Por Salvador Aragonés
Doctor en Periodismo y profesor emérito de la UIC
Los sucesos de
Egipto, con la caída del presidente Mohamed Morsi, a causa de un golpe de Estado
militar, ha puesto de nuevo sobre el tablero internacional, con más virulencia,
el problema de la guerra y de la paz en Oriente Medio, del factor religioso
como instrumento de guerra o de paz, siendo Egipto un país principal en la zona
y en el Mediterráneo, divido como está entre la facción de los Hermanos
Musulmanes --una hermandad islámica intolerante, sectaria y sangrienta partidaria
de un Estado islámico y de imponer la “sharia”--
y los egipcios que representan el Egipto tradicional, plural y no islámico. Los Hermanos Musulmanes, no representan
el Islam, pero tienen ramificaciones en Siria, en Líbano y Gaza y Cisjordania
(Hamás), en Irán, en Sudán y también en
Jordania y hasta en Marruecos.
No analizamos
en este artículo del problema de Egipto, sino de la importancia de la religión
para encontrar la paz en Oriente Medio. En esta región confluyen las tres más
importantes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo
y además es cuna de civilizaciones. Es en Jerusalén donde está la cuna del
judaísmo, los Santos Lugares cristianos y las mezquitas, entre ellas Al-Aqsa,
la más grande, consecuencia de la ocupación musulmana durante siglos.
Las relaciones
entre el judaísmo y el Islam tienen unas componentes más políticas que
religiosas, o mejor dicho lo político y lo religioso están muy mezclados, lo
que dificulta enormemente el entendimiento recíproco.
Los musulmanes,
como los judíos y los cristianos consideran a Abraham su Patriarca. Los
musulmanes se consideran descendientes de Ismael, hijo de la sirvienta de
Abraham, Agar. Lo mismo que los cristianos, que deben al pueblo judío el
nacimiento del Redentor de todos los hombres, Cristo Jesús.
El papa
Francisco en Río de Janeiro, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, dijo
que las religiones deben ser instrumentos de paz y no de guerras. Las iglesias
cristianas, y en particular la Iglesia Católica, van predicando la paz entre
los pueblos desde hace casi dos siglos, Un esfuerzo particular a favor de la
paz la hicieron los últimos pontífices, y en particular Pablo VI, Juan Pablo II
y Benedicto XVI, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II. Se
instituyó el Pontificio Consejo para las religiones no cristianas, con especial referencia a hebreos y
musulmanes. Juan Pablo II y Benedicto XVI buscaron siempre el entendimiento con
el judaísmo a través de sus contactos con los
más importantes rabinos de todo el mundo. Ambos vivieron el Holocausto.
El papa
Francisco también se ha distinguido desde el primer momento por su amistad con
el pueblo judío y en concreto con el rabino de Argentina, Abraham Skorka, a
quien invitó a la ceremonia de inicio de su pontificado, y dijo querer tener buenas
relaciones con su religión. Después ser elegido papa el 13 de marzo, una de las
primeras cosas que hizo fue enviar un mensaje de amistad al Rabino principal de
Roma, Riccardo Di Segni y —por extensión— al todo el pueblo judío.
Los signos de
diálogo, de comprensión y de aceptación de la diversidad religiosa que existen
entre los más altos dirigentes católicos y judíos y son el preludio de un
entendimiento que va mucho más allá de lo estrictamente religioso. Benedicto
XVI decidió el reconocimiento del Estado de Israel en una labor diplomática
iniciada ya por Juan Pablo II. Ciertamente no todo el mundo rabínico está de
acuerdo con la Santa Sede, y mucho menos con su propuesta sobre la
internacionalización de Jerusalén. Otros ven con recelo este diálogo entre
judíos y cristianos. Pero mucho se ha avanzado.
La Santa Sede
ha defendido siempre la internacionalización de la ciudad de Jerusalén, porque
alberga los Santos Lugares de las tres grandes religiones monoteístas: el
judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Esta propuesta no ha sido no ha sido
aceptada por el gobierno de Tel Aviv que considera que Jerusalén es la cuna del
pueblo judío por excelencia.
En realidad los
tres últimos papas han dado pasos de gran importancia hacia un acercamiento
entre el cristianismo y el judaísmo. Nada está terminado, pero se ha iniciado
un camino que no tiene vuelta atrás. El hecho de que Jesucristo el Redentor del
mundo para los cristianos haya nacido en el seno del pueblo elegido por Dios,
el pueblo de Israel, tiene una importantísima connotación religiosa, histórica
y teológica.
Con el Islam existe
también un diálogo enmarcado dentro del Pontificio Consejo para el diálogo Interreligioso,
y en el Consejo Interreligioso con sede en Jerusalén, que engloba a todas las religiones
monoteístas y a representantes de los gobiernos de Israel, Jerusalén y la
Autoridad Palestina. Ahí vemos una interrelación entre lo religioso y lo
político. En dicho Consejo, Fuad Twal, Patriarca Católico de Jerusalén, dijo
que las religiones han de trabajar por la paz y oponerse a la violencia y a los
extremismos, pues tanto el Islam y el cristianismo han vivido muchos siglos
juntos y en paz, y ambos creen que el amor a Dios y a los hombres es la base de
su fe.
Sin embargo no
existe en el Islam una estructura orgánica, sino que existen modos distintos de
interpretar el Corán. En el Islam la gran mayoría es sunita (cerca del 85 por
ciento), pero con una minoría radical que son los chiitas, y están los alauitas,
los jariyíes, etc. Esto
dificulta mucho el diálogo religioso dado además que no hay separación entre lo
político y lo religioso en casi todos los países del Oriente Medio. En otros
países fuera del Oriente Medio, la relación entre los musulmanes y los
cristianos es correcta.
Es indiscutible
que un sincero diálogo religioso entre todos, apoyado por la diplomacia de
todos, allanará mucho el camino hacia la paz en el Orienta Medio, siempre a la
espera que el petróleo deje de ser el factor determinante en las guerras y en
las paces de estos pueblos. Estas religiones ven con temor que el consumismo,
el relativismo y las culturas hedonistas obstaculizan la práctica de la
religión y en definitiva el amor a Dios.
El diálogo
religioso del cristianismo con el judaísmo y el Islam era hasta hace 50 años
casi imposible. Hoy ha empezado y continuará. Como ha dicho el papa Francisco
hace unos días: “El diálogo hace la paz”.
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