El abultado “no” del
Congreso de los Diputados, expresión de la soberanía española, de toda España,
no por esperado ha creado un cierto desánimo en las filas soberanistas. Es un
“no” que ha puesto al descubierto muchas cosas.
Primero, que el soberanismo a nivel español (CiU,
PNV, Bildu, BNGA, Nafarroa-Bai y Compromís) haya conseguido solo un 10 por 100 (si
sumamos a IU que no sabe qué Estado quiere) de los representantes de toda
España, es indicativo del grado de aceptación del secesionismo. O lo que es lo
mismo: el 90 por 100 de los españoles están contra cualquier secesión sea
catalana, vasca, gallega, canaria, valenciana, etc.). La abstención canaria, un
dato.
Segundo, la declaración institucional de Artur Mas: no
se trata de un punto y final, sino de un punto y aparte, dijo. La lucha
continuará. Y la de Oriol Junqueras, otro ausente, presiden te de ERC: “No
habrá choque de trenes”.
Tercero, la pérdida de interés de la opinión
internacional, sobre la que se basa casi toda la artillería de los
independentistas. Hay que añadir la dura derrota del independentismo en Quebec
(Canadá) emparentado con el catalán. La rama internacional ha sido muy mimada
por Artur Mas y su gobierno.
¿Cuáles serán los próximos pasos? Esperar el
resultado de las elecciones europeas (25 de mayo) que muchos soberanistas
--especialmente CiU y ERC y la ANC (Assemblea Nacional de Cataluña, cada vez
más radicalizada)-- presentan casi como plebiscitarias. El siguiente paso es la
aprobación en el Parlament de una Llei de Consultas que podría servir de base
legal para la celebración del referéndum, pero que será recurrida ante el TC,
con muy escasa posibilidad de éxito. Después, esperar de lo que son capaces de
hacer los de la ANC el 11 de septiembre (Diada Nacional de Cataluña), que
quieren llenar las plazas de toda Cataluña pidiendo la independencia y la
república catalana, semejante a un 4 de octubre de 1934, a nivel municipal.
Siguiente paso, qué hacer el día de la consulta (9 de noviembre): la ANC quiere
mantener viva la movilización del 11 de septiembre al 9 de noviembre en las
plazas. Finalmente, queda el recurso de unas elecciones plebiscitarias para
constituir un parlamento con mayoría independentista y declarar la
independencia y considerar que el Parlament es soberano, tal vez para el 23 de
abril, Diada de Sant Jordi, patrono de Cataluña. Queda un año.
Son muchos los que dentro y fuera de Cataluña no
entienden por qué tanto empecinamiento de los dirigentes soberanistas, cuando
el pueblo español, en un 90 por ciento, y el pueblo catalán en un porcentaje superior
a un 40 por ciento no quieren secesionismos. ETA lo lleva intentándolo hace 40
años, y a tiros. Los dirigentes catalanes –no confundir con “el pueblo de Cataluña”,
aunque siempre lo confunden—quieren hacerlo por la vía pacífica: España no se
puede trocear, dijeron los dirigentes españoles. ¿Cómo se evita esto sin violencia?
El caldo de cultivo hoy en Cataluña es radical, entre
los dirigentes, y en la calle. Y lo sabe Duran Lleida que ayer vendía una
“consulta solo consultiva” y que “lo negociaremos todo, y digo todo”: se vistió
tanto de cordero, y hasta olía a cordero. Los titulares de portadas de los
diarios de Barcelona son: La Vanguardia: “Oportunidad perdida”. El Periódico:
“No, pero…”. El diario independentista “Ara”: “Ni consulta, ni oferta, ni
negociación”. “El Punt Avui”, independentista: “Continuará…”. ¿Se vislumbra en
el horizonte una Cataluña numantina? Es agotador, por mucho sentimentalismo que
haya, el nivel de tensión, presión en medios y redes sociales, agitación
callejera, mantener presencia en los diarios europeos, etc. Por otro lado, la causa
de la independencia de Cataluña cuesta mucho dinero, tanto al erario público
como al privado. ¿Puede durar mucho? El tiempo lo dirá.
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