Nadie duda que el coronavirus es un azote para nuestra
gente, para la gente del mundo, en este siglo XXI. Pero no hay que olvidar que
toda crisis tiene sus oportunidades.
Vamos al hoy y cada uno se hace muchas preguntas. Hemos escogido
unas cuantas en este breve artículo.
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¿Y si no pago la hipoteca?
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¿Cómo pagar el alquiler del piso? ¿Cómo pagar
los recibos de la compra del coche?
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¿Cómo pago los salarios a los pocos trabajadores
que tengo en mi pequeño negocio?
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Si los clientes no me pagan o no los tengo
porque he tenido que cerrar, ¿Cómo pago a los proveedores?
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¿Cómo pago los impuestos del IVA, las
retenciones del IRPF, la Seguridad Social de los trabajadores si no tengo
ingresos?
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¿Quién y cómo voy a percibir las ayudas
oficiales que se hagan cargo de mi situación de estrangulamiento económico? Se
habla de muchos miles y miles de millones, ¿dónde están?
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Si la empresa no me paga el salario, ¿quién y
cómo voy a percibir un salario a fin de mes, aunque sea el 70 por ciento?
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Preveo que mis hijos no irán al colegio antes
del verano, ¿qué hago con ellos tanto tiempo en casa? Y si me obligan a ir al
trabajo ¿quién cuidará de mis hijos en casa?
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Y los novios se preguntan, ¿nos podremos casar este
año sin invitados a la boda, sin poder salir de casa?
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¿Cuánto durará el confinamiento? ¿Por qué hay
gente que sale a la calle por tener un perro y yo no puedo salir? ¿Los perros
sí y las personas no?
Son algunas preguntas –hay muchas más-- no exentas de
preocupaciones.
Eso sí, yo saldré todas las tardes a la ocho al balcón a aplaudir
a todas estas personas que están dando su salud y hasta sus vidas para hacer
frente a esta pandemia. Porque aquí estamos en una guerra, en una guerra contra
un enemigo invisible y un desconocido: el coronavirus. Y el ejército que libra
esta guerra es el personal sanitario y voluntarios que luchan cada día y caen
heridos (enfermos contagiados) o muertos: son las bajas del frente de esta guerra.
Ellos son nuestro ejército y su campo de batalla son los
hospitales, los supermercados y los agricultores, entre muchos otros, cuyos
servicios recibimos cada día. Debemos aplaudirlos como aplaudían a los soldados
victoriosos al final de la guerra y entonaba el pueblo con trompetas una Marcha
Triunfal, como escribió Rubén Darío.
Hemos de alegrarnos porque tenemos un ejército con la moral
muy alta, que asegura que la victoria final llegará. No se sabe cuándo, pero
llegará. Es la guerra del siglo XXI, una guerra sin disparos, ni terrorismo, ni…
Es una guerra contra un enemigo invisible y silencioso, pero que sabemos que
está ahí, recorriendo las calles vacías de las ciudades y los pueblos en busca
de presas a las que atacar.
Todos dicen que el coronavirus nos ha hecho mejores a todos:
mejores padres, mejores hijos, mejores esposos y esposas… ¿Será así también después
del coronavirus?
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