Ahora empieza a preocupar en los ámbitos políticos que el fracaso escolar afecte mucho más a
chicos que a chicas en España, y también, aunque menos, en el conjunto de
la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que
aglutina a los países más desarrollados del mundo.
Según datos del Ministerio de Educación español (Datos y
Cifras, curso 2015/16), el fracaso
escolar en España se situaba en el 21,9 por ciento en el 2014, pero con una
clara diferencia entre chicos y chicas. Mientras en los chicos el fracaso
escolar era del 25,6 por ciento de la población escolar, en las chicas era del
18,1 por ciento.
Ciertamente, en los últimos años ha disminuido el fracaso
escolar, pero España todavía está muy lejos del 15 por ciento que le pide la
Unión Europea para el año 2020.
De estos temas se habla poco en las instituciones políticas
donde se mira más si la educación es
pública o privada, si separa por sexos, si hay o no asignatura de religión,
si es concertada o no, si hay la asignatura de educación para la ciudadanía, los
contenidos de la educación sexual, etc., pero no se abordan los problemas de
fondo.
Y así España es el
país europeo con mayor fracaso escolar, pues casi duplica la media europea que
es del 11,1 por ciento. De los 28 países de la UE, 19 están por debajo de esta
media, y solo nueve por encima de la media de fracaso escolar, entre los que
están España, Malta Rumanía, Portugal e Italia, por orden decreciente.
¿Qué es lo que falla?
¿Dónde hay que apuntar para resolver estos problemas? Para hablar de las
diferencias de abandono entre los chicos y las chicas hay autores como Juan
Antonio Planas Domingo, Presidente de la Confederación de Organizaciones de
Psicopedagogía y Orientación de España, que han presentado estudios al
respecto.
Planas, como también otros autores, señala entre otras causas la ciberadicción
(videojuegos, etc.) que los chicos tienen más acusado; la diferente inteligencia emocional en uno y otro sexo; las actividades extraescolares, como el
deporte en que los chicos dedican muchas horas (el deporte debería ser concebido como desarrollo personal
y de cooperación y no para competir o profesionalizarse). Además, los chicos
son más proclives al alcoholismo y la drogadicción que afectan a su capacidad
de atención, y también los chicos leen menos porque leer “es de chicas”, etc.
Por otro lado, como ya dijimos en otro artículo, el fuerte
peso de las mujeres entre el personal docente en los niveles obligatorios
(cerca del 70 por ciento en toda Europa) hace que los chicos tengan pocos referentes masculinos,
pues a los padres los ven solo los fines de semana prácticamente. Valores como el coraje, el honor, la
ambición, el valor, el liderazgo, fuerza, la valentía, la virilidad, el
triunfo, la competición, la seguridad o el no mostrar afectividad suenan hoy a “virtudes
machistas” y por lo tanto se borran del contenido educativo. En realidad el
machismo es la exageración del
comportamiento masculino, porque se sale de sus cauces naturales.
Como dice la feminista estadounidense Camile Paglia, muchas veces en la escuela sólo se ensalzan las virtudes femeninas cuales
la sensibilidad y la socialización. En el horario escolar los niños tienen poco
tiempo para liberar sus energías –añade Paglia— como en el deporte.
Es el momento de
volvernos a peguntar qué valores son los que se transmiten en nuestras escuelas.
Está claro que si en cada legislatura hay un sistema educativo distinto, los
problemas más que arreglarse se agudizarán. El fallo por lo tanto hay que verlo
en que en España no hay un modelo educativo que sirva para cualquier tipo de
gobierno que tenga el país. Desde que hay
democracia se han conocido ya ocho sistemas educativos, y el que hay ahora
(la LOMCE), no se ha puesto en práctica
en casi nada, y ya dicen los partidos de la oposición que es malo y hay que
cambiarlo, sin pensar que tal vez tenga algunas cosas aprovechables.
En consecuencia, es
necesario alcanzar un marco legal estable para la educación, consensuado
con las distintas fuerzas políticas y que busquen más la calidad educativa que
la ideología, más el servicio a los padres y a los alumnos que valores espurios
a la educación. Desde la democracia ya han pasado un par de generaciones en
España, las cuales han tenido sistemas deficientes en educación. No se puede
decir, como se dice en algunas partes, que “tenemos un modelo educativo de
éxito”. No se han mirado los datos de Eurostat, ni de Eurydice, ni de la OCDE,
ni tan sólo los del Ministerio de Educación. Ya basta de demagogias
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