Personalmente pienso que este debate, en una sociedad
democrática es sano, pues los temas de fondo deben de debatirse abiertamente,
sin tabúes. En el tema del independentismo catalán he visto escritos y
opiniones sensatas y otras poco sensatas. Todo nacionalismo e independentismo
tienen un componente irracional de fondo, porque responden a un sentimiento, a una
pasión y la razón humana a veces está ausente. Si la reunificación alemana se
hubiera hecho desde la razón, estaríamos todavía calculando el PIB de la
República Democrática Alemana (RDA, comunista), la paridad del marco, etc
.
El debate sobre la independencia de Catalunya es
amplio. En Barcelona se habla de que si Catalunya debería estar o no en la UE,
si los tratados dicen esto o lo otro, si la Constitución Española contempla o
no un referéndum, si Catalunya independiente es viable económicamente, y se
analizan los pros y contras, sector por sector. Todo este debate es de una gran utilidad,
porque finalmente el ciudadano se puede expresar libremente en un asunto muy trascendente, para Catalunya
y para España.
El debate está abierto en toda su amplitud, y esto
por sí mismo es positivo, pues de la discusión sale la luz, como decían los
constitucionalistas liberales que elaboraron la Constitución de Cádiz de 1812.
Y la discusión circula en las tertulias, en los bares, en la calle, en los
deportes, y sobre todo en las redes sociales e Internet.
De todas maneras, todo el mundo vaticina, de uno y
otro lado, que se trata de un proceso largo, que no habrá una independencia de
la noche a la mañana, es decir en uno o dos años. Este es un hecho importante:
saber elegir los tiempos. En política he conocido a políticos muy brillantes
pero que no atinaban elegir el tiempo
adecuado para su acción. El
resultado es que no consiguen sus propósitos.
¿Independencia sin contar con España y Francia?
De
momento hemos de contar con un factor fijo: España no aceptará la independencia
de Catalunya ni la del País Vasco, que en conjunto suman casi el 30 por ciento
del PIB español. Por otro lado, la centralista Francia tampoco apoyará un
independentismo que afectaría a sus territorios del sur, tanto del País Vaco
Francés, como de la llamada Catalunya Nord. Hasta el momento, los dos países más afectados
están reaccionando de distinta manera, pues el debate está planteado realmente
en España, no en Francia.
Como ya dijimos en un artículo anterior, parece que
Estados Unidos apoya la secesión española, pero los políticos de Washington
siempre están más atentos a sus intereses presentes y futuros que no a los
intereses de los demás.
¿Es posible,
entonces, una independencia sin contar con tus vecinos, o en contra de tus
vecinos (España y Francia)? Imposible no, porque nada es imposible en la vida
de los pueblos, pero sí muy difícil. A los vecinjos nunca hay que tenerlos como
enemigos. Y otra pregunta: ¿Ha sabido elegir CiU el momento adecuado para
plantear la independencia cuando Catalunya tiene un fuerte endeudamiento, una
petición de rescate, un altísimo paro, es decir una fuerte crisis económica?
Elegir momentos de crisis puede ser bueno o puede ser malo. Muchas revoluciones
se han hecho en momentos de crisis, pero son revoluciones, no secesiones. Recordemos
por ejemplo las dos grades revoluciones, la francesa y la bolchevique de Rusia.
Aquí no estamos ante una revolución, sino ante un plante de las clases medias catalanas
frente a un inmovilismo de Madrid.
El resultado de esta brecha abierta entre Catalunya y
Madrid dependerá de cómo gestionen las autoridades catalanas y la clase
política madrileña el tema del independentismo. Como en los divorcios, es un
asunto de dos, no de uno solo. Y puede acabar bien o puede acabar mal. Ahí
tenemos el caso de Escocia que todo parece que la secesión propuesta por
Salmond, líder del independentismo escocés, va a consistir en tener más
autonomía, pero no la independencia, valor precisamente en recesión en estos
momentos.
Hay en la reivindicación catalana una parte de “souflé”, pero solo una parte y habrá que
esperar cómo se gestiona desde Barcelona este tema. Todos en Barcelona son conscientes que el
camino hacia la independencia es largo. Habrá que ver qué ocurre con la opinión
catalana con el paso del tiempo. Mucho dependerá de la actitud, modos y “savoir
faire” del Gobierno central, donde Rajoy no es precisamente un político que
soluciona problemas. La sociedad civil catalana, a excepción de la clase
empresarial y en parte la clase sindical, está
más por la independencia que por continuar con España. El nacionalismo
catalán ha sabido aunar voluntades en torno a su proyecto en el corazón de las
clases medias, en la enseñanza, en los medios de comunicación, en los
estamentos culturales e intelectuales. Es mucho, pero no lo es todo.
En Madrid, aparte de los primeros esperpentos, parece
que ahora hay más reflexión y parece que el problema catalán no se ve ya como
un problema menor, sino como un problema profundo y difícil de gestionar.
Muchos son los que ven, desde Madrid y desde Barcelona,
que en ambas capitales los gestores políticos deberán ser prudentes, o como se
dicen en catalán, deberán abordar el futuro con mucho “seny”, opuesto este a las pasiones que en una parte y otra se
suelen desatar cuando se habla del tema independentista.
Comentarios
Publicar un comentario