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París: La manifestación contra matrimonios gays, un duro golpe al “lobby gay”


                Sorprendió a propios y extraños, que la manifestación contra la legalización de los matrimonios homosexuales y contra la adopción de niños por parte de este tipo de parejas haya sido la más numerosa en París desde hacía 30 años. La Francia laica –Francia tiene un Estado declaradamente laico desde hace ya más de una centuria—no parecía que reaccionara tan masivamente en este tema. El matrimonio gay fue propuesto y defendido por el presidente, el socialista François Hollande.

                Entre 300.000 y 600.000 personas se congregaron el domingo pasado en el Campo de Marte junto a la Torre Eiffel, adonde confluyeron tres columnas de manifestantes  que habían salido de sendos puntos de París.  La manifestación fue bautizada “Manif pour tous”, en respuesta al movimiento pro-matrimonios gays llamado “Mariage pour tous” el cual había organizado el año pasado una manifestación en la que participaron entre 60.000 y 120.000 personas, según distintos cálculos. Es indudable que la manifestación cívica de ayer fue un golpe duro al “lobby gay”, en Francia y en Europa, que tanta influencia tiene en los medios de comunicación públicos y privados.

                La manifestación fue convocada por unas 50 organizaciones civiles y religiosas, y se desarrolló un orden completo y un ambiente festivo, llevando todos distintivos rosa y azul, símbolos de los dos sexos en los niños. Las organizaciones no son como en España, donde se multiplican las siglas pero que son, como dice el refrán, los mismos perros con distintos collares. Muchos llevaban en la mano el código civil, símbolo de que era una manifestación pacífica y civil, que prefería mantener la legislación napoleónica y laica de Francia sin cambiar el principio definitorio de familia, compuesta por un hombre y una mujer –o una mujer y un hombre—único modo del que nazcan hijos y exista la procreación humana, como podía leerse en las pancartas.

                A pesar de las provocaciones y de las condenas que había hecho el “lobby gay”,  la manifestación tuvo un ambiente de respeto y no se escucharon gritos ni pancartas de carácter homófobo. Algunos gritos homófobos, es decir contra los homosexuales, hubiera dado la razón a quienes desde el lado gay veían cómo existía una conexión entre el rechazo del matrimonio gay y el nazismo de Adolf Hitler. La organización de la manifestación no dejó participar en ella a una asociación ultraconservadora de católicos, la cual prefirió celebrar su propia manifestación en otro lugar de París. Los manifestantes pertenecían a todas las edades y credos religiosos, y también a distintas organizaciones civiles y políticas. Algunas pancartas decían cómo es posible que se legisle contra la procreación del maíz transgénico, y se acepte en cambio el trasplante de embriones a mujeres homosexuales. Por lo visto la ecología está más preocupada por el maíz que por los hombres.  

                Nadie puede decir que era una manifestación de católicos, o impulsada por el arzobispo de París, Monseñor Vingt-Trois, si bien le dio su apoyo pero sin protagonismos, pues  en la Francia laica tiene un significado relativo el apoyo de la jerarquía católica a una manifestación, en la cual se podían ver a musulmanes, judíos y sobre todo a gente de la calle con independencia de su credo religioso y político.

                Desde el punto de vista político, la manifestación tuvo escaso interés, por cuanto ni el partido socialista ni el partido conservador (UMP) tuvieron mucho que ver, especialmente porque éste último está en vías de recomposición tras la batalla por el liderazgo del sustituto de Nicolas Sarkozy. Tampoco estuvo nadie del FN de Marine Le Pen, ni ella, ni su padre, porque el tema no les interesaba políticamente. En Francia el tema religioso no está politizado y no puede compararse con España donde cualquier hecho tiene su “interpretación” política, a causa de que los medios de comunicación lo primero que hacen es preguntar a los políticos qué les parece. En Franca la religión, cualquier religión, no es un problema dado que el Estado laico no reconoce a ninguna de ellas. Y la neutralidad del Estado es un patrimonio político adquirido.

                El presidente Hollande recibió días atrás a una delegación de alcaldes franceses a los que les aseguró que defendía la libertad de conciencia para los que no quieran celebrar bodas gays, al mismo tiempo que convocó a la organización gay-lesbiana LGBT para conversar, dando la impresión, dice “Le Figaro”, de “ser prisionero del lobby gay”. Ayer el Elíseo reconoció que la “Manif pour tous” había sido “consistente”.

                ¿Y ahora qué? Se pregunta la prensa francesa de hoy lunes. La pelota está en el tejado del Elíseo y François Hollande tiene la palabra. Son muchos los que creen que no se va a echar atrás, y opinan que el tema lo ha utilizado como una cortina de humo ante los fuertes recortes  económicos que se avecinan. Hay quien ha pedido un referéndum sobre el matrimonio y adopción de los gays. El tiempo dirá. De todas formas es la primera vez que el “lobby gay” ha sufrido un duro revés. 

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