(Publicado en Aleteia.org)
Las relaciones entre Catalunya y el Vaticano no han sido lineales y han tenido altos y bajos en el Siglo XX. La Santa Sede, a pesar de la persecución religiosa de la II República española, mantuvo las relaciones diplomáticas con el gobierno de Madrid hasta el final de la Guerra Civil, y no reconoció el régimen de Franco hasta después de la guerra, a pesar de las presiones que la Santa Sede, la Secretaría de Estado y el Papa Pío XII recibían tanto del régimen como de los obispos.
De la II República a "volem bisbes catalans
Las relaciones entre Catalunya y el Vaticano no han sido lineales y han tenido altos y bajos en el Siglo XX. La Santa Sede, a pesar de la persecución religiosa de la II República española, mantuvo las relaciones diplomáticas con el gobierno de Madrid hasta el final de la Guerra Civil, y no reconoció el régimen de Franco hasta después de la guerra, a pesar de las presiones que la Santa Sede, la Secretaría de Estado y el Papa Pío XII recibían tanto del régimen como de los obispos.
Hubo tres cardenales catalanes que
destacaron en la II República y los primeros años de la dictadura de Franco: el
cardenal Isidre Gomá, el cardenal Enrique Plá y Deniel (ambos fueron arzobispos
de Toledo y primados de España) y el cardenal Francesc Vidal i Barraquer,
arzobispo de Tarragona, los cuales mantuvieron posiciones enfrentadas, tanto
con relación a la República como con en relación al régimen de Franco.
No
pretendemos en este artículo hacer un análisis exhaustivo ni mucho menos de las
relaciones entre el Vaticano y Catalunya. No nos remontamos a las épocas del
obispo Torres i Bages (“Catalunya serà cristiana o no serà”), de Jaume Balmes,
Antoni María Claret, ni del cardenal Vives i Tutó. Digamos que fue muy molesto
para el Vaticano aceptar el exilio del cardenal Vidal i Barraquer porque el
gobierno de Franco no lo quería en su diócesis de Tarragona por considerarlo
separatista. Tras su fallecimiento (1943) fue nombrado al obispo de Oviedo paara la sede de Tarragona, Manuel Arce Bengoechea, a quien sucedió (1949) cardenal Benjamín de Arriba y Castro. De
ello hay biografías y monografías diversas, así como sobre los cardenales Gomá
y Plá y Deniel en esta época tan convulsa de la vida española.
En este periodo, Mons. Giovanni
Battista Montini, futuro papa Pablo VI, era el Sustituto de la Secretaría de
Estado y conocía bien la situación española y también la situación catalana,
pero no quería que desde Catalunya se le nombraran los obispos, del mismo modo
que rechazaba la clara intromisión del franquismo en el nombramiento de obispos
mediante el privilegio de presentación. Pablo VI no consiguió que Franco
renunciara a dicho privilegio contemplado en el Concordato de 1953, a pesar de
haberlo pedido el Concilio en su Decreto sobre los obispos “Christus Dominus” (n. 20). Fueron
tiempos de tensión en las relaciones entre el Vaticano y España, que culminaron
con el nombramiento de Primado de España y presidente de la Conferencia
Episcopal del cardenal Vicente Enrique y Tarancón.
Por
esta razón mantuvo en Barcelona al arzobispo Marcelo González, luego Primado de
España como arzobispo de Toledo, porque consideró una “intromisión” a la
libertad de la Santa Sede las presiones que recibía de la sociedad y del poder
civil en el nombramiento de obispos. La Iglesia ha de tener libertad en los
nombramientos episcopales, según establece el Concilio (Christus Dominus, Idem). Fue en esa época (años 60 del S. XX) cuando
se desató la campaña de “Volem bisbes
catalans” que organizaron un conjunto de nacionalistas, políticos
nacionalistas opositores al franquismo, sacerdotes y dirigentes de
organizaciones laicales, que escribieron cartas al Nuncio en España, a la
Secretaría de Estado y al propio papa Pablo VI, reclamando “bisbes catalans”, especialmente para Barcelona, donde había sido
nombrado Marcelo González Martín.
Estos firmantes editaron en
francés un libro titulado “Le Vatican et
la Catalogne” (Editions de Documentation Catalane, Genève, 1967), donde
aparecen firmados documentos de sus promotores, algunos con los nombres en
francés. Ahí están las firmas de Georges Pujol, Michel Roca i Junyent, Ferran Soldevila, Jean Colomines, Marie
Porter Moix, Maurice Serrahima, Raphaël Pradas, François Vila Abadal, Michel
Coll i Alentorn, Albert Manent, Joseph Benet, Jean Raventós, Ernest Lluch,
François Cabana, Narcisse Serra, Georges Solé-Tura, Balthazar Porcel, François
Candel y un largo etcétera. También fue enviado un “mensaje al episcopado del mundo” para que se nombren en Catalunya
obispos catalanes, resaltando la peculiaridad de la cultura y la lengua
catalanas. Calificaban al obispo Marcelo González como “obispo de la discordia”.
Había entre los firmantes políticos de distintos partidos desde los
nacionalistas de CiU hasta los partidos socialista y comunista (PSUC). Muchos
de los firmantes tuvieron un papel decisivo en la transición política española
a la democracia, en el ámbito político, cultural y económico.
Si
bien en la curia de Pablo VI se ayudó a los movimientos y partidos
antifranquistas, no ocurría así con los movimientos secesionistas o
nacionalistas catalanes. Era Nuncio en España mons. Antonio Riberi, ayudado por
mons. Giovanni Benelli, posterior Sustituto de la Secretaria de Estado en el
pontificado de Pablo VI y número tres de la Iglesia. Y así, en una visita “ad límina apostolorum” que cumplen los
obispos de todo el mundo al Papa cada cinco años, el entonces arzobispo de
Barcelona, Narcís Jubany, le pidió veladamente una conferencia episcopal
catalana, a lo que Pablo VI le respondió que alababa mucho el buen
entendimiento que existía entre todos los obispos españoles, muy unidos a la
Sede de Pedro. En los años 60 hubo manifestaciones de sacerdotes por las calles
de Barcelona y un intento de ocupación de la Nunciatura en Madrid, donde ya se
mezclaban muchas cosas, consecuencia de la falta de libertad en la dictadura
del general Franco. La Iglesia no se sentía libre, no tenía las manos libres,
aunque estaba en un estado confesional católico. Eran los años anteriores a la
muerte de Franco y a las puertas de la transición a la democracia.
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