La
abdicación del Rey Juan Carlos ha hecho aflorar en la opinión pública española
el dilema Monarquía o República. Es obvio que así sea pues la Ley Orgánica de Abdicación
supone que la sucesión a la Jefatura del Estado está en el Príncipe Felipe y de
éste a su hija, la actual Infanta Leonor, futura Princesa de Asturias. Esto es
lo que contempla la Constitución de 1978, y como decía Torres-Dulce, Fiscal
General del Estado, no cabe poner a referéndum aquello que no está en la Carta
Magna.
Lo más importante para el
republicanismo—siempre ha habido republicanos en España—es que el Jefe del
Estado ha de tener el refrendo del pueblo. Y tienen razón. Pero este refrendo
se hace a través de la representación de la soberanía nacional que está en las
Cortes, el Congreso y el Senado. La manea de alcanzar la República en la
circunstancia actual no es que haya grandes manifestaciones populares o que un
alcalde por ahí y otro por allá haga pública su fe republicana.
En el actual marco jurídico
bastaría con que las Cortes no aceptaran la
abdicación del Rey Juan Carlos y entonces se iría hacia unas Cortes
Constituyentes con mayoría republicana amplia. Claro está que esto es
política-ficción. Ni el país está para entrar en un período de inestabilidad
institucional, ni a la Unión Europea agradaría
que un estado, como España, pase por un torbellino institucional como sería el
cambio de modelo en la Jefatura del Estado. Un día de 1977 declaró en Roma
Santiago Carrillo que él no aceptaba a Franco “por la gracia de Dios”, ni
aceptaría a Juan Carlos “por la Gracia de Franco”. Y lo aceptó (es la realpolitik)
No
estamos instalados en la política-ficción. El pueblo por lo general no es
monárquico ni republicano y espera que ahora que está la monarquía ésta
funcione bien al servicio del pueblo. Otra
cosa son los votos favorables que tendrá la Ley Orgánica remitida a las Cortes.
Desde esta tribuna anunciamos que vascos y catalanes se abstendrían. Losa votos a favor sujpondrán un 85 por 100 de las dos cámaras, Congreso y Senado.
Por qué se queja Rajoy
Personalmente, no entiendo que Rajoy y sus
ministros critiquen la abstención catalana. El catalanismo político ha sido
tradicionalmente posibilista, cuando no republicano. Fue republicano con
Francesc Pi i Margall, Estanislao Figueras (dirigentes de la I República), Valentí Almirall y
otros. Para el independentismo catalán lo mejor es la República, para el
nacionalismo más moderado, todo dependerá de lo que haga el rey Felipe VI, es
decir si asumirá o no las reivindicaciones de los nacionalistas. Además, hace
300 años los catalanes partidarios de la dinastía de los Habsburgo perdieron la
guerra de Sucesión frente a Felipe V, el primer rey Borbón.
Proceso
soberanista
En el proceso soberanista actual existente en
Catalunya, es evidente que la abdicación del Rey Juan Carlos les ha cambiado el
paso, pero no el nivel de reivindicaciones. La abstención supone que no quieren
dar un cheque en blanco a Felipe VI, y que el Rey deberá ganarse al nacionalismo
catalán. Personalmente pienso que sería un error político grave si Artur Mas, máximo
representante del Estado en Catalunya, no estuviera presente en el acto de
coronación del Príncipe Felipe, aunque esté en California. Catalunya se juega
demasiado en esta sucesión como para saltársela por un viaje al extranjero.
A todo ello hay que añadir que el futuro rey
Felipe VI tendrá las atribuciones que le da la Constitución actual, es decir
reinará pero no gobernará, aunque reformará partiendo de lo que ha hecho su padre. Por esto se insinúa un cambio constitucional a un
plazo relativamente no largo para arreglar el encaje territorial de las
autonomías y de la Corona. Las estructuras del Estado chirrían, hay que
encajarlas, y hay que hacer frente a las
causas de la corrupción.
El futuro rey Felipe VI deberá ganarse día a
día a todos los españoles sin excepción si quiere que la Monarquía, en la
dinastía histórica que entronca, continúe y que su hija Leonor llegue un día a
ser Reina de España. Esto no es fácil pues vivimos tiempos convulsos donde las
situaciones cambian con gran rapidez. En Europa hay diez monarquías, y están
bien consolidadas: Dinamarca, Suecia, Holanda, Bélgica, España, Gran Bretaña,
Luxemburgo, Noruega y tres micro estados (Mónaco, Liechtenstein y Andorra). Algunos
hablan de la corrupción en relación a los negocios de Iñaki Urdangarín y de la
Infanta Cristina, pero basta haber vivido en algunas repúblicas para ver el
alto nivel de corrupción existente entre los familiares de no pocos presidentes
en el cargo, incluso en países como Francia, Alemania e Italia.
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