Otra vez el Cónclave ha
dado una gran sorpresa al elegir un Papa que ha roto las quinielas. El papa
Jorge Mario Bergoglio, hasta ayer arzobispo de Buenos Aires, es el primer papa
no europeo, el primer papa de América Latina, el primer papa jesuita y el
primer papa que se pone el nombre de Francisco, ejemplo de humildad pobreza y
sencillez.
La sorpresa ha sido mayúscula, porque si bien se
consideraba papable al cardenal Bergoglio, no parecía que los cardenales hubieran
elegido al arzobispo de Buenos aires por su edad avanzada, pues tiene 76 años.
El papa Ratzinger tenía 78 años. También esta rápida elección de papa (cuatro
votaciones), en el llamado “Cónclave más incierto de la historia reciente”, ha
desmentido los hechos, pues los cardenales, en sus reuniones previas al
Cónclave lo tenían claro: tenían claro lo que necesita la Iglesia, la Curia
Romana, y el mundo moderno.
Han elegido al papa Francisco, que no tiene ninguna
experiencia en el gobierno de la Curia de Roma, pero sí que es un hombre de
gobierno, es un hombre sencillo, que vive personalmente pobre, que se preocupa mucho
por la juventud (de hecho deberá presidir en su continente, en Brasil, la
próxima Jornada Mundial de la Juventud el verano próximo), deberá continuar el Año
de la Fe que terminará el noviembre y finalmente desarrollar el documento del
último Sínodo Mundial de los obispos sobre La Nueva Evangelización.
Es un papa de América Latina porque en este
subcontinente es donde vive la mayoría de los católicos (algo más de un 50 por
100). Los 115 cardenales electores han tenido suficiente con cuatro votaciones
para elegir al Sucesor de Pedro, porque lo tenían claro o bastante claro el
perfil del hombre que debería regir los destinos de la Iglesia en los próximos
años: un hombre de edad madura, de una fuerte formación teológica, de amplia
experiencia pastoral, muy interesado en fomentar las vocaciones, y encima
religioso jesuita. Ya fue candidato en el Cónclave de 2005, pero entonces los
cardenales electores prefirieron al cardenal Ratzinger como mejor sucesor de
Juan Pablo II de quien fue estrechísimo colaborador.
Se ha visto en la primera imagen del papa que no es
una persona gesticulante, sino austero en las formas, como lo es él en su vida,
y tampoco ha hecho un discurso populista, sino que ha pedido que el pueblo de
Roma y los católicos rezaran por él y se ha encomendado a la Virgen, dado que
es conocida su gran devoción a la Virgen de Luján, patrona de Argentina. De su sencillez habla también el nombre que se
ha puesto: Francisco I, en recuerdo del gran santo italiano de Asís, que vivió
en la pobreza y para los pobres, en una sencillez espiritual y personal muy
grande.
Una vez más se ha cumplido el dicho romano de que “quien entra en un
Cónclave papa, sale cardenal”. Las quinielas una vez más han fallado porque los
periodistas no hemos tenido información de lo que hablaban los cardenales
dentro de las congregaciones generales, en el pre-Cónclave. Han sido necesarias
cuatro votaciones (la primera del martes era simplemente de tanteo) para
conocer la voluntad de los cardenales. Estoy seguro que Benedicto XVI, el papa
Emérito, se habrá alegrado mucho de la elección del papa Francisco I. Se
quieren mucho y el nuevo papa lo ha demostrado con sus primeras palabras. La
Iglesia, y con ella el Espíritu Santo,sigue dando grandes sorpresas al mundo. Y
el mundo espera mucho de este papa, y él lo sabe. Por eso, en su primera salida
al balcón de San Pedro, Francisco I traslucía emoción y sencillez.
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