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La última semana del papa Benedicto XVI: lluvia de insidias sobre el papado


               Empieza la última semana del pontificado de Benedicto XVI y el papa exhorta a todos los fieles que recen por él y por el futuro papa. El papa “se va al monte” dijo en el Ángelus del domingo, en un sentido figurado. El papa desaparece y servirá a la Iglesia de otro modo, y la Iglesia tendrá sus oraciones.

                Con un sentido profundamente religioso –es el legado de Benedicto XVI—pasa los últimos días el papa en la Silla de Pedro. Y en sus últimos “tweets” insiste el papa en esta línea: “Todo es don de Dios. Y sólo reconociendo esta dependencia vital del Creador, encontraremos libertad y paz.” Y otro: “En este momento particular, os ruego que recéis por mí y por la Iglesia, confiando como siempre en la Providencia de Dios”.
               
                 Las más de 100.000 personas de todas partes presentes en el último Ángelus del papa, quedaron impresionadas, creyentes y no creyentes. Es un papa que deja su oficio de Obispo de Roma y de Pontífice de la Iglesia Universal, porque su salud está quebrantada y no puede ya con el peso del gobierno de la Iglesia.  Pidió el papa que rezáramos por él y por el futuro papa.

                Dentro de pocos días se reunirá el Cónclave en el que 116 cardenales electores –los que tienen menos de 80 años—elegirán por una mayoría de dos tercios, como mínimo, al nuevo Pontífice. Y después, en una ceremonia pública, todos los cardenales le rendirán obediencia.

                Algunos se preguntarán si es posible encontrar en el Colegio de Cardenales actual un papa que tenga la altura intelectual, humana y sobrenatural de Benedicto XVI. También se dijo cuando murió el papa Wojtyla, y se suele decir siempre cuando muere un papa o cuando –como en este caso—renuncia. Sin embargo hay cardenales que sin tener un relieve público conocido están muy dotados para ser papas.

Las interferencias en la elección del papa

                En los mil años que existe el Cónclave (de hecho desde el año 1059 los cardenales son electores exclusivos del papa) no han faltado muchas y grandes interferencias en la elección del papa, porque no ha sido, ni es, ni será indiferente al mundo que el elegido sea uno u otro Pontífice. Los imperios, entre ellos el español, interfirieron de modo singular para la elección de papa, especialmente tras las pésimas relaciones entre Paulo IV y Felipe II. O cuando Alejandro VI, el papa Borja (Borgia en italiano) murió rechazado por el pueblo como gobernante y como papa hasta el punto de que no quisieron enterrarlo en la Basílica de San Pedro, por su comportamiento nefasto al frente del papado. Se podrían contar muchísimas  historias del pasado, como la del aragonés papa Luna (Benedicto XIII), el antipapa, que se refugió y murió en Peñíscola, pero  es mejor detenerse a cuanto ha pasado en el último siglo.

                El Siglo XX fue un siglo de grandes papas: desde San Pío X, Benedicto XV cuyos esfuerzos a favor de la paz en la primera guerra mundial no fueron atendidos por las potencias;  Pío XI el papa que condenó el fascismo, el nazismo y el comunismo como regímenes totalitarios contrarios a los derechos fundamentales del hombre; Pío XII que evitó que Italia se convirtiera en un satélite del comunismo soviético; Juan XXIII, autor del Concilio Vaticano II; Pablo VI que terminó el Concilio y sufrió mucho el desgarro producido en la Iglesia en el Post Concilio; Juan Pablo I, y finalmente el gran papa Juan Pablo II que dirigió la Iglesia con un sentido espiritual muy alto y que hoy es ya Beato. Entrado el Siglo XXI los cardenales eligieron al papa Benedicto XVI, que cuando fue elegido dijeron algunos medios que subía al papado un “inquisidor”, cuando realmente todo el mundo ha visto lo contrario: su bondad, su humildad y su sabiduría.

                Con el fin de evitar interferencias externas para la elección de papa se declara secreta toda la actividad relativa a la elección del papa. Hoy no actúan las potencias ante los cardenales electores, hoy actúan los medios de comunicación como portavoces de aquellos a quienes molesta el prestigio del papado, prestigio que se ha puesto de relieve en los últimos tiempos, y  lo quieren eclipsar con insidias y maledicencias sobre el papa y el papado. Algunos medios parece que están obsesionados en anular o ensombrecer el prestigio del papado, dando noticias sin confirmar o imposibles de confirmar y “noticias falsas” como dijo una nota de la Secretaría de Estado difundida el domingo por Radio Vaticano. Las películas y series sobre los denostados papas Borja, así como los condenables y condenados casos de pederastia, hacen que algunos sin la más mínima visión religiosa –y sin esta visión no se entiende nada de lo que ocurre hoy en un Cónclave—quieran ver la elección de un papa como un cóctel de corrupción, sexo y ambición de poder. Nada más lejos de la realidad. Lo dicen quienes no conocen a la Iglesia, ni la fe del pueblo, ni a los cardenales que elegirán al papa.

                Para los creyentes, es Dios quien asiste a su Iglesia de modo permanente sin abandonarla nunca y que infunde gracias especiales en este delicado momento de tránsito de un papa a otro. Como dice el lema del diario del Vaticano desde hace más de 150 años: “Unicuique suum. Non praevalebunt” (A cada uno lo suyo. Las fuerzas del mal no prevalecerán), expresión sacada la primera del derecho romano y la segunda del Evangelio. La elección de un papa es un hecho eminentemente religioso. 

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