Hoy se ha celebrado la reunión tan
esperada desde la Diada del día 11, entre el presidente del Gobierno, Mariano
Rajoy, y el presidente de la Generalitat, Artur Mas. Tras dos horas, ambos han
constatado su desencuentro, o su falta de acuerdo en el punto central de la
reunión: el Pacto Fiscal catalán, por el que CiU, como tenía en su programa
electoral, busca conseguir una especie de concierto económico.
La Moncloa ha emitido un comunicado tras la reunión
en el que se afirma que el Pacto Fiscal no lo quiere ni el Gobierno, porque
iría contra la Constitución, ni los partidos españoles. Artur Mas esta vez ha
hablado claro en Madrid, tanto en el Ritz como “después” de la Moncloa (no
quiso hablar en el Palacio de la Moncloa, sino en la sede de la Generalitat, lo
que ha creado malestar entre los periodistas, porque no cabían en la sede
catalana).
El razonamiento de Mas es el siguiente: Catalunya se
siente a disgusto en España, y lo dijeron también Pujol, Maragall y Montilla
(este habló de un creciente desencuentro). Por tanto hay que dar un paso al
frente y reclamar el Pacto Fiscal, porque ya está bien que Catalunya pague de
más al Estado en unos 16.000 millones de euros al año, por lo que descontando
la aportación a los servicios del Estado y al Fondo de Solidaridad, Catalunya debería
recibir 8.000 millones más que ahora. Madrid nos ningunea, dice Mas, y encima te
insultan. Catalunya, añade, debe construir su propio Estado, ya veremos si
dentro o fuera de España, aunque sí dentro de la Europa del euro. Las fuerzas
nacionalistas montan una gran manifestación en la Diada para reclamar la
independencia en el momento de mayor descontento ciudadano por los recortes.
Mas va a Madrid (ayer se le vio cogiendo el tren desde Lleida) pero con un
mandato de los manifestantes, de que no se arrugue, y no se ha arrugado, y
mantiene su idea de que se debe “empezar a construir sólidamente este Estado”
que es Catalunya, y para ello se precisa el Pacto Fiscal.
La respuesta del Estado estaba cantada. Rajoy dice
que solo negociará con la Constitución en la mano que para eso la juró; Rubalcaba
dijo un “no” claro ante las cámaras de TVE al Pacto Fiscal. El Rey, en una nota
inusual, habló de “quimera” cuando más unidad se necesita entre los españoles. En
otras palabras, tanto la Corona, la jefatura del Estado, como las Cortes (estas
muy mayoritariamente) rechazan la propuesta catalana. ¿Qué baza debe jugar
Artur Mas: la de las elecciones catalanas. Nadie le podrá obstaculizar en este
camino porque la decisión será suya, pero deberá tener en cuenta que no serán
unas elecciones cualesquiera, sino que el Estado español jugará a fondo en esta
cita electoral, porque si pierde en Catalunya, está claro que la tensión
permanente hacia la independencia está servida, lo mismo que en el País Vasco.
Y España si pierde Catalunya y pierde el País Vasco, pierde el 28 por 100 de su
PIB y esto no se lo puede permitir. En
Bruselas tampoco ven con buenos ojos una posible secesión en España, porque es
difícil gobernar con tantos estados como para añadir dos más. Estado Unidos no
con malos ojos la secesión catalana, que sería un golpe más a la ingobernable
Europa, mientras que los países árabes recelan de la política pro israelita de
CiU. La pregunta es ¿por qué no ha habido más diálogo y mayor voluntad de
entendimiento?
Así las cosas hoy, cabra preguntase adónde va Artur
Mas. Hoy mismo sale Jordi Pujol para decir que no es posible ahora la Independencia
de Catalunya, cuando la impulsa desde hace un tiempo. El choque entre Catalunya
y el Estado español (el “choque de trenes” como decía Mas) se avecina, y en él
Catalunya tiene mucho a perder, y en primer lugar su cohesión social. También
España tiene mucho que perder, pero la miopía con la que ha mirado los
problemas catalanes desde hace tiempo ha llevado a esta situación políticamente
muy tensa, tanto en los despachos como en la calle. ¿Habrá manera de
entenderse? Mas ha soltado un órdago a Madrid, y Madrid ha dicho “lo veo”, y
Mas se ha quedado con una patata caliente en la mano, pero eso sí con una
multitud de seguidores que le aplauden y lo arropan en sus aspiraciones
soberanistas. En las próximas semanas o meses se verá si este pulso de Mas al
Gobierno y al Estado español habrá valido la pena.
La próxima semana tendrá lugar en el Parlamento de Catalunya
el debate anual sobre la política general, en el que se pondrán las cartas
bocarriba, y es probable que se convoquen elecciones para antes de Navidad (Mas
no puede dejar enfriar el fervor independentista). Frente a Mas estarán el PSC,
metido en sus problemas internos, sin liderazgo y sin candidato. El PP es un
partido sin “pedigrí” catalán, mientras Esquerra e Iniciativa intentarán pescar
en río revuelto. Si el soberanismo
catalán gana por el 52-55 por ciento y quiere seguir adelante con su iniciativa
del Pacto Fiscal (Pacto que hoy ha sido enterrado) será un modo de romper la
pacífica convivencia entre los catalanes. Madrid, y no solo Madrid, no estará
de brazos cruzados.
La culpa de todo ello no la tiene Mas, ni Pujol, ni
CiU, ni los socialistas (que se empecinaron en cambiar el Estatut), la culpa la
tiene la clase política madrileña que ha hecho oídos sordos durante años a los
catalanes, y la clase catalana que no ha sabido defender desde la normalidad su
posición. Siempre se dice que en todo divorcio la culpa es de los dos, y es
verdad. También en los divorcios políticos.
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