El catalán de Canet
Por Salvador Aragonés
Me da mucha pereza escribir este artículo, porque me ganaré enemigos de
todas partes. El tema del catalán, en Catalunya, es básico, fundamental, y
levanta pasiones por todos lados.
En primer lugar, diré que el conseller d’Educació, Josep González-Cambray,
aceptó la decisión de los tribunales de poner un 25 por 100 de catalán en las
escuelas. Pero cuando llegó la escuela de Canet de Mar el conseller se retractó
y dijo ser partidario de la inmersión total en catalán. Sus hijos los lleva a
una escuela de élite, donde se estudia, además del catalán, un 25 por ciento en
castellano y también un porcentaje en inglés.
De entrada, diré que la lucha contra el catalán es una pérdida de tiempo,
porque el catalán es un a lengua que ha superado todas las persecuciones a lo
largo de los siglos. Lo mismo que la lucha contra el español o castellano es
una causa perdida. Tanto el catalán como el castellano están profundamente
arraigados en Catalunya: nadie los va a aniquilar.
Como es lógico, la lengua catalana es la que está en inferioridad, pero el
español es la segunda lengua más hablada del mundo, y, en consecuencia, conocer
el español o castellano es una riqueza muy importante para los catalanes.
Con el fin de no entrar en la polémica del 25 por ciento, hablaré de una historia
cercana a mi familia.
El abuelo de Jordi (nombre supuesto) era un hombre culto y bien situado
económicamente, sin ser rico. A principios del siglo XX, la burguesía catalana
quería que sus hijos conocieran bien el castellano, de manera que cuando fueren
por tierras españolas dominaran la lengua y se rebajara el acento catalán. En
casa siempre hablaban en catalán y lo mismo en las relaciones sociales. Así que
decidieron llevar a sus hijos en internados donde solo se hablaba castellano,
todo el día.
Su formación en castellano no había disminuido un ápice el conocimiento del
catalán de su hija, Nuria. El catalán era la lengua de uso familiar y social.
Tanto es así, que llevó a sus hijos a formarse en la Escolanía de Montserrat. Allí
todo era en catalán, salvo las asignaturas en castellano. Un hijo de Nuria
(entonces no llevaba acento la ú), de nombre Luis, se formó en la escuela
pública donde toda la enseñanza, incluido el maestro, era en castellano, lo
mismo que el bachillerato y la universidad.
Luis tuvo que irse a una universidad española, al no existir sus estudios
en ninguna universidad catalana. Se matriculó en una carrera de letras. Y
cuando hablaba se le notaba mucho el acento catalán, pero sobre todo su falta
de vocabulario, pues no dominaba las preposiciones, ni sabía adjetivar bien, y la
sintaxis dejaba que desear.
Ante esta situación, se vio Luis con la necesidad de leer y estudiar con un
diccionario de castellano al lado con el fin de conocer correctamente el
significado de muchas palabras que desconocía, especialmente adjetivos y
nombres propios de animales y cosas, que solo conocía en catalán.
Al acabar los estudios universitarios, Luis quiso trabajar en Barcelona, pero
no encontró trabajo. Al fin, decidió ir a Madrid, ---capital que, sin
conocerla, a Luis le era antipática--. empezaba la década de los sesenta del
siglo pasado. Allí se casó, con una mujer castellanohablante y, por su trabajo
tuvo que visitar medio mundo.
Al cabo de los años volvió a Catalunya para trabajar. Tuvo una entrevista
con el entonces President de la Generalitat, Josep Tarradellas. Hablando este
le hizo notar que confundía palabras cuando hablaba catalán y utilizaba
palabras de otras lenguas. El problema era que en todo este tiempo no había
hablado casi catalán, y las lenguas se oxidan si no se practican, aunque sea
una lengua de cuna. Tarradellas también tenía confusiones por sus muchos años
pasados en el exilio de Francia.
Y el lector me preguntarás: ¿Y eso qué tiene que ver con el conflicto de
Canet? Quiero señalar que la inmersión total en lengua catalana no es un
panorama de futuro para los alumnos. Hay que saber más lenguas, además de la
propia, y que con solo catalán solo te puedes mover por Catalunya y con los
catalanes que viven fuera de Catalunya. Las otras lenguas las chapurrean.
Y sin entrar en cuestiones jurídicas o legales, saber hablar y escribir
bien el español abre puertas, y con el inglés más. Por eso, el conseller
González-Cambray hace bien en llevar a sus hijos en escuelas trilingües. ¡Que
no lo estropee la presidenta del Parlament, Laura Borrás!.
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