El Dia de la
Constitución, el pasado domingo, vivimos una fiesta muy singular, no solo por
la pandemia que obliga a no celebrar actos cerrados, sino por las ausencias,
diferencias e indiferencias en torno a la Carta Magna. No faltó un cierto ruido
de sables de militares ya en la reserva, pero que nadie duda de que tras ellos
también hay militares en activo que no firman cartas para no ser expulsados del
Ejército, pero que piensan como ellos.
Se celebró el Dia de la
Constitución con muchas ausencias de quienes están o apoyan al gobierno: los
nacionalistas e independentistas catalanes, vascos y gallegos, que apoyaron los
Presupuestos Generales del Estados y que “gobiernan” o mantienen la
gobernabilidad del Estado, con sus votos en el Congreso y en el Senado, a
cambio de prebendas.
¿Cuál era el significado
de estas ausencias? Su no aceptación de la Constitución Española. Y hasta hace
muy poquito tampoco hubiera asistido Pablo Iglesias, siempre contrario a los
principios fundamentales de la Constitución, pero ahora el poder hace que estén
ahí, en primera fila, no por su conversión o amor al constitucionalismo actual,
sino por el amor al poder real que detentan en España.
¿Eso quiere decir que
está roto el pacto constitucional? Sí y no. En verdad, no puede ser que la
Constitución, y con ella la monarquía, sean apoyadas solamente por el PP,
Ciudadanos y el PSOE (este último con algunas reservas), y por motivos tácticos
por Vox, ante los 18 partidos presentes en el Congreso (una auténtica sopa de
letras).
Vaya por delante que el
PSOE ha hecho una labor importante para alcanzar tanto consenso en la
aprobación de los presupuestos, convenciendo no solo a los partidos de la
investidura, sino más allá, negociando partidas aquí y allá para contentar a
partidos, a veces uniprovinciales, como Teruel Existe.
En el trasfondo de los
desacuerdos constitucionales están la Monarquía y la recién aprobada en el
Congreso, Ley de Educación (LOMLOE) o Ley Celaá, que quiere nada menos que
estrangular la libertad de enseñanza, negando fondos del Estado para quienes
quieren una enseñanza gratuita y en libertad de elección, al menos en los
niveles obligatorios, tal como establece el artículo 27 de la Constitución: el
único pacto escolar de consenso que ha existido en la España
constitucional.
¿Es el momento de cambiar
la Constitución? España, como el resto de los países europeos, viven y van a
vivir momentos muy duros, en lo económico, en lo sanitario, en los modos de
trabajar, en la tecnología, etc. No es tiempo para dedicarlo a otros objetivos
como no sea la solución de los problemas acuciantes antes mencionados que tiene
la ciudadanía.
Los ciudadanos hoy, la
sociedad civil, están por la estabilidad política e institucional de España, al
menos hasta que se arregle el agujero que ha creado la Covid-19. O sea, no es
tiempo de cambios en las estructuras o pilares institucionales y políticos del
país. Lo urgente, lo inmediato, es lo otro: arreglar la economía, la sanidad, y
el avance tecnológico para salir del bache del coronavirus.
¿O cree Pedro Sánchez, el
presidente del Gobierno, convertir al constitucionalismo a Esquerra
Republicana, a Bildu, al PDECat, al BNGA o a los de Compromís valenciano, por
ejemplo? Por no decir a Podemos, que mientras su líder acompaña al Rey de
España a la toma de posesión del presidente de Bolivia, se escaquea y anuncia
acuerdos entre partidos de una izquierda radical supranacional que nada tiene que
ver con un acto de Estado como era el objetivo de su viaje a Bolivia.
Lo que realmente falta en
España, en el terreno político, es el entendimiento entre los dos principales
partidos, el PSOE y el PP, en cuestiones de Estado y ante esta gran sacudida como
ha sido la pandemia. Convenía que los presupuestos hubieran sido aprobados no
por una sopa de letras de partidos políticos, sino por un mínimo de consenso PSOE-PP
para conseguir la abstención del Partido Popular. Hay voces muy preclaras de la
sociedad civil española que no quieren vivir otra vez entre las Dos Españas, en
la división, en esta tensión guerracivilista que caracterizó la España de los
siglos XIX y XX.
Unos se culpan a otros de
la falta de consenso. Yo solo pido consenso en resolver la gran crisis que
económica y sanitaria que tenemos encima. Y poco antes de la Navidad seguimos
sin saber cuántos miembros de la familia de cada uno podremos reunirnos,
abrazarnos, comer juntos, porque la Navidad es para unir a los seres queridos
(que no “allegados”) y compartir con ellos unos ratos de alegría y de paz. Que
estas fiestas no las ensucie la política.
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