Los incidentes ocurridos con motivo de la huelga general del 29-M son culpa de grupos de violentos bien preparados – el conseller de Interior, Felip Puig, calcula en cerca de 2.000—que se encuentran en Barcelona y cuya presencia naturalmente inquieta a los ciudadanos, no solo a los que tienen comercios o establecimientos abiertos al público, sino a los ciudadanos de a pie. A otros ya les va bien: cuanto más revueltas las aguas, mejor, e intentar pescar en estas aguas.
En Barcelona concurren una serie de hechos que hacen que esta capital haya sido el lugar elegido por los violentos del continente Europeo como “sede permanente”. Hay pocos controles, la policía –dicen los violentos— es inexperta, tienen los medios de comunicación públicos y privados a su favor, tienen información “privilegiada” de los mossos d’esquadra, tienen sus zonas y campos de entrenamiento y en definitiva gozan de una alta impunidad.
En temas de seguridad hoy se prefiere hablar de una seguridad “preventiva”, es decir aquella que impide a los violentos actuar, ya sea porque han sido desarticulados antes, o porque al estar “fichados” son fáciles de capturar. Estos se sirven de estudiantes, de jóvenes de cualquier tipo, enfadados por la situación reinante, y allí encuentran terreno abonado.
Lo que se ha visto en Barcelona, desde los “indignados” de la Plaza de Catalunya, es que existe una policía joven, sin el bagaje necesario todavía para actuaciones importantes, sobre todo en el lado preventivo, y les falta un mejor uso de las nuevas tecnologías, sistemas de información e infiltración imprescindibles para adelantarse a posibles actos de violencia callejera o kale-borroka como lo ha llamado ya el president Artur Mas. Existen en España tres cuerpos policiales que conocen muy bien este tema: la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Ertzaintza. Los tres han tenido que luchar duro contra la kale-borroka y contra el terrorismo de Eta, con resultados que están a la vista de todos. Los mossos tienen buena escuela y sabemos que están aprendiendo rápido.
Según hemos podido observar y conocer, los especialistas en violencia callejera conocen los movimientos de los mossos antes de que estos actúen, y esto les da una ventaja importante. En realidad debería ocurrir al revés, que la policía estuviera antes en el lugar donde los violentos han decidido concentrarse y detener cualquier intento violento. Esto se resuelve con un buen equipo de información, introducido en los mismos grupos violentos. Además, usar tecnologías de comunicación con frecuencias y software imposibles de captar y copiar, a la vez pueda captar todos los demás, y control de las redes sociales.
Los medios de comunicación –al menos los públicos—deberían evitar entrevistas que invitan a la compasión a quienes colaboran con los violentos, mientras se deja a la policía como “los malos de la película”, “los provocadores”. Esta visión de los medios se comprende cuando pensamos que en el franquismo e inmediato post-franquismo la policía no tenía un comportamiento democrático, o mejor dicho no defendía los valores de una sociedad democrática como ahora. Los medios, en Barcelona, siguen viviendo, algunos, instalados en el franquismo. Y no parece el reportaje más adecuado –lo hizo TV3— entrevistar a familiares de algún detenido porque siempre dirán (véase en Euskadi) que su hijo es ejemplar y nunca ha matado a una mosca. Y tampoco recrearse en entrevistas a quienes han resultado heridos de una bala de goma. En catalán se dice “qui no li agradi la pols que no vagi a l’era”. Es decir no vale afirmar que “solo pasaba por allí”, simplemente porque no es verdad, casi siempre.
Hay que conseguir el objetivo de “violencia cero”, y necesitamos una policía bien preparada, una opinión pública bien informada, y la colaboración ciudadana lo más amplia posible para aislar a los violentos, en colaboración con las autoridades. Barcelona ha de ser la ciudad tranquila donde se hacen negocios, se vive en paz, y no una ciudad que sea el refugio de la violencia de Europa, el volcán incendiario de Europa, en competencia con Atenas.
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