Dos acontecimientos políticos
de primer orden han tenido lugar este fin de semana en España y en Catalunya.
El PP ha elegido a un joven de 37 años, Pablo Casado, como su nuevo líder,
liquidando el “marianismo” de Rajoy, y colocando al partido en unos ejes ideológicos
más típicos de la derecha. El PDeCAT, el partido heredero de Convergència, ha
celebrado su congreso y ha cambiado líder: Carles Puigdemont no ha querido que Marta
Pascal estuviera al frente del partido y ha colocado a David Bonvehí, más dócil,
pero ha registrado también más contestación en sus filas.
Bonvehí, de 38 años, ha aceptado
la radicalidad de Puigdemont incluyendo en el partido –aunque no se sabe cómo--
el movimiento creado por este llamado Crida Nacional per la República. Marta
Pascal se ha echado a un lado, fuera de la primera línea, a pesar de ser la que
ha negociado con Pedro Sánchez el voto favorable en la moción de censura. Marta
Pascal no solo ha sido la persona que ha hecho caer a Mariano Rajoy, sino
también la que ha aupado a Pedro Sánchez. ¿Quién tomará las riendas ahora y con
qué discurso?
El PDeCAT, el sucesor de
Convergencia, ha mostrado una clara división en su congreso, entre posiciones maximalistas
(¡independencia, ya!, y unilateralismo) y posiciones más posibilistas como la
de Marta Pascal: independencia sí, pero sin precipitarse. El ex president Artur
Mas lo dijo claro: “La división del partido es un veneno”.
Las encuestas –las de la
Generalitat- -sitúan hoy al PDeCAT como tercer partido tras Esquerra Republicana
y Ciudadanos en unas elecciones catalanas, bajando en cada encuesta en la
intención de voto. No se puede dirigir un partido desde Bruselas, Berlín o
Hamburgo y encima con radicalidad. Los que están dentro son los que viven la
realidad del día a día y por poco que se descuide Carles Puigdemont, perderá el
contacto con la realidad.
O sea que, si hubiera
elecciones catalanas, el President ya no sería Quim Torra, sino un diputado de
Esquerra Republicana.
En Madrid
En el lado de Madrid, Pablo
Casado, de 37 años, ha salido claro triunfador del congreso del Partido
Popular, frente a Soraya Sáenz de Santamaría, diciendo que el PP “volvía” a sus
esencias, o sea pasaba página al “marianismo”, y volvía a los valores de la derecha
española: unidad de España, rechazo frontal a los secesionismos, política
económica liberal, defensa de la monarquía y de la Constitución, europeísmo y
atlantismo, defensa de la familia, la vida y la libertad de enseñanza: “no hay
que tener miedo de ser del PP”, dijo. Anunció un cambio de la ley electoral,
pero un poco irreal si quiere defender la Constitución.
En el tema catalán ha
anunciado que la reunión de la primera comisión ejecutiva del partido se
celebrará en Barcelona. No sabemos qué hará Casado con los catalanes. En
Catalunya, desde hace un tiempo conviven “dos pueblos”: el que quiere la
independencia y el que no quiere separase de España. El primero ha tenido, y
tiene, unos líderes claros, pero el segundo ha carecido de un líder o de
líderes capaces de que su voz sea oída en las instituciones españolas.
Ciudadanos ha representado el sentimiento de rechazo al independentismo, pero
está para ver quién servirá de cauce político a la mitad de los catalanes.
En Catalunya, el PP ha
desaparecido en combate durante el marianismo (solo tiene cuatro diputados) y
no ha sabido trazar y encauzar un discurso político: se lo han comido
Ciudadanos. ¿Será capaz el nuevo presidente Pablo Casado de llenar este vacío,
ocupado hoy por Ciudadanos? ¿Va a patear la calle en Catalunya, y no venir en
globo y salir en globo como hacía Rajoy? Deberá ganarse a estos catalanes a pulso,
y nadie le va a ayudar. No lo tiene nada fácil.
Y Pedro Sánchez, ¿Quién
será su interlocutor en Catalunya, tras el congreso del PDeCAT? ¿Cómo mantendrá
un diálogo con quienes quieren la independencia por la vía rápida?
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