La intervención de Rusia e Israel en el proceso independentista catalán era conocida. Pero lo que se ha contado al juez del Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre López, es casi una quimera. ¿A quién se le ocurre que Rusia enviara 10.000 soldados a un país de la OTAN como es España? ¿Para hacer la guerra a quién? ¿Y quién se cree que Rusia que pagara la deuda catalana? No conocen a los rusos ni a los europeos.
Eso es un sinsentido. En
Catalunya a eso se le llama “somiar truites”, o sea vivir en la parra.
El “procés” nos tiene acostumbrados a que se discuta, se escriba, y se
gasten muchas energías en cosas poco serias e importantes. Y pasa el tiempo, y
el tema catalán sigue sin resolverse, a pesar de que ahora mandan en Madrid…
algún día sabremos qué han recibido los de ERC.
Ahora viene la entrevista
entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès para limpiar las cloacas que ha dejado
“Pegasus” en los teléfonos independentistas por parte del CNI. ¿Qué le puede
ofrecer Sánchez a Aragonès para limpiar las cloacas? Y también ¿qué ofreció
Sánchez para conseguir el voto de Bildu a su decreto anti-crisis? Me lo dijo un
día Jordi Pujol cuando era president de la Generalitat: “En política nada es
gratis”. Y así ha sido siempre, digan lo que digan los afectados por los
pactos.
Volviendo a las escuchas
hechas al independentista Víctor Tarradellas (nada que ver con el ex -President)
dentro de la operación llamada “caso Voloh”. Según el juez, éste se encontró
con el empresario y es diplomático ruso, Nikolay Sadovnikov, presentado como
“emisario de Putin” ante las autoridades independentistas catalanas. Había
también negocios por en medio a través de criptomonedas, pues Rusia tiene mucha
materia prima.
El ruso Sodovnikov, el
día antes de la declaración de la independencia por parte del parlamento
catalán, se entrevistó con el entonces president Carles Puigdemont, con la
oferta de los 10.000 soldados rusos y enjugar la deuda catalana. El ruso quería
hacer de Catalunya “un país como Suiza”. Soñar es gratis, y más para los
independentistas. Menos mal que Puigdemont no aceptó. Hoy seríamos un país
prorruso, apartado de Europa y de Occidente.
Después de quedar
abortada la independencia, y con Puigdemont ya instalado en Bélgica, éste
continuó contactos con Rusia y hasta concedió una entrevista al “RT” (Russia
Today), un canal televisivo oficial del Kremlin para occidente. Hoy este canal
RT ha sido cancelado en Europa desde la invasión de Ucrania.
En lo que sí ayudó Rusia
al independentismo fue en nuevas tecnologías de la información. Se veía cómo
los rusos se introducían en las redes sociales o en los ordenadores de
periodistas y políticos para dar noticias sobre la situación en Catalunya en
los momentos cruciales del “procés”, como fueron los meses de septiembre,
octubre y noviembre de 2017. Recuerdo que delante del Parlament de Catalunya,
en el Parc de la Ciutadella, esperaban la declaración de independencia numerosas
televisiones extranjeras, siendo las mejor equipadas, dos rusas. ¿Qué quería
Rusia? Romper Europa. Moscú no reconoce las Unión Europea.
Y ¿qué decir del caso “Pegasus”?
Que sea una empresa de Israel --naturalmente con el beneplácito del Estado de
Israel-- quien venda este artilugio para colarse sin dejar rastro en los
teléfonos móviles de cualquiera, dice muy poco del Estado que los utiliza, pues
seguramente hay en el mercado o en los servicios de información de la CIA o del
M16 británico mecanismos superiores, o cuanto menos análogos a Pegasus, en
lugar de las chapuzas que se han hecho, aireadas a los cuatro vientos para
mayor honra y gloria del independentismo catalán.
Ahora resulta que toda la
culpa ha sido de la directora general del CNI español, Paz Esteban López, que
se ha pasado toda una vida en el Centro haciendo un trabajo meritorio al decir
de sus colegas, los espías. Podemos y ERC piden también la cabeza –porque han
de rodar cabezas—de Margarita Robles, la ministra de Defensa. No creo que lo
consigan.
También los
independentistas espiaron a políticos, periodistas y empresarios, pero eso es
harina de otro costal. Aquí todo el mundo espía… lo que puede.
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