Por Salvador Aragonés
Doctor en Periodismo y profesor emérito de la UIC
Con la nueva
lotería de Fin de Año, el gobierno de la Generalitat pretende sacar un
beneficio de 4,5 millones de euros, descontados los premios y la gestión. Estos
4,5 millones equivalen al 0,01 por
ciento del endeudamiento global de Catalunya y el 0,1 del déficit del ejercicio
del 2012. Además, las loterías catalanas solo suponen un 2 por ciento del total
de lo que Catalunya gasta en juego. O sea que es el chocolate del loro. Claro
que menos es nada.
Esta lotería
no saca de apuros a las cuentas de la Generalitat, aunque servirá para que
ganen dinero algunos empresarios, intermediarios y agentes tecnológicos, cercanos
al gobierno y a ERC que lo sustenta, al igual que ocurrió con la creación de
casinos y las loterías catalanas en los gobiernos de Jordi Pujol, siendo Lluís
Prenafeta secretario general de Presidencia, con la polémica que hubo sobre la
empresa Luditec, concesionaria de las loterías por si financiaba a Convergència. Entonces también se declararon fines
sociales, como todas las loterías, pero al fin y al cabo los beneficios van
destinados a enjugar los déficits y a aumentar los ingresos de las arcas
públicas. La verdad es que ha sido un pobre negocio el de las loterías
catalanas.
De todas
formas, Jordi Pujol no salió a la plaza pública, como lo ha hecho Artur Mas,
diciendo que es dinero para los “niños necesitados”. Si los niños están
realmente necesitados, hay que financiarlos con los presupuestos generales de
la Generalitat.
Las loterías
fueron inventadas ya por los romanos en las Saturnales, que venían a ser las
Navidades en el Imperio Romano, y desde
siempre han tenido “fines sociales”, como las “rifas”. Son juegos de azar que
en ámbitos amplios, como un estado, sirven para incrementar los ingresos,
aunque su justificación es la beneficencia. En España las loterías vinieron de
la mano del noble de Nápoles, Marqués de Esquilache, de infausta memoria en España, pues el rey Carlos
III lo nombró ministro de Hacienda y recaudó tantos impuestos que desde las
clases populares a las clases nobles organizaron el llamado “motín de Esquilache”,
que acabó con el exilio del propio Esquilache. La lotería española, que data
del 1763 por el noble italiano, se la llamó lotería “primitiva” y debía servir para financiar ”hospitales, hospicios y
otras obras pías”, cuando en realidad sirvió para mejorar las arcas del Estado.
En el caso
catalán, dado que las competencias sobre juegos y loterías son de la Generalitat,
ésta cuidó, en principio, de que en Catalunya no se pusieran más de tres
casinos, alejados además de las grandes ciudades, para no fomentar ludopatías:
se instalaron en Lloret, Sant Pere de Ribes (junto a Sitges) y en Perelada,
cerca de Figueres, en la provincia de Girona. Esquerra Republicana, en aquel
momento, se opuso radicalmente a la instalación de más casinos, y concretamente
Pilar Rahola, siendo concejal del Ayuntamiento de Barcelona, se opuso con mucha
fuerza a que el casino de Sant Pere de Ribes se trasladara de Sitges al Port
Olímpic de la ciudad Condal. Ahora con caras distintas, parece que a Esquerra
Republicana le gusta el juego y en concreto el juego de las loterías que lo
califica de “ingresos oportunos”, lo mismo que le gusta que se instale un
megacasino llamado Barcelona World, dado que el Eurovegas, del magnate
filibustero Sheldon Aldelson, con problemas judiciales de todo tipo en Estados
Unidos, se decidió por Madrid. La excusa para instalar Eurovegas era “muy
social”: creará 1.000 puestos de trabajo, se dijo, sin contar la prostitución,
la droga y la ludopatía que merodean siempre en estos lugares de ocio.
Actualmente
existen en España numerosos sorteos de loterías distintas: la Lotería Nacional,
con 250 años de tradición y que tiene como sorteo estrella “el Gordo” de
Navidad. Están la Lotería Primitiva (recuperando su nombre original), el
Euromillones, la Bonoloto, el Gordo de la Primitiva, la Lototurf, el
Eurojackpot, la Super 10, la 7/39, la ONCE, y sorteos como la Quiniela, el
Quinigol, la Quíntuple Plus, y las catalanas del Trio y de la 6/49, una especie
de primitiva. Nos dejamos unas cuantas por ser menos importantes.
Dada la
oferta existente en el mercado, ¿puede tener éxito una nueva lotería con
premios más bajos –menos recaudación-- cuando se pueden conseguir mejores
premios en loterías de ámbito español o europeo? La explicación es doble:
primero, la necesidad de recaudar, y segundo, al igual que se hizo con las
primeras loterías catalanas, conseguir que la recaudación vaya íntegramente a
Catalunya, o sea que existe un interés de tipo nacionalista.
Por
otro lado, conviene señalar que en Catalunya hay más juegos de azar, que crean
adicción y ludopatías, como el bingo, y los juegos de los casinos, y sobre todo
las maquinitas tragaperras que están instaladas en los bares –el único país que
lo permite—que tantos problemas familiares han causado porque hay ludópatas que
se juegan su salario en tales máquinas instaladas muy al alcance de la mano. Hay
también timbas y juegos ilegales en lugares y antros donde circulan millones al
reparo de la hacienda pública. ¿Por qué no hay más esmero en eliminar estos
juegos ilegales? Hay una unidad de mossos d’esquadra encargada de ello y últimamente
no oigo hablar del desmantelamiento de juegos ilegales, a pesar de que haberlos
haylos.
Para concluir estas reflexiones diré en primer lugar que las
loterías no crean ludopatías, como han dicho algunos. En absoluto, pero ¿Es
legítima una lotería nueva en Catalunya? Sí ¿Es la solución ideal para recaudar?
No. Las partidas del Estado (o de la Generalitat) con destino a fines sociales
de prime r orden se han de obtener de
los ingresos contemplados en los presupuestos generales anuales, pues si no, no
somos un Estado-Social- -y Democrático-de-derecho,
como dice la Constitución, si para remediar lo social acudimos a los juegos de
azar. Seguro que habrá catalanes que no juegan habitualmente a ningún juego de
azar y ahora lo harán por “patriotismo” o por fines sociales. Pero que nadie se engañe: el fin de toda
lotería o juego de azar legalizado es recaudatorio.
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