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España necesita una fuerte inmigración para mejorar la natalidad y la estabilidad del matrimonio

(Aleteia) España vive una situación demográfica  muy complicada y necesita un fuerte cambio de timón, dadas las bajas cifras que, año tras año, se van registrando en natalidad, matrimonios y las altas cifras de divorcios, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

En este año 2016, en el primer semestre, el número de nacimientos fue de 195.555 y cayó un 4,6 por ciento, en relación con el mismo periodo de 2015. En realidad, la caída de nacimientos ha sido constante en esta década, según el INE, a excepción del año 2014, en el que repercutió el grueso de la crisis económica (en realidad aumentaron un 0,5 por 100). La natalidad se ha reducido a más de la mitad desde 1975.

Si se compara el número de defunciones  registradas en España en el primer semestre del año 2016 (un total de 208.553)  con el mismo periodo de 2015 se observa que el crecimiento vegetativo de la población es negativo en 12.998 personas, es decir que mueren más españoles de los que nacen.

Con estas cifras se hace difícil mantener el estado del bienestar como pide toda la población, porque mientras aumenta el número de pensionistas disminuye el número de españoles nativos que ingresan en el mercado de trabajo. El futuro de España se basará en consecuencia en la inmigración para equilibrar la población y mantener niveles de bienestar aceptables, en pensiones, sanidad, educación, seguridad, desempleo, etc.

Esta evolución es paralela al índice de matrimonios celebrados en España, que en la primera mitad de 2016 fue de 208.553, con una disminución del 2,7 por ciento, con relación al mismo periodo del año anterior. El número de matrimonios ha ido decreciendo en las últimas décadas, salvo algunas variaciones, según los datos del INE, al tiempo que se han incrementado las parejas de hecho.

De estos 208.553 matrimonios que se celebraron en España, 52.890 (un 77,1 por ciento) fueron civiles y 15.204 (un 22,1 por ciento) se celebraron en la Iglesia católica, y el resto en otras confesiones religiosas, según el INE. Los matrimonios católicos se han reducido a más de la mitad en los últimos 30 años.

El hecho de que haya menos matrimonios es una de las causas de la baja natalidad, y al mismo tiempo, el elevado número de divorcios en España complica más la evolución demográfica cara al futuro. La duración media de los matrimonios fue de 16,2 años, según el INE.

España tiene un número de divorcios de 2,2 por mil habitantes, y esta cifra es la más alta de los países europeos de su entorno y de las más altas del mundo. El año 2014, los divorcios  fueron 11.746, lo que representa un 63,25 por ciento sobre la tasa de matrimonios celebrados ese año.  En el año 2000 el total de divorcios fue de 37.743, con una tasa del 0,9 por mil, que se situaba en la media mundial.

El elevado número de divorcios es debido a que la legislación civil ha debilitado el vínculo matrimonial, dando mayores facilidades para el divorcio (como el divorcio-express) y a que los comportamientos personales son más laxos facilitando rupturas. El 75,9% de los divorcios en el año 2015 fueron de mutuo acuerdo, y la custodia de los hijos ha sido a favor de la madre, en un 69,9 por ciento, y compartida en un 24,6 por ciento. La madre sigue siendo la que carga con los hijos.

Las cifras son muy frías, pero de ellas se deduce que la situación de la familia en España se sitúa entre las de más fragilidad del mundo, y los datos no parecen cambiar de rumbo por el momento, mientras que las políticas públicas para mejorar los nacimientos son prácticamente nulas. El materialismo y el individualismo, junto con el relativismo moral y familiar, se han impuesto en la sociedad española y en consecuencia en las familias.

Esto explica la caída permanente de los matrimonios religiosos. En las familias se va perdiendo la transmisión de la fe de padres a hijos. Este es uno de los retos que se han propuesto los obispos españoles en la pastoral familiar. Si la fe no es transmitida con vigor quiere decir que tampoco está demasiado arraigada en cada uno de los padres. En España se da el caso que esta transmisión de la fe y las costumbres católicas la hacen en una parte importante los abuelos.


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