De no aprobarse los presupuestos de la Generalitat, se puede
decir que estamos al final de otra legislatura catalana. El empujón
soberanista-independentista está haciendo aguas. Ya dijimos que no se podía
hacer un gobierno que depende solo del apoyo de la CUP, un grupo político que
tiene como dominador común el asambleísmo y la ruptura con los valores
occidentales de la democracia.4
La culpa no es de la CUP como quieren hacer ver los de Junts
pel Sí. La culpa está en el origen, donde después de no haber ganado el
plebiscito propuesto por Artur Mas, se quiso hacer una legislatura “para” el
independentismo. “Tenemos mayoría en el Parlament –decían—vamos a hacer la
independencia”. Solo podían contar con la CUP.
Del resultado de las elecciones, sin una mayoría social, se pensó con candidez y bisoñez que en 18
meses se fabricaba una independencia trazada sobre el papel. Me sabe mal por
los que así lo creyeron –muchos independentistas de corazón y buena fe—pero me
molesta para quienes lo promovieron, pues ellos sí sabían que las cosas no son
así y que la CUP no es un partido normal
Pensaron que con el olor del poder pondrían a los de la CUP
a raya. No ha sido así; la CUP es más coherente de lo que se imaginaban. Y por
cierto la CUP no es como dice y repite la prensa catalana, un “grupo
anticapitalista”, sino que es mucho más; es una amalgama de grupos radicales,
trotskistas, anarquistas, ex miembros de Terra Lliure, visionarios del
asambleísmo, okupas, antieuropeístas, antimilitaristas, ultrafeministas, y un
largo etcétera.
Fue un grave error de Junts pel Sí, liderado entonces por
Artur Mas, querer formar un gobierno para alcanzar la independencia en 18
meses, contando solo con la ayuda de la CUP. Le costó el cargo a Artur Mas,
pero como la promesa electoral era tan fuerte, no pudieron dar macha atrás. Los
socialistas y los de Podemos (Catalunya sí que es pot) ya plantearon a Junts
pel Sí que podían contar con ellos en la aprobación de los presupuestos,
siempre que abandonaran “el procés” hacia la independencia. No quisieron, y a
los primeros presupuestos hechos la CUP se ha plantado, ha dicho que “no”, y
será que no. ¿Cómo se pueden presentar unos presupuestos sin haberlos negociado
con nadie?
Con este planteamiento habrá que ir a una prórroga de los
presupuestos de 2015, tanto si el Govern retira o no los presupuestos de 2016
que ha presentado al Parlament. En estos momentos se trata de ganar un poquito
de tiempo y legar hasta el 26 de Junio a ver qué pasa en las elecciones
generales españolas a las que la CUP, otra vez por coherencia, no se presenta:
no creen en las Cortes Españolas, porque quieren la independencia al margen del
parlamento español.
Las instituciones catalanas, pues, se encuentran ante un
impasse, donde cada vez es más claro que solo puede resolverse con otras
elecciones, ya que no hay mayoría parlamentaria: Junts pel Sí no puede gobernar
solo, aparte de las tensiones internas entre los Convergentes –los cuales a su
vez se encuentran en un proceso de refundación—y los de Esquerra Republicana
que hoy aparecen como los sucesores de Convergencia en el liderazgo del
soberanismo.
Convergència, por su parte, está a la deriva, pues se ha
transformado en un partido independentista, sin serlo en su origen, de ahí que
fundadores del partido han abandonado sus filas y ya no se sienten encajados en
los nuevos vientos que han creado Artur Mas y sus ayudantes. No será fácil
limpiarse del “caso Pujol” por mucho que cambien el nombre. Artur Mas es, como él
ha dicho y repetido, hijo político de Jordi Pujol, e inspirador de todo el lío
independentista.
Otras elecciones, pensamos, aclararían el mapa político y lo
más probable es que no se presentaran como independencia sí o independencia no,
como pasó en septiembre del año pasado. A la CUP no le importaría formar un
gobierno con Podemos y con Esquerra Republicana, pero nada quieren saber con los
convergentes de hoy y del mañana, a los que consideran pertenecientes a una
derecha corrupta. Pero la CUP no será ya el fiel de la balanza, sino
probablemente Esquerra Republicana que puede entenderse con podemitas,
socialistas y hasta cuperos para sacar adelante un gobierno. De hecho ERC ya
gobernó con socialistas y los comunistas moderados de Inicitativa en dos
gobiernos tripartitos, en las épocas de Maragall y Montilla.
El independentismo, entonces, irá de la mano de la
reclamación de un referéndum pactado con el Estado. ¿Y el “procés”? Será otra
historia. Si no se construyen gobiernos sólidos, no se puede hacer frente a la
crisis actual, económica, política y moral.
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