El
independentismo va a la baja en Catalunya. Lo dice el instituto estadístico
catalán (CEO) en su sondeo vía telefónica de este mes. No son pocos los que no
comparten los criterios sobre cómo se realizan los sondeos del CEO y ponen en
duda su fiabilidad. De todas formas, aunque hay un 10 por 100 de votos no
decididos, lo cierto es que tras la fuertísima campaña (por Tierra, Mar y Aire)
que hemos vivido los catalanes en este 2014, con motivo del tercer centenario, el
independentismo no solo no crece, sino que ha entrado en una fase de declino.
Ya
dijimos en noviembre que a pesar de la enorme campaña a favor del
independentismo por parte de todos los medios de comunicación oficiales,
oficiosos y subvencionados, este no
había conseguido más adeptos. Ahora se deshincha porque la euforia de los
primeros meses ha dado paso a un mayor escepticismo de los catalanes sobre las
bondades del independentismo. Se han dicho muchas falsedades para apoyar el independentismo.
Al
final del tramo vemos a los dos líderes independentistas, Artur Mas y Oriol
Junqueras, empantanados en un impasse en el que ninguno de los dos quiere
perder la posición de ventaja respectiva. Es un juego que el pueblo no
entiende. Aquí se entienden las cosas cuando se dice al pan, pan, y al vino, vino.
Conciliábulos o guerrillas partidistas subterráneas no favorecen la buena
imagen de los dos líderes y/o partidos. Ahora se han dado una tregua hasta la
segunda mitad de enero, con los presupuestos en el aire, pues de momento habrá
que prorrogarlos hasta un posible arreglo entre CiU y ERC o hasta una
elecciones que no sé por qué se les llama plebiscitarias, pues no hay ningún
plebiscito de por medio más que aquel que se inventan los portavoces de estos
partidos.
Aquí no
hay más cera que la que arde, y ni Más ni Junqueras saben en este momento
exactamente cómo quieren llegar a lo que desean llegar con el menor desgate. Si
Artur Mas acepta la propuesta de Junqueras de ser el presidente por 18 meses, si las elecciones son en listas separadas, significa su debilidad. Con estas discusiones florentinas llegamos a final de
2014 sin independencia y sin saber qué camino hay que tomar. Es más, si ahora
CiU y ERC pueden formar una mayoría parlamentaria cómoda, las últimas encuestas
dicen que no serían mayoría en nuevas elecciones. Aunque es cierto que una mayoría
que no fuera independentista no existe en el mapa político catalán, con está servida la ingobernabilidad catalana.
Según
la encuesta del CEO suben fuertemente tres formaciones cuyo único denominador
común es el radicalismo: Podemos (Podem) del que se desconocen los líderes en
Catalunya, Ciutadans y CUP (quieren la independencia de los Països
Catalans). Vemos una sociedad que,
aunque se percibe una ligera mejoría en lo económico, está políticamente
destartalada e ingobernable. ¿Para eso nos han llevado a los catalanes hasta el
2014? Ahora van surgiendo por aquí y por allá grupos y grupitos de catalanes
contrarios a la independencia, pero carecen de cohesión, de liderazgo y viven
presionados por los partidos que los quieren absorber. El radicalismo ha
abierto un foso en el centro político: el centro político se ha quedado
huérfano como ya dijimos hace unos meses.
En
estas viene el cambio de Fiscal General del Estado, tras un 9-N donde no hubo
vencedores ni vencidos. La presentación de las querellas contra Artur Mas y
tres consellers de la Generalitat, enfureció a los independentistas (y no),
todos contra Mariano Rajoy por haber “ordenado” las querellas. Y ahora resulta
que no, que quien presentó la querella, oído el Consejo Fiscal, fue el anterior
Fiscal General, Torres-Dulce, obedeciendo exclusivamente a su conciencia como
jurista. Torres-Dulce no es un político y por eso se ha ido y le honra su
dimisión. Hay decisiones del Fiscal General del Estado que tienen entornos
políticos y hay que hilar muy fino, y a eso no estaba dispuesto Torres-Dulce y
ha preferido volver a su puesto de fiscal del TC y a dejar de jugar a política.
Veremos ahora la nueva Fiscal (¿habrá que llamarla “fiscala” como a los jueces
se les llama “juezas”?) General del Estado, Consuelo Madrigal, que ha tenido el
reconocimiento de su profesionalidad por parte de todas las organizaciones
fiscales, desde la derecha hasta la izquierda. Empieza bien. Veremos.
Un
dato. La Fiscalía no pertenece propiamente al Poder Judicial, como aseguran el
líder socialista Pedro Sánchez y otros. No se han leído la Constitución (Título
VI). El Poder Judicial lo conforman los jueces y magistrados que imparten
justicia. Ni los fiscales ni el Tribunal Constitucional pertenecen al Poder
Judicial. Luego, no tiene sentido hablar de “separación de poderes” en las
relaciones entre el Fiscal General y el Gobierno, y quien no quiera que sea
así, debe cambiar la Constitución.
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