…Y la unidad independentista se rompió
Por Salvador Aragonés
Era un hecho anunciado desde hacía tiempo. Hace solo un año
y medio que se celebraron las elecciones catalanas (febrero de 2021) y lo que
debía de haber sido la unidad independentista ha saltado por los aires. Dos
filosofías: el pacto (Junqueras) y el choque y ruptura con el Estado
(Puigdemont).
Estaba previsto: cuando hablabas con un dirigente de
Esquerra Republicana te contaba pestes de JuntsxCat de Puigdemont y Laura
Borrás, que son los que han ganado la opción de ruptura y salida del Govern.
Durante todos estos meses el trabajo de gobernar lo han
hecho los técnicos, porque los políticos pasaban el tiempo en peleas. En unos
tiempos tan convulsos como los que vivimos ahora, dedicarse a peleas internas,
no solo ha sido perder el tiempo, sino reducir el prestigio y oportunidades de Catalunya.
El inicio de la caída de la unión independentista –y del
independentismo catalán—comenzó el 1 de octubre hacer cinco años: un referéndum
ilegal y fallido. Nadie en el mundo mundial –ningún país—reconoció ni ha
reconocido este referéndum, más lleno de emociones que de realidades políticas.
Este no reconocimiento internacional ha hecho que el referéndum no tuviera
ninguna base para construir un Estado independiente.
La bisoñez e ineptitud de los líderes independentistas ha
hecho que la independencia de Catalunya se construyera sobre columnas de barro.
Nunca ha existido un proyecto independentista de cara y ojos, mínimamente
presentable en la escena internacional. Se quería romper un Estado (España) y
querer que los otros estados aliados (Europa) acogieran a Catalunya con los
brazos abiertos (sueños). Carles Puigdemont y Oriol Junqueras hicieron un
diseño independentista con algoritmos sacados de la manga y resultó un
metaverso.
Lo hemos dicho muchas veces, y volvemos a repetirlo:
Catalunya nunca podrá ser independiente sin el beneplácito de España y de
Europa. No hay terceras vías. ¡Cuántos disparates y mentiras se han dicho!
Imposible hacer un elenco de ellos.
Pero no nos confundamos: la ruptura del Govern no implica
que haya muerto el independentismo. No. Pero este independentismo carece hoy de
unidad y de liderazgo.
Carles Puigdemont, que ha amenizado con sus invectivas el
“procés”, es el principal responsable, con Laura Borrás (que tuvo que abandonar
la presidencia del Parlament siendo investigada por un caso de corrupción) de
la ruptura. Puigdemont es un soñador, un romántico y un iluso, que lo único que
quiere ahora es volver a Catalunya, sin pasar por la Sala de Justicia. Es un
eurodiputado sin amigos, ni siquiera en su propio grupo parlamentario. Pero
sigue mandando a los suyos aquí en Catalunya, desde su palacio de Waterloo, en Bruselas.
Espero que la gran inestabilidad política catalana termine,
aunque lo dudo. De momento, el preisdente del Gobierno, Pedro Sánchez (antes
que Salvador Illa) ha asegurado la continuidad y estabilidad del gobierno de
Pere Aragonès, quien no quiere elecciones, sino gobernar solo, con apoyos de
los socialistas, de los comunes y de algún diputado suelto de JuntsxCat.
¿Escisión en Junts?
A algunos consellers y altos cargos de JuntsxCat, por no
decir todos, no les ha sentado nada bien la decisión de las bases del partido
de salir del Govern. Puigdemont ha recuperado la iniciativa y el control del
partido, pero Junts puede acabar rompiéndose. El resultado de la votación, con
solo el 52 por ciento de votos a favor, no da buenos presagios: el partido está
dividido. Su apoyo electoral, más emotivo que racional, ha ido bajando. Las
próximas semanas veremos lo que pasa.
¿Y quiésnes son los de Junts? Los herederos de Jordi Pujol.
¿Negociaciones con Madrid? Frío, frío. Pedro Sánchez dijo
desde la ONU que el acuerdo con Catalunya “va para largo”. Esquerra hace lo que
ya hacía Jordi Pujol: peix al cove (pescado al cesto). Cierto que hay
una Mesa de diálogo entre el Gobierno y el Govern, pero augura poco recorrido
para resolver los dos puntos clave para el independentismo: amnistía y
referéndum de autodeterminación.
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