El nuevo parlamento catalán salido de las urnas
del 25N pasado necesitará mucho diálogo, mucho pacto, mucha serenidad y mucha
generosidad, lo cual está reñido con la improvisación, con el apasionamiento,
las precipitaciones en las tomas de decisiones importantes, y sobre todo mucho
diálogo con voluntad de pacto, porque dialogar sin pactar no forma parte del
lenguaje democrático en los países civilizados. En Catalunya decimos que hará
falta mucho “seny”, y no mirar atrás, sino adelante.
Es cierto que Artur Mas ha cometido un error
estratégico de bulto, pero el pueblo catalán le ha dado la mayoría suficiente
para dirigir la gobernación del país. Y lo dijo desde el primer día: necesita
quien se responsabilice con él. También Artur Mas tendrá que tomar sus
responsabilidades y buscar pactos abiertos con todos los grupos parlamentarios,
y debe olvidarse de firmar actas notariales contra este o aquel grupo. En esta
legislatura es donde se podré ver la capacidad de pacto de nuestros políticos
catalanes.
El partido socialista, el PSC, quiere ir a la
oposición, pues ya facilitó con su abstención la investidura de Artur Mas como
presidente de la Generalitat, y se ha sentido traicionado, pues Mas no cumplió,
y además dejó la legislatura a mitad. Tiene razón. Como tiene razón Esquerra
Republicana el anteponer ante todo la independencia y reorientar la política
económica basada en recortes, aunque ya ha anunciado, como lo hizo el PSC la
anterior legislatura, que no obstaculizará la investidura de Mas, algo es algo.
Y el PP no quiere pactar con CiU por su deriva soberanista. Algunos dicen que ha ganado una gran mayoría
soberanista, pero es una mayoría de sumandos de naturaleza distinta y por lo
tanto no suman. Hay que recorrer un largo camino, pero en este tiempo la gente
debe seguir viviendo cada día, cada mes, cada año, o sea debe estar gobernada con
medidas eficientes y de futuro.
Todos los analistas coinciden que ahora Catalunya
necesita, más que nunca, un gobierno fuerte, porque en los próximos
presupuestos hay que recortar nada menos que 7.000 millones de euros. Son
decisiones difíciles y dolorosas, y estos recortes los impone la Unión Europea.
Artur Mas pide corresponsabilidad en las medidas a tomar, y tiene razón. Ahora
más que nunca necesita Catalunya una visión de país y no de partido, y los
partidos deberán ser generosos sin encerrarse en sus capillitas. Hay que
construir un gobierno o una mayoría parlamentaria que apruebe cuanto antes unos
presupuestos duros, hay que enviar mensajes al mundo –ahora que nos miran más
de cerca-- que aquí se sabe gobernar bien y se cumplen los compromisos, y
mensajes también a toda la ciudadanía de que aquí no serán todo flors i violes, que habrá que arrimar el
hombro, ya sea en los sectores de los transportes, en los funcionarios, en los
que reciben subvenciones públicas: el dinero público escasea y mucho. Se necesitarán
altas dosis de generosidad para saber ceder y conceder en bien del país.
Y además –y esto es muy importante—hay que
reconstruir los puentes que se han volado entre Barcelona y Madrid, antes y
durante la campaña electoral. Mariano Rajoy ya declaró que las relaciones
institucionales entre los gobiernos de Madrid y Barcelona se van a mantener en
su propio ámbito, aunque las relaciones entre los partidos estén muy mal. En
las campañas electorales siempre se cometen excesos, como la de Duran Lleida (¡quién
lo diría!) en el mitin final que dijo que en el Estado no hay cloacas, sino que
el mismo Estado español es una cloaca. Palabras duras que hacen daño y heridas
que convendría cicatrizar, como ciertas afirmaciones anticatalanas procedentes
de Madrid.
El año 2013 será el de la reforma del sistema de
financiación de las comunidades autónomas, y será el momento para que Catalunya
ponga toda su capacidad negociadora para conseguir 6.000 millones más, que no
serán en un año, pero sí en tres o cuatro anualidades. Cuando las arcas
catalanas no tienen crédito internacional y tienen muchas dificultades para
pagar la nómina a fin de mes, no se puede ir con órdagos, sino desplegando toda
la capacidad negociadora que los catalanes tenemos sobradamente para conseguir
nuestros objetivos, y en este caso el objetivo de una mejor financiación.
Me cuentan que en Madrid ha gustado el resultado de
las elecciones catalanas. Los humores de Madrid suben y bajan, tienen mucha
volatilidad. A quienes han satisfecho los resultados de estas elecciones es a
los inmigrantes. “A nosotros no nos gustaba Mas y estábamos muy inquietos sobre
nuestro futuro: queremos vivir en un país estable”, me ha comentado un
dirigente de organizaciones de inmigrantes.
No es solo la derrota de un hombre
La derrota de Artur Mas no es solo de un hombre, ni
de su equipo político, sino que todas aquellas instituciones –los medios de
comunicación especialmente-- que, ajenas al pensar del pueblo catalán, de la
realidad profunda del pueblo catalán que es muy plural, han campado por el país
como señoritos dueños de su finca. Esto ya pasó
factura a los socialistas, en Catalunya, y España se la pasó a Aznar y
al PP en su momento.
No tropecemos dos veces en la misma piedra:
necesitamos un gobierno fuerte y por lo tanto capacidad de diálogo y de pacto,
generosidad, amplitud de miras y medidas valientes en el medio y largo plazo. No
sería una solución crear un gobierno débil que nos llevara nuevamente a unas
elecciones anticipadas. El pueblo ha hablado expresando su soberanía con gran
dignidad democrática en las urnas el pasado domingo. Ahora sus representantes
deben estar a la altura de la confianza que han merecido.
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