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El PSC en busca de una nueva identidad

                El próximo fin de semana tendrá lugar un congreso histórico del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), porque se celebra tras tres derrotas electorales consecutivas: las autonómicas, las municipales y las generales. Por lo tanto, el PSC se enfrenta ante un congreso con las bases poco animadas y participativas, y con unos cuadros dirigentes, o mejor dicho con un “aparato” dirigente muy poco propicio a los cambios. Todos hablan de cambios, pero no son más que maquillajes y realmente no quieren perder el control del poder en el partido.
                El partido tiene tres problemas fundamentales: un problema ideológico, un problema de rigidez en sus estructuras, y un problema que surge de sus orígenes, al converger tres corrientes socialistas que en el Congreso de la Unificación de 1978 que terminó con la formación del PSC (PSC-PSOE). En la unificación socialista convergieron tres corrientes existentes en Catalunya:
1.- El PSC-Congrès, representados por un sector procedente de la burguesía, del mayo del 68 francés y formados en la Universidad, de cuño catalanista e ideologizado por el socialismarxismo, formado por los Reventós, los Obiols los Serra y los Maragall, aunque edulcorados tras su paso por los poderes municipal y central. Creían en el marxismo-leninismo teórico y en la praxis de un cambio radical en las estructuras económicas y sociales de la sociedad. Además predicaban una línea marxista a lo Tito, entonces presidente de Yugoslavia basada en la autogestión. Era la llamada “gauche divine”, que compartía ideología con la intelectualidad del PSUC, el partido comunista catalán. Su izquierdismo era más intelectual que práctico.
                La segunda gran corriente es la de origen obrerista, cuyas bases eran militantes del PSOE y de la UGT, es decir las bases militantes que tenía el PSOE en Catalunya, que eran y son la gran masa de votos procedentes de las áreas industriales, especialmente de Barcelona y que nunca se han sentido identificados con los catalanistas.  Ahí nos encontramos con dirigentes procedentes de la inmigración, pero que querían catalanizarse por no sentirse extraños en el contexto nacionalista en que vivía el país. Entre los dirigentes estaban gente poco ilustrada, en comparación con el PSC-Congrès, pero eran una máquina de votos. Ahí nos encontramos con los Eduardo Martín Toval, Mercedes Aroz, Carlos Cigarrán, Josep Maria Triginer, etc.
                La tercera es la versión más socialdemócrata, la del PSC-Reagrupament, cuyo ideólogo, Josep Pallach era un hombre de firmes convicciones democráticas y nacionalistas. El PSC-Reagrupament, que era minoritario, supo aglutinar en su alrededor personas de la burguesía, universitarios, profesionales, aunque pocos obreros. El PSC-R predicaba una economía de mercado poniendo su acento en la redistribución de la renta en beneficio de los trabajadores, pero sin poner acento alguno en la lucha de clases, de concepción marxista. Además aglutinaba a sectores laicos y a sectores de católicos que tras el Concilio Vaticano II tomaron una línea política de fuerte contenido democrático-social que se distinguía claramente de la línea seguida por la gran mayoría de obispos españoles de la época.  En realidad eran más democristianos de izquierdas que socialistas, pero el socialismo de Josep Pallach era light desmarcándose del marxismo histórico. 
                A Pallach, fallecido en 1976, le sustituyó Verde Aldea, y éste pactó con Jordi Pujol en las primeras elecciones formando el Pacte Democràtic per Catalunya, el cual se alió con las fuerzas socialistas y comunistas, del PSC y del PSUC para gobernar los ayuntamientos. Una cosa tenían en común los nacionalistas de Jordi Pujol --para nada partidarios del marxismo-- y los socialismos y comunismos: el antifranquismo y su nítida oposición a la derecha tradicional española. De todas formas, este pacto entre nacionalistas, socialistas y comunistas, duró una legislatura, y hubiera podido durar mucho más si el PSC, liderado por Joan Reventós, no hubiera rechazado la oferta de Jordi Pujol de participar juntos en el gobierno de la Generalitat. La negativa de Reventós sorpendió a propios y extraños.  
                Se dirá, y con razón, que ha llovido mucho desde entonces. Y es verdad, pero menos de lo que se cree. El PSC-Congrès, que ocupó los máximos cargos dirigentes del partido (Reventós, Obiols, Serra, Nadal, Maragall, en cuanto alcalde de Barcelona), fue perdiendo peso por la falta de apoyo de las bases, lo que culminó con el Congreso de Sitges (año 1994) que defenestró a Obiols i colocó a los “capitanes” (los cuadros procedentes de los ayuntamientos y que habían subido desde las municipales de 1979) al mando del partido. Eran hombres procedentes de la inmigración, poco ilustrados y en consecuencia con una praxis que se basaba más en el tacticismo y en el control del partido, que en planteamientos ideológicos y sin un conocimiento a fondo de la burguesía catalana que seguía teniendo las riendas del poder económico.
                 Uno de los temas en discusión en este Congreso del PSC es su vinculación al PSOE, el tener o no Grupo Parlamentario propio, y lo que es más importante tener una política común a nivel de España. ¿Qué dice el pacto entre el PSC y el PSOE al respecto? ¿Cuáles son los presupuestos de colaboración?
                Sacamos textualmente el artículo cuarto del llamado “Protocolo de unidad” de 1978. Este punto dice: “Para definir conjuntamente con el resto de los socialistas del Estado los elementos estratégicos coincidentes de la lucha de clases, el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) enviará sus delegados, elegidos directamente por las estructuras organizativas de base, al Congreso Federal del PSOE para que participen en las sesiones, debates y resoluciones que hagan referencia a las cuestiones comunes de la lucha de clases a nivel del Estado. La aplicación en Cataluña de las resoluciones tomadas para el ámbito estatal será realizada por el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE). El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) tendrá plena soberanía en aquellos ámbitos de competencias que los socialistas de Catalunya propugnemos para la organización política de nuestro país, de acuerdo con el marco constitucional aprobado en su programa, por los socialistas de todo el Estado”.
                Lo que une, pues al PSC al PSOE es “la lucha de clases a nivel de Estado”. En el Siglo XXI ¿es sostenible mantener como base de colaboración la lucha de clases? ¿Qué es hoy la lucha de clases? Ahí es donde hay que empezar a remover ideología. ¿Sigue siendo válido hoy este planteamiento? ¿Por qué se ha mantenido hasta ahora? ¿A qué clase pertenecen los parados?
¿Y los funcionarios? ¿Y los pensionistas? ¿Y los trabajadores del comercio, turismo, servicios, etc.? ¿Y los policías y miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad? Si los funcionarios son una clase proletaria, ¿por qué se les rebajó el sueldo? ¿En nombre de qué lucha de clases o defensa de los intereses y derechos de los trabajadores?
                En las bases ideológicas del PSC también se encuentra la autodeterminación, la constitución de un Estado Federal, la cogestión y autogestión de la propiedad privada, junto a diversos tics antirreligiosos en boga en la época mencionada. En el entretiempo se organizó el Estado de las Autonomías, el acuerdo consensuado entre las cuatro formaciones ideológicas: UCD o democratización del tardo franquismo, Alianza Popular o franquismo en fase de  evolución democrática, el socialismo y el comunismo de Santiago Carrillo que ya había abandonado sus estrechos lazos con la Unión Soviética al plantear abiertamente el eurocomunismo o el rostro democrático y humano del comunismo.  
                Así nos encontramos dentro del PSC (PSC-PSOE) la necesidad de definir, por una parte, el modelo de Estado, así como el modelo de relación con el PSOE, cambiando el Protocolo de Unidad. Tampoco queda claro el acatamiento del PSC a la Constitución Española de 1978, texto que puede estar en vías de revisión en esta legislatura que empieza. La evolución del PSC hacia una estructura política de poder más que hacia un modelo de participación política, ocurre después del famoso Congreso de Sitges, donde es “defenestrado” Obiols y el obiolismo, o sea en sector más catalanista del PSC, y toman el poder del partido los llamados “capitanes”, o sea los socialistas jóvenes que han surgido de las estructuras municipales en las que el PSC era controlaba la inmensa mayoría de la representación local. 
                Los “capitanes”, a cuyo frente estaban José Montilla y José Zaragoza, y cuando regresó de Madrid también Miquel Iceta --fiel colaborador del antinacionalista Josep (Pepe) Borrell --pertenecientes como muchos otros en los órganos de dirección del Baix Llobregat, y por lo tanto de extracción trabajadora e inmigrante—gobernaron con mano férrea el partido y el sector catalanista perdió peso. Se impuso una política tacticista y de desgaste de CiU que llevaba más de 20 años al Gobierno, y, sabiendo que existía un pacto entre Pujol y Aznar que no se cambiaría el Estatut en la legislatura, la artillería de los “capitanes” y de todo el PSC se lanzó contra el pacto CiU-PP hasta el punto de prometer el PSC un nuevo Estatut mucho más soberanista que el que había  sido aprobado en Sau en 1979. Aznar ya estaba en sus horas bajas. Esto descolocó un poco a CiU.
                El PSC de Montilla y Zaragoza había cometido el mismo error que 20 años atrás cometió Joan Reventós: ganar a Pujol en nacionalismo, como fue el caso que ambos coincidieron en votar (1981) una ley de supresión de las diputaciones provinciales que resultó ser anticonstitucional. Los socialistas por definición son socialistas y, en segundo lugar, algunos, solo algunos, son nacionalistas catalanes.
                El tándem Montilla-Zaragoza, con el fin de conseguir el poder en Catalunya, cambiaron su voto el día anterior a la elección del Secretario General del PSOE --que en principio lo habían comprometido a José Bono-- para votar a José Luis Rodríguez Zapatero (ganó a Bono por seis votos), tras obtener la promesa del leonés de seguir su estrategia y su táctica. De este modo, Rodríguez Zapatero salió elegido gracias a los votos que le proporcionó en el último momento el PSC. Así hemos tenido uno de los peores presidentes del gobierno de España y sin duda el peor de la democracia. Le faltó tiempo a Zapatero, ir en un mitin a Barcelona y decir que la reforma del  Estatut será la que quiera el Parlament de Catalunya, expresión que después se la comió con patatas.
                Montilla consiguió la “resurrección” de Maragall que había abandonado la alcaldía de Barcelona por un gris Joan Clos, para ser candidato a la presidencia de la Generalitat. Maragall tenía pedigrí catalán y no asustaba a la burguesía. Pero no era el candidato del “aparato” del partido, aunque fue utilizado. La ruptura interna del PSC (PSC-PSOE) estaba ya fraguada. Cuando Carod-Rovira (ERC), coaligado con Maragall (PSC) en el gobierno de la Generalitat, se entrevistó con dirigentes de Eta en Perpignan, tiempo le faltó al PSOE para dar una fuertísima regañina a Maragall, que se encontraba en viaje a Turquía, amenazando incluso con reconstruir la Federación Catalana del PSOE. Hay que decir que tuvo algunos adeptos entre alcaldes dirigentes del PSC esta idea. Pero las aguas, aunque turbulentas, volvieron a su cauce.
                Ahora, tras tres derrotas consecutivas, el desánimo va de la mano de la inquietud, la desorientación y de la búsqueda de una identidad nueva. A pocos días del Congreso del PSC estamos ante cuatro candidaturas, que en realidad, desde nuestra atalaya, vemos solo una: la del alcalde de Terrassa, Pere Navarro, que tiene el poco disimulado apoyo del “aparato”, aunque es de prever que no será  un dirigente sumiso al actual aparato. De entrada, no es ni Diputado al Parlament, ni Diputado al Congreso, ni Senador, lo que hace pensar que si es elegido tendría varios años para remodelar el partido. Los otros candidatos son circunstanciales: Àngel Ros, alcalde de Lleida, que representa el catalanismo nacionalista dentro del PSC, pero que tiene como nota negativa en que el PSC quedó tercera fuerza en la ciudad donde es alcalde; Miquel Iceta, Diputado al Parlament y que se retirará si consigue el objetivo seguir “dedicándose totalmente al partido” desde las alturas, y Joan Ignasi Elena, ex alcalde de Vilanova i la Geltrú, un obiolista, cuya pretensión es formar parte de la dirección del partido después del Congreso y por eso busca pactar con otros candidatos.
                En vísperas del Congreso la pregunta es si el PSC encontrará su propia identidad perdida ahora, tras tres derrotas electorales, y si va a haber una renovación que no sea cambiar las caras, sino las ideas, los compromisos y los presupuestos ideológicos, es decir hacia un socialismo despojada de la marxista,  más amante de la libertad, dentro y fuera del partido, y que plantee campañas electorales desde su identidad y no desde posiciones anti-PP o anti-CiU. No hay que tener miedo a la libertad, ni a la sociedad civil, ni a la economía de mercado, ni a las religiones, ni al aire fresco de las corrientes que entran en el Siglo XXI por Europa.
Salvador Aragonés

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