(Artículo publicado en www.aleteia.org/es )
Los 28 estados europeos eligen el próximo domingo 25 de mayo
los 766 miembros del Parlamento Europeo (54 españoles). Como cada cinco años lo
que preocupa en estas elecciones es la abstención y que su lugar sea ocupado
por los partidos radicales de extrema derecha o de extrema izquierda. Especialmente
preocupa al actual stablishment europeo el aumento de votos y representación
que puede tener Marine Le Pen, líder del FN francés de extrema derecha y otras
formaciones de signo totalizante.
Es tradicional
en las elecciones europeas que los electores voten más a formaciones distintas
a las que votan en el ámbito nacional (no pocos lo toman como un voto de
castigo al gobierno de su país), entre otras cosas porque muchos creen que el Parlamento
Europeo tiene poca eficacia, aunque el presidente de la Comisión o máximo ejecutivo
sea elegido por el Parlamento. Sin embargo, las instituciones europeas
funcionan casi siempre por la vía del pacto, del consenso en las cuestiones
fundamentales, y si falta ese consenso, no se llega a acuerdo alguno. Hoy el
Parlamento Europeo está dominado por el Partido Popular Europeo (265 escaños) y
por el Partido Socialista Europeo (184 escaños), o sea 449 escaños en total.
Las
campañas electorales, que se celebran a nivel de cada estado, con
circunscripción única en casi todos los países, se ocupan más de la política
interna que eurpopeay poco cambian en los distintos países… aunque más
xenófobos los del norte y más demagógicos los del sur. Los partidos tradicionales
de izquierdas o centro-izquierda reclaman políticas más sociales en Europa,
después de los recortes de servicios y prestaciones sociales que han visto
recortar el Estado del Bienestar. Para estas formaciones, la líder indiscutible
a batir es la canciller alemana Ángela Merkel, por imponer sus dictados en materia
económica, junto con el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional
(la Troika). Pero los partidos de izquierda y centro-izquierda europeos, --que
no recuerdan a sus electores que Merkel gobierna en coalición con los
socialdemócratas--no piensan lo mismo, pues hay importantes matices entre los
partidos nórdicos y los del sur en el Mediterráneo. Lo mismo ocurre con los
demás partidos que aunque agrupados a nivel europeo, no piensan lo mismo a
nivel nacional.
Los orígenes de
Europa
Uno de
los principales errores de la Europa actual es haber rechazado los orígenes
cristianos de los países del continente en el texto constitucional. Fue una
batalla en la que san Juan Pablo II luchó denodadamente con el fin de deshacer
el error histórico de considerar la Europa un continente “tradicionalmente”
laicista. De hecho la idea de Europa se fragua en la Edad Media con las
peregrinaciones de todos los pueblos europeos hacia la tumba del Apóstol
Santiago. ¡El mismo Goethe recuerda que “Europa se hace peregrinando”! Se
peregrina a Santiago, a Roma (romeros) y a Jerusalén (palmeros). Es una Europa
que ha tenido y tiene unas raíces incuestionables en la filosofía griega, el
derecho de Roma, y la religión de Jerusalén, renovada con la llegada del
Mesías, Jesucristo Hijo de Dios, es decir del cristianismo. De ahí se ha ido
evolucionando en el pensamiento y en la filosofía propia de los pueblos, hasta
la venida del materialismo histórico y dialéctico de carácter ateo y
totalitario, pasando después por el liberalismo ideológico de carácter
laicista, al culto a la raza y a la nación, al relativismo de finales del Siglo XX y principios del XXI.
En este
periodo de 60 años ha venido caracterizado por la popularidad, el carisma y la
santidad de grandes papas que han visto los honores de los altares: Juan XXIII,
Juan Pablo II, Pablo VI (será beatificado en octubre) y la calidad carismática
de Juan Pablo I y la intelectual de Benedicto XVI, por no citar al actual papa
Francisco. Francisco ya no es europeo y le interesa más cultivar la fe de los pueblos lejanos de
Europa, como Asia, América y África.
Es fácil
encontrar expresiones en los magisterios de estos papas en la búsqueda de un común
denominador en Europa (la paz y el Reino de Cristo), donde durante siglos los
problemas de los estados y de los países se han resuelto violentamente a través
de guerras sangrientas, salvajes, aniquiladoras de las libertades más
elementales –empezando por la libertad religiosa como en la Revolución
Francesas o en los países nazis, fascistas y comunistas. Hoy han resurgido los
nacionalismos excluyentes donde la Nación a veces es idolatrada y donde se
dogmatiza en el relativismo precisamente pretendiendo abatir los dogmas. En
otras palabras el hombre, el hombre europeo, vive hoy con unas carencias históricas,
intelectuales y de identidad importantes, que las han sustituido los
nacionalismos más locales como los que se manifiestan en España, en Gran
Bretaña, en Francia, en Bélgica y en Holanda, por citar solo algunos. También
encontramos una Europa hedonista, amante del dinero y de los lujos, desoyendo
el grito de tantos miles y miles de inmigrantes que proceden del África y Asia hambrientas
sin un mínimo de bienestar y a los que Europa les cierra las puertas.
Pintamos
una Europa que es la que han fabricado las clases dominantes en el continente,
una Europa que nadie duda hoy de que está en crisis, pero que también nadie
sabe ponerle un collar adecuado a los tiempos actuales. Se nota cansancio e
incapacidad para generar ilusiones de cara al futuro para las jóvenes
generaciones, abatidas por el paro y por la carencia de valores por los que valga
la pena vivir y hasta morir. Ahí tenemos en las campañas electorales a partidos que siguen
prometiendo o anidando “valores” como el recuperar el bienestar de antes, sin
tener en cuenta que nadie lucha por recuperar un pasado que muchos ni siquiera
han vivido. O como hace el socialismo español que es animar el voto de las
mujeres para que recuperen “espacios de libertad” y conseguir un aborto más
abierto porque “las mujeres son dueñas de su cuerpo”. O el caso de CiU y ERC
cuyo objetivo más importante es que Europa reconozca a Catalunya como Estado o
–el caso de ERC—que se haga la consulta del 9 de noviembre. Todos dicen que se
habla poco de Europa, pero cuqando hay un debajo (flojísimo por cierto) entre
PP y PSOE se lamentan de que no hablaron de Catalunya. Todos se miran al
ombligo al final.
¿Qué
saldrá tras las elecciones al Parlamento Europeo? ¿Adónde vamos? Hay encuestas,
pero muchos esperan que no salga un parlamento rompedor dominado por la
intolerancia. La Europa de hoy carece de alternativa. ¿Hace falta un cambio en
Europa? Sí, dicen muchos, pero sin sobresaltos, con el diálogo y el pacto, con
los valores democráticos por delante, con el entendimiento entre los pueblos de
tanta historia y lenguas diversas.
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