Aleteia.org (Salvador Aragonés)
¿Quién elige a un Papa? Unos creen que en
la elección intervienen enormes intereses políticos, estratégicos, económicos, más
o menos gobernados por las grandes potencias del momento en el mundo. Otros
creen que en el Cónclave de los Cardenales
que eligen al Papa confluyen fuerzas a veces extrañas por su secretismo.
Y
para un cristiano católico ¿quién elige al Papa?
Y otra pegunta ¿realmente interviene el Espíritu Santo, tercera persona de la
Santísima Trinidad, en la elección del Papa?
Y si interviene ¿de qué manera?
Lo primero que conviene saber es ¿por qué
el Cónclave es secreto? Y de ahí sacaremos lo demás. Los cardenales no pueden
llevar ni ordenadores ni teléfonos móviles al entrar en el Conclave. ¿A qué
viene tanto secretismo?
En este breve artículo no podemos abordar
todas las cuestiones. Diremos que el Cónclave es secreto precisamente para
evitar interferencias de los poderosos que desde fuera de la Iglesia católica
puedan obstaculizar la libre decisión de los cardenales.
La historia de dos mil años de la Iglesia
enseña que cuando los cónclaves para elegir Papa eran abiertos, las intrigas
políticas de los poderosos, los nacionalismos, los intereses de todo tipo
estaban a la orden del día. Por eso, en una expresión feliz y en recuerdo de
épocas oscuras, el entonces cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI, declaró a
la TV de Baviera en 1997, que “hay
muchos Papas que el Espíritu Santo probablemente no habría elegido”.
Pero entonces, ¿realmente interviene el
Espíritu Santo en la elección de Papa? Visto desde la fe es fácil entender que Dios no se desentiende de su Iglesia a la
hora de elegir al Papa, al sucesor de Pedro, al obispo de Roma. La Iglesia,
según la fe católica, es la Esposa de Jesucristo, dice san Pablo que «Cristo
amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (Ef 5, 25). Cristo no solo
fundó la Iglesia, sino que eligió a su primer Papa, Pedro, cabeza de la Iglesia
que debía regir los destinos de esta, en fidelidad a la doctrina de su fundador.
Además dijo “yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt, 28, 20).
¿Cómo va a desentenderse en el momento de elección de Papa? Santa Catalina de Siena dice que el
Papa es el “el Vicecristo en la Tierra”.
Nada es extraño a Dios en la historia del
mundo. Por eso, ¿es de extrañar que Dios, el Espíritu Santo, influya de alguna
manera en la elección del Papa, cabeza de su esposa la Iglesia? Citemos de
nuevo al gran teólogo que fue -que es- Ratzinger en la TV de Baviera: «yo no diría que el Espíritu Santo elige al
Papa, pues no es que tome el control de la situación, sino que actúa como un
buen maestro, que deja mucho
espacio, mucha libertad (a los cardenales) sin abandonarnos». Actúan en los
cardenales dos grandes fundamentos básicos en los hombres: la vida de la gracia
y la libertad.
El
Espíritu Santo, por lo tanto, no habla directamente a los cardenales, sino a su
conciencia, a veces con hechos claros. Por eso
los cardenales invocan al Espíritu Santo cuando entran en procesión en el
Cónclave.
La elección de Karol Wojtyla, san Juan
Pablo II, por ejemplo, no hubiera sido posible sin la elección poco antes
del cardenal Albino Luciani, como Juan Pablo I. Muchos cardenales
declararon que vieron clara la intención del Espíritu Santo, cuando este Papa
murió después de 33 días: ya no era posible un papa italiano y,
sorprendentemente, fueron a parar a la Polonia comunista, y eligieron un papa
joven (58 años) que debía llevar adelante el postconcilio en una situación de
división y confusión doctrinal de la Iglesia.
El
otro gran ejemplo es el papa Francisco. Había
cardenales que estaban lejos de pensar en un papa como el cardenal Bergoglio.
Hay testimonios, como el del cardenal chileno, Francisco Javier Errázuri (muy conocedor de la Curia Romana), quien
declaró poco antes del Cónclave del 2013, “es
muy probable que no se elija a una persona con mucha edad”. ¡Bergoglio tenía 77
años cuando fue elegido!
Una vez un director de un importante
medio de comunicación europeo me dijo que no creía mucho en el futuro de la
Iglesia católica porque está gobernada por “viejos cardenales que no van a
tomar riesgos de ningún tipo”. Le dije que fue un gran riesgo Juan Pablo II, en
pleno apogeo del comunismo en Europa, el primer papa no italiano en cuatro
centurias.
Pues bien, en marzo de 2013 estos
cardenales eligieron al papa Francisco, porque fue quien abogó para que la
Iglesia “saliera de sí misma para ir hacia las periferias, no
sólo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del
misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia
y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”. Una
Iglesia “autorreferencial”, ensimismada, quiere decir que está enferma. Así lo
manifestó el cardenal Bergoglio en las reuniones previas o “congregaciones” que
celebran los cardenales antes de entrar
en el Cónclave, y según relató el arzobispo de la Habana, Jaime Ortega.
La
renuncia del papa Benedicto XVI, que fue un acontecimiento extraordinario en
la historia de la Iglesia, fue clave para la elección del papa Francisco,
pues hoy, viviendo todavía el papa Ratzinger, el cardenal Bergoglio no hubiera
podido siquiera integrarse en el Cónclave ya que ha cumplido los 80 años.
No
son casualidades históricas, y menos en la
Iglesia que es Esposa de Cristo y es asistida hasta el fin de los tiempos por
el Espíritu Santo, como dijo Benedicto XVI en su despedida: “la barca de la Iglesia no es mía… es Dios quien la conduce a través
de los hombres que ha elegido”.
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