Por Salvador
Aragonés
Periodista y profesor emérito de la UIC
Ha
terminado la Jornada Mundial de la Juventud, más conocida con JMJ, en Río de
Janeiro, en medio del fervor, al son del Góspel y del Góspel Blues en los
cánticos, con un “Páter Nóster”,
cantado en latín y en gregoriano.
El
góspel invita al movimiento acompasado del cuerpo por parte del coro y de todos
los participantes, como ocurrió en Río incluyendo curas y algún que otro obispo.
Esta misa final quedará en el recuerdo de millones de personas que vieron por
TV y vivieron la última misa del papa Francisco en Río de Janeiro, la única
misa multitudinaria celebrada en una playa, nada menos que en la playa de Copacabana,
donde en el año 2016 será el centro de los Juegos Olímpicos. Hacía falta un Papa
no europeo para ver que el Góspel, de origen
metodista, levanta los corazones a Dios, y el bullicio se alterna con el
silencio absoluto. Así lo vimos en los momentos de la Consagración en la misa,
y en el rezo después de la homilía. Se acordaron los jóvenes, aunque con acento
argentino, de las víctimas del tren de Galicia. ¡Cómo podía estar ausente
Galicia en una ceremonia religiosa en América!
El
papa Francisco estuvo en la línea de sus cinco meses de pontificado:
austeridad, pobreza franciscana, cercano al pueblo y sus exclamaciones: “id a
la periferia de las ciudades a predicar el Evangelio”. La homilía final
contenía tres expresiones que resumen esta JMJ de Río: “Vayan (a predicar el Evangelio,
con tono imperativo, como lo dijo Jesucristo), “no tengáis miedo” (siguiendo el
ejemplo de Juan Pablo II que hizo de esta frase bíblica lema de su pontificado),
y finalmente todo ello “parar servir”, como Pablo fue servidor de todos en el
anuncio del Evangelio.
El
papa Francisco inició su pontificado lleno de simbología en la pobreza y en la
humildad. Su hermana María Elena Bergoglio, que vive en Argentina como una
mujer del pueblo, ha dicho que el papa Francisco no ha cambiado, sigue siendo “Jorge”,
Jorge Mario Bergoglio. Los cargos solo cambian a los pusilánimes, a los que se
creen que por tener un cargo ya “son alguien”, y seguramente, esos acabarán
siendo “un don nadie”, como se dice en el argot popular.
En
Europa, donde parece que nos miramos todos los días el ombligo pensando que
somos el centro del mundo, la JMJ de Río ha causado sensación, porque nunca había
visto una misa del Papa cantada en Góspel, nunca habían visto tanto fervor en
la juventud, cuando entre nosotros la juventud se cae de aburrimiento por la
falta de ilusión y de valores claros e hija de una secularización, un
indiferentismo y un relativismo que alimentaron las ideologías del materialismo
y también algunos eclesiásticos después del Concilio. Pensar que el número de
bautismos aumenta cada año en África y en Asia, se mantiene en América Latina,
el continente con mayor número de católicos, y cae de modo muy claro en Europa.
Hay
que destacar que el Góspel es un tipo de música, esencialmente de coro, que
surgió de la religiosidad de los inmigrantes de color en los Estados Unidos a
partir del S. XVIII, pues Góspel quiere decir Evangelio en inglés. En España,
el Góspel no entró hasta la década de los noventa. ¡Qué tarde llegamos a las
citas históricas! El arzobispo de Río de Janeiro, cardenal Eusebio Scheld, al
ser preguntado si no era muy moderno el Góspel, respondió que la modernidad, si
está hecha con amor de Dios y espíritu de servicio, es buena y agradable a
Dios.
Por
eso los cardenales, inspirados por el Espíritu Santo, fueron a buscar a un Papa
a “en un rincón del mundo”, a Argentina, al arzobispo de Buenos Aires, como
reconoció el mismo Bergoglio, tras ser elegido. Era necesario, porque ni
Italia, ni Europa, pueden ya dar nada que entusiasme al mundo, pues Europa es
un continente envejecido, problemático, y excesivamente anclado en su propia
historia y con un gran desconocimiento, salvo excepciones, de la historia de
los otros continentes. El papa Francisco es un pontífice que ha removido muchas
conciencias, admirado por quienes antes rechazaban el mensaje cristiano por
estar excesivamente acomodado a la sociedad del bienestar, a la Europa del
bienestar. Al papa Francisco, al igual que le ocurría a Juan Pablo II, el
Vaticano le cae estrecho, y tiene que salir por las calles y “tocar”
físicamente a las gentes, a los enfermos, a los pobres, a los niños, a los
ancianos, a los esposos.
En
la homilía de despedida de la JMJ, el papa preguntó: ¿quién puede evangelizar,
anunciar a Cristo, a una persona joven? ¡Pues otro joven como tú! Es un
llamamiento también por parte del Papa a que los jóvenes se entreguen sin
reservas a la llamada de Dios, si la reciben, a una entrega completa a su
servicio. Y veíamos a aquellos sacerdotes que cantaban una y otra vez el
Góspel, moviendo sus cuerpos. Por eso, en su segundo consejo decía: “¡No tengáis miedo!”, como ya lo
decía San Pablo a los Corintios. Y ¿para qué seguir a Cristo en la Iglesia? La
respuesta del Papa fue: “para servir”, pues solo es feliz el que sirve y no es
feliz el que quiere ser servido. O ¿para qué queréis una familia, una esposa,
un esposo y unos hijos? Dijo en otra ocasión: pues “¡para servir!”, pues quien
quiera tomar una esposa y tener hijos para servirse de ellos será un
desgraciado, como tantos y tantos casos se ven en el mundo.
Ha
terminado la JMJ de Río y el Papa ha anunciado que la próxima se celebrará en
el 2016 en Cracovia, diócesis cuna de Juan Pablo II, pues Karol Wojtyla nació
en el pueblo de Wadowice, fue párroco primero, obispo auxiliar después y arzobispo
titular y cardenal de Cracovia antes de ser elegido papa. Fue Juan Pablo II el
papa que inició, precisamente en tierras gallegas, en el Monte Gozo, estas
jornadas que luego se han celebrado cada dos años por tierras europeas. Esta
vez pasarán tres años para hacer coincidir la JMJ con el 25 aniversario de la
primera, y siendo hoy arzobispo de Cracovia el cardenal Stanislao Dziwisz, que
fue el fiel secretario del papa Wojtyla hasta su muerte. Al cardenal Dziwisz se
le prolongará su mandato al frente de la diócesis hasta el 2016 para poder
vivir este inmenso homenaje al papa Wojtyla. El domingo era una fiesta en
Cracovia y Polonia, la mártir Polonia, que de nuevo podrá mostrar al mundo su
fe y su fidelidad y amor a Roma y al Papa.
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