Todos los días hablamos de los Presupuestos Generales del Estado, no solo
de su contenido, sino sobre todo de si serán o no aprobados. No hay rueda de
prensa con los independentistas catalanes que no se les pregunte por los
presupuestos. “Presupuestos, ¿sí o no?” Esta es la cuestión.
Los independentistas, a nivel de
dirigentes, muchos ven claro que la aprobación de los presupuestos del Estado
representa una bombona de oxígeno en las maltrechas finanzas catalanas. No solo
por los presupuestos en sí, sino también porque si votan los presupuestos en
Madrid habrá también presupuestos en Catalunya, según ya ha declarado Miquel
Iceta, el líder de los socialistas catalanes, y por tanto el gobierno Torra
podrá gestionar sus primeros presupuestos.
Todo hace pensar que este compás de espera que los independentistas ponen
al gobierno central no es más que una negociación al alza de los presupuestos
del Estado, con el fin de conseguir lo máximo, visto que el gobierno de Pedro
Sánchez está dispuesto a sacarlos como sea. Los vascos del PNV hicieron lo
mismo con Rajoy cuando tenían solo cinco diputados: ¿No podrán los diputados de
ERC y del PDeCAT hacer lo mismo, o más, teniendo 17 diputados?
Por otro lado, los independentistas critican su apoyo a los presupuestos
porque las inversiones prometidas por el Gobierno muchas veces no se cumplen en
Catalunya. Además, estas inversiones suponen lo que marca el Estatut, no es una
concesión. Al mismo tiempo, los presupuestos son una vez al año y son partidas
que dependen del Estado, pero no incrementa el poder de la Generalitat con más
concesiones que sirvan para caminar hacia la república catalana deseada.
Sin embargo, muchos catalanes esperan los presupuestos por su incidencia en
los sueldos de los funcionarios, médicos y profesores, pensiones, mejora de
infraestructuras, etc. La promesa del gobierno de que no habrá financiación
autonómica en la presente legislatura. Y es normal ante las elecciones
autonómicas y municipales de mayo.
En definitiva, lo mismo que con su encuentro con Sánchez, Quim Torra, el
President, se ve presionado por todos lados (empresarios, cámaras de comercio,
funcionarios, pensionistas, colegios profesionales, conciertos con enseñanza,
hospitales y centros de beneficencia, etc.) para que acepte los presupuestos
como tuvo que aceptar la reunión con Pedro Sánchez.
De pronto, ha salido el ex President Carles Puigdemont, que desde su
mansión de Waterloo en Bruselas se ha sacado de la manga la propuesta de que Pedro
Sánchez acepte una mesa de negociación bilateral –con medidores independientes-
y si no, presentarán una enmienda a la totalidad de los Presupuestos Generales
del Estado. Los diputados del PDeCAT lo han pedido sin convicción, pero la
diputada y presidenta del partido, Míriam Nogueras, lo ha reafirmado, y dice: “estamos
aquí para la independencia, no para recibir migajas del presupuesto”. Puigdemont
sigue instalado fuera de la realidad.
Mientras Esquerra Republicana no asoma mucho la nariz en esta propuesta de
comisión bilateral (al fin y al cabo, es una propuesta de Puigdemont), la
ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha dicho: “evidentemente, no vamos a
sentarnos en ninguna mesa en la que se vayan a debatir cuestiones que no están
en nuestro marco constitucional”. Y punto.
¿Habrá presupuesto sí o no? Solo Torra y Puigdemont lo saben. De momento
tensan la cuerda, y los dirigentes independentistas saben que no pueden “vender”
a sus bases cualquier cosa, pero la sociedad catalana está en otra longitud de
onda. Las decisión que tomen será muy importante, tanto para España como para
el futuro del independentismo.
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