En este año que la Iglesia católica está dedicando al esposo de María y padre de Jesús muchos están acudiendo al "intercesor de todo"
El relato de los evangelios, especialmente el de Mateo, presenta a José de Nazaret como un “hombre justo” (Mt, 1, 19) –o sea santo—piadoso, que ejerció de “padre” de Jesús y de esposo de María.
Fue un hombre que confió siempre en Dios a pesar de las numerosas dificultades que tuvo por delante: conocer el embarazo de la Virgen sin saber que venía de Dios, y que el que naciera sería llamado Hijo de Dios, y que le pondría por nombre Emmanuel.
Dios utilizó a sus ángeles para comunicar su voluntad a José: la revelación de la virginidad de María, la huida a Egipto, la vuelta de Egipto. Él siempre confió en Dios.
Nunca expresó la más mínima queja, a pesar de las dificultades que Dios le iba poniendo delante: el empadronamiento en Belén, la huida a Egipto y su vuelta a Nazaret.
Hasta cuando “perdió” a Jesús en Jerusalén y tras tres días de búsqueda, junto con María su esposa, lo encontró en el Templo hablando con los doctores de la Ley.
Un joven artesano
José de Nazaret, además, aunque no lo dicen los evangelios, fue un hombre joven, no un viejo como a veces lo pintan para resaltar la virginidad de María de Nazaret.
Para hacer lo que hizo José se necesitaba envergadura, sentido de la iniciativa, mucha firmeza, no doblarse ante ninguna dificultad. Tal fue su obediencia. No una obediencia ciega, sino con sentido de iniciativa y responsabilidad.
Dios quiso que el que tenía que hacer de padre de su Hijo Jesús (y fue un verdadero padre), no fuera un hombre de alcurnia, que vivía en palacios, o que formara parte de la aristocracia sacerdotal de la época. Lejos de eso.
Era, dicen los evangelios, un artesano (faber), un trabajador como tantos otros en su tiempo. Con buen temple, con alegría y buen humor.
Además, tenía iniciativa y era un hombre trabajador. Cuando se desplazó a Belén y después a Egipto y finalmente a Nazaret, no podía alimentar a su familia de la caridad, sino de su trabajo.
Seguramente instaló talleres en Belén y Egipto, y finalmente en Nazaret. Todo ello requiere una gran adaptabilidad a la voluntad de Dios y vivir en cada momento en el ambiente que le tocó vivir, sin quejarse que si los egipcios, los de Belén, son esto o lo otro, que tienen trato difícil y costumbres distintas.
Él, José de Nazaret, sabía que la gracia de Dios no le iba a faltar. Además, debió ser una persona simpática, de trato muy agradable, que se hacía querer.
Nunca olvidó su misión principal: cuidar de María su esposa y del Niño Jesús al que enseñó el oficio de artesano. Y siempre lo hizo, dice el Papa, con “ternura”.
No sabemos cuántos años vivió José de Nazaret. Sí podemos intuir su dulce muerte, al lado de Jesús y de María, que lo cuidaron hasta el último aliento de su vida.
El escritor e ingeniero Josep Maria Tarragona i Clarasó (Barcelona, 1957), es un gran divulgador de la vida y obra del genial arquitecto y artista, Antoni (Anton le llamaban sus familiares y amigos) Gaudí i Cornet. Muchos escritos de JM Tarragona están en la web www.antonigaudí.org , y ahora acaba de publicar su segunda biografía de Gaudí: “ Gaudí, el arquitecto de la Sagrada Familia ”, en español, catalán e inglés. Se preparan las ediciones en alemán, francés e italiano. En la presentación del libro –que tuvo lugar en la Cripta de la Sagrada Familia—el libro fue calificado de “definitivo”, aun tratándose de una “biografía breve”. Lo entrevistamos en una salita de su despacho, especial para el Diari de Tarragona -SA.- Gaudí, ¿de Reus o de Riudoms? -JMT.- Gaudí nació legalmente en Reus. Así consta en la partida de bautismo (no había Registro Civil entonces), en su cartilla militar y en los documentos y actas notariales que le mencionan. Sin embargo, existe una tradición
Ejemplar la actuación del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien siempre lleva la misma ropa. El uniforme para ir al colegio, en los niveles obligatorios, levanta polémicas todos los años. ¿Sí o no al uniforme? Veamos qué dicen los partidarios y los detractores. Los detractores del uniforme dicen que este señala a los niños y niñas de clase social alta. Además, el uniforme es desechado sobre todo por las niñas, que lo aborrecen muy pronto porque ellas quieren ser “distintas”, y dejar de ser “colegialas”. Así mismo -dicen los detractores- tanto chicos como chicas ven el uniforme como una cosa antigua , de antes, no lo quieren. Los padres también piensan lo mismo: el uniforme va contra la formación de la personalidad de cada niño o niña, cuando se debe fomentar que cada alumno/a destaque por sí mismo/a. El uniforme, como su nombre indica, uniformiza cuando hoy cada vez más se tiende a individualizar. Los padres y educadores que son partida
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