Gran sorpresa y conmoción
ha causado en el mundo la noticia de la renuncia de Benedicto XVI al papado,
tras casi ocho años de pontificado y a punto de cumplir los 86 años. Ha sido una
sorpresa porque era una noticia inesperada, y no se había filtrado nada, y sorpresa
porque es el primer papa que renuncia después de 600 años en que lo hizo Gregorio
XII en 1416 para poner fin al Cisma de Occidente. Anteriormente habían dimitido
Benedicto IX (1048) y San Celestino V (1294), Aunque la sorpresa ha sido
grande, el papa había manifestado anteriormente que no lo importaría dimitir si
no se viera en condiciones. Su estado físico, a causa de la edad, se iba
deteriorando y no podía llevar el peso de la Iglesia. De este modo, y con gran
sigilo, ha decidido dejar la nave de Pedro a otra persona más joven.
Su decisión ha sido tomada, como establece el Derecho
Canónico (c. 332.2), en “plena libertad” y en plenas facultades, y en el marco
de un Consistorio de Cardenales que es el lugar adecuado para un anuncio de
este tipo, aunque su decisión sea personal. Es el Papa número 265, que ha
cumplido con entrega y gran sacrificio, la misión que le encomendó el cónclave
de 2005. La noticia ha impactado por la importancia que el papado tiene en la
época moderna, y su influencia en las conciencias del mundo actual, del Oriente
y del Occidente. Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, ha puesto de manifiesto su
desapego al cargo, al que llegó como “un humilde servidor de la viña del
Señor”, según sus primeras palabras. Esta renuncia supone la venida de un nuevo
papa en un mundo convulso por las tensiones económicas, bélicas especialmente
en Oriente Medio, en un mundo lleno de incertidumbres para el hombre moderno, y para ello este papa Benedicto XVI
propuso la celebración del Año de la Fe, que terminará en noveimbre próximo, para
que el hombre encuentre la certidumbre de la fe en Cristo.
¿Cuál es la misión de un papa en la época moderna?
Fundamentalmente ser portador del mensaje de Cristo, un mensaje de paz y
concordia en las almas y conciencias y entre los pueblos. Su misión es doble:
mantener inalterado el depósito de la fe que ha recibido de Cristo y de la
Tradición, y mantener la unidad de la Iglesia. Al mismo tiempo, la figura del
papa, como Benedicto XVI reconocía en su libro Luz del Mundo, supone la defensa
de unos valores que pertenecen a todos los cristianos con independencia de su
confesión.
Benedicto XVI deja tras de sí tres encíclicas
extraordinarias (“Dios es amor”, “Caridad en la verdad” (encíclica social que
no gustó a los rectores del capitalismo) y sobre la esperanza “Spe Salvi”) y ha dicho al hombre moderno
que su gran enemigo, que actúa de forma totalitaria, es el relativismo moral y
espiritual. Ha sido un papa que se ha prodigado en el diálogo entre los
cristianos, consiguiendo grandes avances en lo que respecta a las relaciones
entre las iglesias Anglicana y Católica, y también con varios patriarcados
ortodoxos. Es un papa alemán que deja una huella en todos los cristianos y en el mundo intelectual
moderno. Benedicto XVI no quería ser papa, pero siguiendo el consejo de Juan
Pablo II, su predecesor, aceptó el cargo, siguiendo así la voluntad de Dios. El
papa Wojtyla había establecido en su Constitución sobre la elección del papa, “Universi dominici Gregis” (n. 86) un
ruego para quien fuera elegido papa, “que no renuncie” (tras su elección) aunque
“vea que la carga es grande, sino que se someta humildemente al designio de la
voluntad divina. En efecto, Dios, al imponerle esta carga, lo sostendrá con su
mano para que pueda llevarla”. Y así lo ha hecho Benedicto XVI hasta que la
carga ha sido ya demasiado pesada por la edad.
El próximo Papa
A partir del día 28 de febrero, a las 20:00 horas,
podrá convocarse el Cónclave de cardenales que elegirán al sucesor de Benedicto
XVI, el cual todo parece indicar que vivirá el resto de sus días en su tierra
natal de Alemania. El Cónclave, como dice su palabra, es la reunión secreta de
todos los cardenales que no han cumplido los 80 años, en el cual ha de ser
elegido el nuevo papa, en una votación que tenga como mayoría los dos tercios.
Las votaciones se celebran dos por la mañana y dos por la tarde hasta que haya
sido elegido el Pontífiice, y aceptado el cargo. El Colegio Cardenalicio, en
boca de su protodiácono que actúa de portavoz, anuncia al pueblo desde el balcón central de
la Basílica de San Pedro, el nuevo obispo de Roma elegido, el 266 sucesor de
San Pedro, y que regirá los destinos de la Iglesia Católica en lo sucesivo.
Muchos son ya los que se preguntan quién será el
próximo papa. La verdad debo decir, tras haber cubierto dos cónclaves como
periodista, que casi nadie acertó las elecciones de Juan Pablo I y Juan Pablo
II. Este último no lo acertó nadie, tal vez por ser un papa no italiano. Tras
dos papas no italianos, ¿toca un italiano? Personalmente no creo que la
nacionalidad del papa sea un punto determinante en estos momentos de
universalidad de la Iglesia, en la que los cardenales italianos son muy pocos
si lo comparamos con el pasado.
Hecha esta salvedad, puedo dar los nombres de los
cardenales –podría ser Papa también un no cardenal que reuniera la condición
para ser Obispo de Roma-- que están en
estos momentos en las listas de los “papables” (papabili, en italiano), entre los vaticanistas. En primer lugar, el
arzobispo de Milán, Angelo Scola, de 71 años, y que fue también Patriarca de
Venecia igual que Juan XXIII y Juan Pablo I, considerado hombre de centro.
También está Marc Ouellet, de Québec (Canadá), de 68 años, y que habla
perfectamente francés, inglés y castellano, prefecto de la Congregación para los
Obispos. Sean Patrick O’Malley, de 69 años, franciscano capuchino, arzobispo de
Boston, que se ha distinguido por sus intervenciones en los últimos sínodos.
También el dominico Christoph Schörborn, de 68 años,arzobispo de Viena, que
tiene fama de hombre abierto, y finalmente, por decir un cardenal hispánico, el
cardenal mejicano Robles Ortega, arzobispo de Monterrey, de 64 años, que fue
presidente del Sínodo para la Nueva Evangelización, celebrado en octubre.
Sea quien sea, el futuro papa tendrá una gran
influencia en el mundo y en la conciencia del hombre contemporáneo, sea o no
creyente.
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