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La irrupción del independentismo catalán en el debate político exige “seny” por las dos partes


                 He pasado unas semanas en América, y he coincidido con el viaje de los Príncipes de España. Seguía la actualidad política española, que centraba su debate sobre el independentismo catalán. También en Panamá se hablaba del tema, entre los españoles residentes y en los medios políticos y mediáticos.
                
                 Personalmente pienso que este debate, en una sociedad democrática es sano, pues los temas de fondo deben de debatirse abiertamente, sin tabúes. En el tema del independentismo catalán he visto escritos y opiniones sensatas y otras poco sensatas. Todo nacionalismo e independentismo tienen un componente irracional de fondo, porque responden a un sentimiento, a una pasión y la razón humana a veces está ausente. Si la reunificación alemana se hubiera hecho desde la razón, estaríamos todavía calculando el PIB de la República Democrática Alemana (RDA, comunista), la paridad del marco, etc
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                El debate sobre la independencia de Catalunya es amplio. En Barcelona se habla de que si Catalunya debería estar o no en la UE, si los tratados dicen esto o lo otro, si la Constitución Española contempla o no un referéndum, si Catalunya independiente es viable económicamente, y se analizan los pros y contras, sector por sector.  Todo este debate es de una gran utilidad, porque finalmente el ciudadano se puede expresar libremente  en un asunto muy trascendente, para Catalunya y para España.

                El debate está abierto en toda su amplitud, y esto por sí mismo es positivo, pues de la discusión sale la luz, como decían los constitucionalistas liberales que elaboraron la Constitución de Cádiz de 1812. Y la discusión circula en las tertulias, en los bares, en la calle, en los deportes, y sobre todo en las redes sociales e Internet.

                De todas maneras, todo el mundo vaticina, de uno y otro lado, que se trata de un proceso largo, que no habrá una independencia de la noche a la mañana, es decir en uno o dos años. Este es un hecho importante: saber elegir los tiempos. En política he conocido a políticos muy brillantes pero que no atinaban elegir el tiempo  adecuado para su acción.  El resultado es que no consiguen sus propósitos.

¿Independencia sin contar con España y Francia?  

                De momento hemos de contar con un factor fijo: España no aceptará la independencia de Catalunya ni la del País Vasco, que en conjunto suman casi el 30 por ciento del PIB español. Por otro lado, la centralista Francia tampoco apoyará un independentismo que afectaría a sus territorios del sur, tanto del País Vaco Francés, como de la llamada Catalunya Nord.  Hasta el momento, los dos países más afectados están reaccionando de distinta manera, pues el debate está planteado realmente en España, no en Francia.

                Como ya dijimos en un artículo anterior, parece que Estados Unidos apoya la secesión española, pero los políticos de Washington siempre están más atentos a sus intereses presentes y futuros que no a los intereses de los demás.

                 ¿Es posible, entonces, una independencia sin contar con tus vecinos, o en contra de tus vecinos (España y Francia)? Imposible no, porque nada es imposible en la vida de los pueblos, pero sí muy difícil. A los vecinjos nunca hay que tenerlos como enemigos. Y otra pregunta: ¿Ha sabido elegir CiU el momento adecuado para plantear la independencia cuando Catalunya tiene un fuerte endeudamiento, una petición de rescate, un altísimo paro, es decir una fuerte crisis económica? Elegir momentos de crisis puede ser bueno o puede ser malo. Muchas revoluciones se han hecho en momentos de crisis, pero son revoluciones, no secesiones. Recordemos por ejemplo las dos grades revoluciones, la francesa y la bolchevique de Rusia. Aquí no estamos ante una revolución, sino ante un plante de las clases medias catalanas frente a un inmovilismo de Madrid.

                El resultado de esta brecha abierta entre Catalunya y Madrid dependerá de cómo gestionen las autoridades catalanas y la clase política madrileña el tema del independentismo. Como en los divorcios, es un asunto de dos, no de uno solo. Y puede acabar bien o puede acabar mal. Ahí tenemos el caso de Escocia que todo parece que la secesión propuesta por Salmond, líder del independentismo escocés, va a consistir en tener más autonomía, pero no la independencia, valor precisamente en recesión en estos momentos.

                Hay en la reivindicación catalana una parte de “souflé”, pero solo una parte y habrá que esperar cómo se gestiona desde Barcelona este tema.  Todos en Barcelona son conscientes que el camino hacia la independencia es largo. Habrá que ver qué ocurre con la opinión catalana con el paso del tiempo. Mucho dependerá de la actitud, modos y “savoir faire” del Gobierno central, donde Rajoy no es precisamente un político que soluciona problemas. La sociedad civil catalana, a excepción de la clase empresarial y en parte la clase sindical, está  más por la independencia que por continuar con España. El nacionalismo catalán ha sabido aunar voluntades en torno a su proyecto en el corazón de las clases medias, en la enseñanza, en los medios de comunicación, en los estamentos culturales e intelectuales. Es mucho, pero no lo es todo.

                En Madrid, aparte de los primeros esperpentos, parece que ahora hay más reflexión y parece que el problema catalán no se ve ya como un problema menor, sino como un problema profundo y difícil de gestionar.

                Muchos son los que ven, desde Madrid y desde Barcelona, que en ambas capitales los gestores políticos deberán ser prudentes, o como se dicen en catalán, deberán abordar el futuro con mucho “seny”, opuesto este a las pasiones que en una parte y otra se suelen desatar cuando se habla del tema independentista. 

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