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Excálibur, vida y muerte del perro del ébola




                Ha vuelto otra vez Excálibur, que se había perdido en un lago medieval británico del reino de Camelot gobernado por el Rey Arturo. Esta vez ha venido envuelto de misterio,  angustia, zozobra y protesta ante la aparición y muerte de Excálibur, el perro presuntamente portador del virus ébola. Nunca un perro ha tenido los honores de las portadas de todos los medios, ni nunca ha tenido tantos y agitados defensores de su vida. Y el perro, inocente él, nunca supo por qué.

                Fueron 350.000 personas que en pocas horas firmaron la amnistía de Excálibur, frente al auto del juez de Madrid que lo condenó a muerte, permitiendo la entrada de la policía en el domicilio de la afectada por el virus ébola. Desde el balcón ladraba gemidos de soledad Excálibur.

                Hubo fuertes enfrentamientos con la policía delante de la casa de Excálibur y de sus dueños: Teresa Romero contagiada por el ébola y su marido Javier Limón. Los enfrentamientos terminaron con dos heridos. Una mujer se lanza al capó de la ambulancia veterinaria que llevaba a la muerte al desafortunado Excálibur.

               Pero ¿por qué el nombre de Excálibur?  A los perros se les pone a veces nombres de historias y leyendas. Este es el nombre de la espada mítica del legendario Rey Arturo, la espada que hacía invencible al Rey Arthur, defensor de su reino Camelot junto a sus caballeros de la Mesa Redonda. Es Excálibur la espada de las mil leyendas del Medioevo en Britania, y tal vez en la itálica Toscana donde se conserva una espada clavada en una piedra (Siglo XII). Excálibur es un nombre mítico, heroico, mágico.

                Excálibur, perro o espada, ha te nido el fervor de muchos. La espada lo tuvo de los habitantes del reino de Camelot y del propio rey Arturo, y el perro ha tenido el fervor y defensa de centenares de personas que gritaban embravecidos “¡asesinos! ¡asesinos!” a quienes se llevaban al pobre perro camino de la muerte. ¡Tan importante es la vida y la  muerte de un perro sospechoso de ser portador del virus africano!

                No sabemos si habrá un funeral con todos los honores caninos para el desdichado perro, dado que han empezado en España, como en otras partes del mundo más desarrollado, los funerales y entierros en cementerios “ad hoc” para los perros, perritos y perritas más queridas de sus dueños y dueñas. Son los canes que habían atenuado la soledad en la vida de ellos. ¡Cuánto vale un perro en el mundo occidental! Hay en España muchas muertes violentas, especialmente de mujeres, que solo merecen un pequeño silencio delante del ayuntamiento donde murieron. ¡Y hay tantas otras muertes violentas cerca y lejos de nosotros!

                Excálibur era un perro bueno, cariñoso, que se había quedado solo y con sus gruñidos desde el balcón de su casa lloraba su soledad. Soledad del perro que no sabe por qué se quedó solo. Triste final para Excálibur que murió sin leyenda, sin saber por qué. Aceptó mansamente ir al patíbulo, por orden de un insensible juez de Madrid que al parecer nada sabe de canes.

                Extraña raza humana que levanta monumentos y adhesiones ante perros presuntamente contagiados de virus y condenados a muerte, y al mismo tiempo esta raza humana es tan insensible al dolor por el abandono y soledad que sufren las personas mayores, o la soledad y abandono de muchos enfermos. Son los que siegan la vida a muchos niños antes de nacer. Y así nos encontramos ante la vida y ante la muerte en este mundo “civilizado”, donde a veces importan tanto o más la vida de los perros y hasta de las plantas que las personas. Cuando desde la tribuna se piden más valores para la sociedad de hoy ¿de qué valores estamos hablando?  

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