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La política, la derecha y la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud)

En un anterior artículo hablamos del socialismo y la libertad y de lo que el socialismo debe cambiar para alcanzar el anhelo del hombre moderno, un anhelo de libertad y de verdad. La izquierda, decíamos, necesita una “perestroika” que le haga perder su alma nihilista y su ateísmo militante de fondo al tiempo que descubra los valores antropológicos del hombre como su libertad necesaria para poder alcanzar la verdad, fuera de los controles y tutelas de los poderes públicos que ahogan estos anhelos. Y al mismo tiempo, la verdad debe prevalecer sobre lo oculto, sobre la mentira y se opone al relativismo donde esta verdad queda diluida entre multitud de valores muchas veces opuestos entre sí.
¿Y la derecha? En España tenemos una cierta derecha que cree encarnar los eternos valores patrios y religiosos. Esta derecha tiene el convencimiento de que tiene “la” verdad. En mi época de corresponsal en Roma comprendí lo real que era cuando decían que los españoles son “más papistas que el papa”. Lo mismo la derecha que la izquierda. Derecha e izquierda tienen en común que si el papa no está de acuerdo con “su” particular manera de ver las cosas del mundo, dicen que está “equivocado” que está “desfasado”. ¿No ha quedado esto fuera de la historia actual?
La reciente Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) fue un exitazo en lo que de profundamente religioso tenía. Escuché y leí opiniones diversas: desde quienes siguen empeñados en no reconocer la realidad pública de la religión y que la quieren relegada al ámbito exclusivamente privado --lo que va contra la libertad religiosa y de expresión -- hasta los que quieren utilizarla en beneficio de sus ambiciones de poder. En ambos casos la consecuencia es la desaparición de la Iglesia.
Benedicto XVI dijo claramente que España era “plural y católica”, es decir que en el alma de lo español está la religión, pero al mismo tiempo acepta la diversidad, el pluralismo en todos los ámbitos. El papa no vino a hablar de política, como algunos profetas temían, vino a hablar de Dios, vino a hablar de que hay que crear en el mundo la civilización del amor, de un amor a la libertad y a la verdad, una verdad lejos de instrumentalizaciones, reduccionismos y relativismos. Y esta verdad sobre el hombre tiene su fundamento en Cristo su Redentor. Benedicto XVI pidió a los jóvenes amor y fidelidad a ese amor el cual hay que manifestarlo sin miedo, con generosidad y entrega, de acuerdo con la llamada que ha recibido cada uno.
O sea que el papa no vino a hablar de política, ni de la ETA, ni de las próximas elecciones del 20-N, como algunos temían, ni siquiera de las leyes laicistas del Gobierno. Ha venido a hablar de amor a Dios porque será la fuerza de este amor la que hará cambiar el mundo. Y para quienes no creen, no pidió cruzadas, sino rezar por ellos, para que encuentren el gran bien del amor a Cristo. Es la “cruzada” de la oración. La actuación de los católicos en la vida pública debe ser consecuente con su fe y con los valores del cristiano: un amor para siempre en el matrimonio, una defensa de la vida desde su comienzo hasta su final natural, un trabajo a favor de los más desfavorecidos, una economía al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía, una universidad donde la formación humanista prevalezca sobre el utilitarismo, etc. No se trata de rechazar ésta u otra ley, sino que los fieles sepan afirmar y defender públicamente y sin reparos los principios sobre los que se conforma el sentido cristiano del hombre.
¿Y qué tiene que ver la derecha con este discurso? Pues que la derecha no está en posesión de la verdad, de la verdad política y moral. La derecha española no puede utilizar la religión como un pretexto o peldaño para alcanzar el poder, pues una cosa es la política y otra la religión, juntos pero no revueltos. En algunos ámbitos de la derecha española son propensos a pensar que su política es una “política católica”. Grave error. Ciertamente que el laicismo generado por los gobiernos de Zapatero ha jugado a favor de un cierto fundamentalismo religioso erróneo. Por eso, la nueva derecha que parece que gestionará el poder en España –lo gestiona ya en gran parte del territorio—no puede escudarse en la Iglesia católica como aval a sus políticas. El poder, ha venido a decir Benedicto XVI, debe estar al servicio del hombre, en especial de los más débiles y necesitados.
En España hemos perdido ya un tiempo precioso, pero nunca es tarde para poder caminar hacia una sociedad donde el servicio a los demás, el amor, la convivencia y la tolerancia sean tan abundantes que eclipsen el odio. La religión de hoy no puede ser vista con los estereotipos de los siglos XIX y XX. Quien ha visto o vivido esta Jornada Mundial de la Juventud ha podido comprobar que la fe en Dios y el amor a Cristo y a su Iglesia están vivos y que los jóvenes no tienen complejos y viven lejos de modelos del pasado. El papa pidió a los jóvenes que recen, que sean consecuentes, que imiten la vida de Cristo. La juventud de la JMJ estaba desinhibida y dijo al mundo “urbi et orbi” que la fe en Dios y la pertenencia a la Iglesia de Roma pueden manifestarse y vivirse de múltiples formas, siendo la fe una sola y dentro de una misma Iglesia. Fue una manifestación de unidad y pluralismo al mismo tiempo, de modernidad y tradición.
Salvador Aragonés

Comentarios

  1. Me gusta el análisis. Ya está bien de politizar la religión, a pesar de que es la izquierda la primera que la politiza, porque sin la religión no tendría sentido la cruzada laicista de Zapatero y su gobierno.

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