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La cumbre convocada por el papa Francisco en el Vaticano
entre Israel y Palestina para pedir a Dios la Paz en Oriente Medio, ha tenido
un éxito sin precedentes. Cerca de 5.000 millones de personas han visto cómo
rezaban juntos rabinos e imanes y se reunían los políticos de máximo nivel, el
Premio Nobel de la Paz y presidente de Israel, Shimon Peres y el presidente de
Palestina, Mahmud Abas. El papa Francisco ha invitado también al Patriarca de
Constantinopla y máximo exponente de la Iglesia ortodoxa, Bartolomé I: todo un
detalle para la Iglesia ortodoxa. Todos ellos plantaron un olivo en los
jardines del Vaticano. Fue precisamente el día de Pentecostés, que conmemora la
venida del Espíritu Santo, que ilumina la conciencia y la fe de los cristianos.
La
iniciativa del papa Francisco tiene un origen y una finalidad estrictamente religiososa.
No convocó a los líderes de las tres religiones de Oriente Medio para mediar en
unas negociaciones de paz, que ya fracasaron con la mediación de Estados
Unidos. Fue una iniciativa distinta, propio de un líder religioso, que consiste
en pedir a Dios la paz, porque lo que la historia -los hombres- ha separado su
solución está en primer lugar pidiendo a Dios luz para las inteligencias de
todos a fin de resolver los conflictos en la zona.
En el
Vaticano se unieron para rezar dirigentes de las tres principales religiones
monoteístas, es decir que creen en un solo Dios, aunque la concepción de Dios
en las tres religiones sea distinta, pero se trata del único Dios. En realidad,
dice el papa Francisco, ¿quién puede abatir las barreras de la incomprensión,
de la violencia, del terrorismo, de los refugiados y abatir los muros
separadores? La oración -como ya ocurrió con el conflicto de Siria y otros
momentos análogos con Juan XXIII (la crisis de los misiles en Cuba) y Juan
Pablo II (reunión de los líderes de las religiones en Asís)- es poderosa. Los
líderes religiosos rezan a Dios porque la paz solo puede venir de su mano, para
que ilumine los corazones y las mentes de los hombres destinados a negociarla con
el fin de poder convivir en paz en la Ciudad Santa –santa para las tres
religiones—de Jerusalén y en toda la zona.
Y a
partir de ahí que los líderes políticos hablen de las cosas concretas, de cómo
abatir las barreras que se opongan a una paz duradera. Una primera piedra está
puesta, y es la piedra de la oración a Dios. No se trataba de una mediación
política, pues el único objetivo era poner a Dios como mediador de la paz; era
tomar en cuenta el peso que tienen las tres grandes religiones monoteístas del
mundo en la paz del Oriente Medio y la ruta de Dios es imprescindible para
alcanzar una paz segura: es poner a Dios en la senda de la diplomacia. Fue el
domingo de Pentecostés de 2014 la primera vez que los 1.500 millones de
musulmanes y unos 12 millones de judíos escucharon respectivamente a rabinos y
a imanes rezar juntos.
Muchos
se peguntan: ¿tendrá continuidad la iniciativa del papa Francisco? En este
tema, el papa Francisco no pretende ser un mediador al estilo de otros
mediadores políticos, sino que se va a centrar en lo que es propio de un papa,
que es buscar la mediación a través de la religión, es decir a través de Dios.
El ecumenismo tiene también consecuencias políticas, aunque no tiene un
objetivo político, pues solo busca la unidad de todos los pueblos de la Tierra.
El papa Francisco es esencialmente un hombre de Dios, y ve en las vicisitudes y
conflictos históricos la mano de Dios, Creador del universo y del hombre. Y es
en este contexto que se desenvuelve y previsiblemente se desenvolverá el papa
argentino en la cuestión del Oriente Medio: tendrá aportaciones puntuales, pero
no será el mediador de la paz. Es todo un símbolo que el papa Francisco haya
conseguido este acercamiento a través de su amistad personal con un rabino y un
musulmán, que conocía ya en su tierra natal, lo que pone de relieve el valor de
la amistad sincera y sin prejuicios.
¿Qué
consecuencias políticas podrá tener la reunión del Vaticano? No lo sabemos,
pero un paso importante se ha hecho con la reunión de líderes religiosos de las
tres religiones y políticos musulmanes y judíos bajo la cúpula de San Pedro. En
el Oriente Medio cada paso tiene un sentido, y si los pasos anteriores han
fracasado en vistas a la paz, el nuevo paso abre un aliento de esperanza. Ha
sido precisamente un papa argentino, del tercer mundo, lejos de los intereses
diplomáticos, políticos y económicos del Occidente, quien ha conseguido esta
meta.
La
Santa Sede, por su parte, no ha renunciado a su objetivo sobre Jerusalén para
que sea una ciudad abierta, controlada internacionalmente, y donde puedan tener
cabida y buena convivencia las tres religiones. A destacar también que detrás
del papa Francisco está solo la Santa Sede, mientras que detrás de Israel y
Palestina hay enormes potencias políticas, económicas y diplomáticas.
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