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La reforma constitucional se ofrece como solución al problema catalán


La noticia que planeó ayer todo el día, y que se presenta como la solución al problema catalán, es la reforma constitucional en su aspecto territorial (las autonomías). Deberá hacerse en seis meses para celebrar el posible referéndum en otoño del año próximo 2018.

Este es el consenso al que llegaron la mañana del día 11 los tres partidos constitucionalistas: PP, PSOE y Ciudadanos. A Rajoy no le gustaba esta fórmula, pero no ha tenido otro remedio que aceptarla. Estos tres partidos representan más de los dos tercios de las dos cámaras, en las Cortes Españolas, por lo que están legitimados para remover y reformar la Constitución, sobre la base de un consenso muy amplio.   

Esta nueva Constitución, que los socialistas quieren de corte federal, ha hecho temblar a los vascos. Los catalanes de ERC han dicho que no quieren participar en esta comisión de reforma constitucional (luego dicen que quieren dialogar). Ya veremos lo que dice Podemos o algunos grupos nacionalistas o regionalistas. En cualquier caso, la mayoría existe y hay voluntad de seguir adelante. Y junto a la Constitución la ley electoral nueva, donde los nacionalistas puede que no estén en el Congreso, sino solo en el Senado.

La gran pregunta es ¿mejorará el nivel de competencias autonómicas? Mucho me temo que no después de ver lo que ha pasado en Catalunya, con desprecio a las leyes fundamentales, los reglamentos y procedimientos y utilizando contra el estado español sus comptencias. La nueva Constitución ha de llevar necesariamente a unas elecciones a principios o en la primavera del año 2019 y quedará anulada la legalidad anterior que se oponga al texto de la nueva Carta Magna.
En cuanto al tema catalán, ha quedado claro que los tres partidos constitucionalistas han ido por la aplicación gradual del artículo 155 de la Constitución, por el que el Estado puede ejercer, “sin prisas” han dicho, funciones propias de las Generalitat, como por ejemplo, un nuevo mando en los Mossos d’Esquadra, puesto que forman parte de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Pero de eso ya se ocuparán los acontecimientos.

De momento, la táctica de marear la perdiz de Puigdemont, de anuncio y renuncio y esperar mediaciones se terminará en cinco días que es el plazo que Mariano Rajoy ha dado a Carles Puigdemont para que diga si ha declarado o no la independencia. La respuesta, como siempre, será ambigua. Entonces empezará a aplicarse, por parte, el art. 155 de la Constitución.

Mientras tanto, las peticiones de elecciones al Parlament de Catalunya, por parte de Ciutadans y el PSC, no han sido escuchadas por Junts pel Sí, y Junqueras ya ha asegurado que no habrá elecciones.
Una cosa parece clara: Catalunya vive un espacio “alegal”, no hay ley o no se sabe qué ley hay. Esto crea una inseguridad jurídica tal, que muchas empresas (no solo las treinta y pico multinacionales, sino muchas más que no salen en las listas) han buscado refugio legal y fiscal fuera de Catalunya. 

Algunos poco informados creen que esto no afecta a Catalunya (por ingresos fiscales) pero desconocen que sí afecta al prestigio de un territorio donde muchos querían establecerse y a estas horas han paralizado sus estudios de inversiones por miedo a la inseguridad de estar fuera de Europa.

Pero más grave que esto es que están saliendo cada día anécdotas de ilegalidades cometidas en la enseñanza, en el desprecio a todo lo que sea español (no es verdad Carles que no tenemos nada contra España, sino todo lo contrario) por parte de los independentistas.

Recuerdo con añoranza aquellos años en que gobernaba Jordi Pujol que decía: lo que más me importa es la buena convivencia en Catalunya, entre todos los catalanes vengan de donde vengan. Sus discípulos no han seguido al maestro y han sembrado discordia por doquier.

Hoy, parafraseando la canción de Joan Viladomat con letra de Vidal Tragan, “Catalunya està trista”. Hay gente que sufre –en eso le doy la razón a Puigdemont—vive con ansiedad, zozobra y desasosiego, no sabe lo que le puede pasar. Unos tienen miedo de sus hijos, otros de su dinero, otros de su trabajo, de su pensión o seguridad social. Hables con quien hables, del lado que sea, hay mucha preocupación por el presente y el futuro. No hay derecho que los políticos jueguen así con los ciudadanos a los que deberían representar.

Termino con esta estrofita, la 4, de la Visita a la Mare de Déu de Montserrat: “Rosa de caritat, foc que sense consumir escalfa, treieu de Catalunya l’esperit de discordia, i ajunteu tots els seus fills amb cor de germans”. Esta visita se encuentra a la entrada del Monestir, y cuesta 0’20 

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