)
de Ada Colau) y solo gana votos Esquerra Republicana, aunque sin poder gobernar
en solitario. Esquerra solo podría gobernar teóricamente –está por ver- con los
votantes de Artur Mas y CDC y tal vez (dudoso) con ICV, los eco-socialistas. ¿Es
así como quería José Montilla (PSC), el táctico, que acabara su tripartido que
con tanta ilusión forjó para romper el pacto CiU-PP?
El problema no acaba ahí, sino
que el nuevo gobierno tendría una oposición incapaz de ser una alternativa de
gobierno: PSC y PP no se han entendido nunca, y Alicia Sánchez-Camacho (PP)
está más que amortizada. Vistas así las cosas, el problema catalán no consiste solo
en que el independentismo llegue al poder, sino en que el independentismo no tiene
alternativa política ni a corto ni a medio plazo. La oposición al
independentismo está hecha pedazos, y una parte de ella está muy radicalizada. Y
además de un problema catalán sería un problema español que se enfrentará a un
independentismo permanente, callejero, bullicioso, populista y tensionado, sin alternativa política. Ahora
Rajoy dice que quiere hablar después del 9-N.
¿De qué se puede hablar si no hay
alternativa política al independentismo?
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