¿Puede
llamarse amor lo que es romanticismo? ¿Qué es el amor entre un hombre y una mujer? A menos de dos meses
para la celebración del Sínodo Extraordinario de Obispos sobre “Los desafíos
pastorales de la familia, en el contexto de la Evangelización”, las distintas
conferencias episcopales del mundo ha presentado sus propuestas y conclusiones
recogidas en el documento “Instrumentum
laboris” que servirá de base para las sesiones sinodales.
El documento
analiza las distintas situaciones del matrimonio o de uniones en el mundo con
el fin de proponer acciones pastorales para que estas uniones sean conforme a
la naturaleza del matrimonio tal como lo ha propuesto el Magisterio de la
Iglesia.
El documento expone las “convivencias
ad experimentum” o sea
“uniones de hecho”. “Crece el número de
parejas que no piden ninguna forma de registro” a sus uniones, y en
occidente “ya no se considera problemática esta situación”. En otros países,
como por ejemplo en los países árabes, las uniones de hecho apenas existen,
pues los matrimonios o uniones tienen un registro ya sea civil o religioso. Las causas son, entre otras, de orden
económico por la falta de políticas de ayuda a las familias por parte de
los estados (es más económico vivir “en pareja”), por los problemas de la
vivienda, y por una idea de libertad
ya que se considera el matrimonio “una pérdida de libertad”.
Una causa importante es “la
falta de formación de los jóvenes” y, como dijo el papa Francisco (Discurso a las parejas de novios el 14 de
febrero de 2014), con frecuencia, la convivencia y las uniones libres son síntomas del hecho que los jóvenes suelen prolongar
su adolescencia y “tienen miedo” a comprometerse para toda la vida. El
matrimonio es visto como una “aventura
demasiado grande”. Les falta el coraje y la madurez para enfrentarse a compromisos
que duran toda una vida.
Por esta razón las
conferencias episcopales afirman que es “esencial
ayudar a los jóvenes a salir de una visión romántica del amor, percibido sólo
como un sentimiento intenso hacia el otro y no una respuesta personal a otra
persona, en el ámbito de un proyecto de vida en común” (n.85). Por lo tanto,
hay que incidir en “una educación a la
afectividad” en un proceso “que se inicie desde la infancia” y como un apoyo a
los jóvenes en la fase de noviazgo”, dice el documento preparatorio del
Sínodo. Conviene enseñar a los jóvenes “la belleza del matrimonio”. Hay que
hacer descubrir en los jóvenes la belleza del amor entre un hombre y una mujer.
La vocación al matrimonio es una
“vocación al amor” entre los esposos y de estos para sus hijos. Conviene
fomentar “el testimonio de grupos de jóvenes
que se preparan al matrimonio con
un noviazgo vivido en la castidad”.
Uno
de los obstáculos mayores que tienen las familias para su realización es “la
falta de comunicación”, de diálogo, de confianza mutua y de intimidad familiar (n.
64), se habla poco entre marido y mujer, entre los padres y los hijos, y muchas
veces falta el amor paterno por la ausencia del padre: ”la debilidad de la figura del padre en muchas familias genera fuertes desequilibrios en el
núcleo familiar”. Muchas veces ocurre esto por el excesivo uso de los medios de
comunicación (internet, redes sociales, ver la televisión todos los días en los
espacios dedicados a la familia) o también por los horarios de trabajo, pues
los padres regresan a casa tarde y están cansados, agravado por el hecho de que
no pocos trabajan en días festivos o en horarios prolongados o a tener que
realizar largos desplazamientos desde la vivienda hasta el lugar de trabajo.
“La
pastoral familia, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de
recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de
ayudarla a vivir a la altura de su dignidad”, señala el documento sinodal. Las “uniones de hecho”, añade, perciben el
amor como “un asunto privado sin rol público” también porque el Estado no
contempla a la familia como una base esencial de la convivencia y de la
estructura de la sociedad y por eso las familias carecen de las atenciones,
reconocimientos y ayudas necesarias para el desenvolvimiento de su papel
imprescindible del tejido social. Se ¿Se
ha estatalizado la familia? ¿Quiere el Estado sustituir a la familia? En el
mundo occidental se manifiestan de modo más evidente las respuestas a estos
interrogantes.
Ante todo ello, la Iglesia afirma que Dios es Amor, que
el origen del amor está en Dios, y que el hombre creado a su imagen y semejanza
se hace partícipe de este Amor que no es un sentimiento, ni una pasión, ni una
atracción sexual (lo que sería una visión muy reductiva del amor), sino en
la capacidad de vivir para el otro,
entregado al otro, en una entrega permanente que exige renuncia pero que aviva
el amor con el pasar de los años. Esta es la “belleza del amor” y la “belleza
del matrimonio” basado en una entrega recíproca, como se describe en el “Cantar de los Cantares”
La
Iglesia, dice el “Instrumentum
laboris”, debe ayudar a “recuperar
el vínculo entre la familia y la sociedad, para salir de una visión aislada
del amor y se debe transmitir a los
jóvenes la certeza de que no están solos a la hora de construir su familia,
porque la Iglesia los acompaña como familia de familias. Decisiva, al respecto, es la dimensión de
la “compañía”, mediante la cual la Iglesia se manifiesta como presencia amorosa,
que se hace cargo de los novios, alentándolos a hacerse compañeros de camino,
entre ellos y con los demás”.
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